No hay otro bar en Madrid, aunque a mi me gusta más llamarlo taberna, que consiga aunar como lo hace el Cambalache tantos y tan dispares: sueños, músicos, personajes, sentimientos, proyectos, instrumentos, cantos, encuentros, ojos, paladares, sentidos, benditos, peregrinos, malditos, drogadictos (por suerte cada vez menos), equipos, locos, momentos, entusiastas, poetas y un largo y ancho etc… Al fin y al cabo Corazones, como los de antes, como los de ahora.
Ramón Monje Santillana es la luz del Cambalache. ¿Y de dónde nace tanta y tan buena luz? De la Música. De verdad que se nota quién ama profundamente la Música y quién, algo totalmente digno y normal (que seríamos sin ellos), la disfruta sin más historias como su alimento, como quien degusta unas buenas lentejas. Un cocinero come y también crea, un comensal come y aprovecha las bondades de esa creación, se nutre a través de ella. Pasa exactamente lo mismo con la Música y más concretamente en el Cambalache.
Conozco este lugar hace algo más de un año; recuerdo a Ramón mostrándome esbozos de canciones que había empezado a componer hace 20 años y que se habían quedado en ese feo limbo del pasado. Hoy, 13 meses después no solo a terminado aquellas cuentas pendientes en forma de canción, que pesaban demasiado, sino que sigue componiendo cada vez más y mejor, es un hombre que está creando escuela de actitud en un Madrid donde es complicado a penas ver más alla del gris del tráfico. Yo le considero mi Gurú, me abrió de par en par su casa y yo la converí en mi ofcina. Dentro de este para mí Templo contemporáneo de rock de base, de calle, puedes observar, aprender, charlar, discutir, amar y por supuesto tocar -guitarras y piano fundamentalmente, que es lo que pone la casa-, pero también existen las sorpresas y cuando por la puerta observas que entra una sombra cargando una funda más grande que ella… ¡Équili! Un contrabajo en mitad del salón, Milton Castillo, el Elvis de Chamberí (podría ser cualquiera de los grandes anónimos que se codean aquí) a la guitarra y a la tremenda voz, un pianista y poco más es necesario para transportarse a tiempos mejores, vuelves a la esencia.
Aquí hay todo tipo de gente y de géneros músicales. Se acepta todo menos a pijos tocando MAL, (lógicamente el estatus económico no importa, importa el respeto por la Música) y cantando MAL canciones de Amaral. Ha pasado tiempo pero me acuerdo perfectamente: «Tío, esto aquí en mi presencia no se hace, si hace falta me marcho yo», cosa que no ocurrió.
En resumidas palabras, Música y Corazón; un Oasis en mitad del desértico Madrid estival; un Tesoro que piratas como yo ya no gastamos fuerzas en buscar porque sabemos dónde encontrarlo, las fuerzas nos las dejamos dentro, bebiendo, bailando, cantando y tocando guitarras y mujeres. No se puede pedir más a la vida; y paciencia, si llegáis y está el panorama tranquilo y sosegado, en un segundo puede cambiar todo. El Cambalache es como la vida misma, construido de colores en mitad del precipicio.
C/ Cardenal Cisneros 25, metro Bilbao o Quevedo. Para el que aun no sepa lo que es un bar atemporal. Déjate de diseño moderno y cocaína, tómate un buen vino, escucha Música de Verdad, júntate con gente de corazón y tu vida irá mejor.
¡Viva el Blues del Cambalache! ¡Gracias Ramón & Cia! ¡Gracias Cambalache!
Os dejamos al jefe, Ramón Monje Santillana dando calor a su bar con el viejo piano de pared, todo un lujo!