El otro día pasé por allí y seguía en el mismo sitio.
Debía dictar una ponencia en el Ateneo titulada «Economía y felicidad». Me sobraba tiempo y decidí pasear por las calles estrechas de mi antiguo barrio. Me senté en el banco de forma inconsciente. La herida del dedo del pie me molestaba y me impedía caminar mucho tiempo. Entonces fue cuando pensé en aquellos jóvenes que empezaban a amarse. En esa época no teníamos dinero para pagarnos una noche de hotel. Nos conocimos en las Cuevas de Sésamo y en seguida supimos que queríamos entender juntos el mundo. Una tarde nos sentamos en ese banco. Ya que quieres ser escritor, me dijo ella mirando hacia el cielo entre los tejados, escribe nuestra historia de amor. Lo seré algún día, le dije perdiendo la mirada también en el espacio inexistente de nuestra ingravidez, pero aún me queda mucho para serlo. Bajamos la cabeza, nos miramos a los ojos y no despertamos hasta el amanecer.
En apenas unas horas leímos todos los poemas de amor de los siglos XVIII y XIX.
http://sotelojusto.blogspot.com.es/
Nada más leer este delicioso cuento encuentro cierto paralelismo a algunos relatos de Cortázar donde sueño y realidad se entremezclan impregnados de detalles sensoriales en los que abundan las imágenes y los símbolos; tal vez, el protagonista coincidente en el narrador en primera persona, despierta de un sueño que pudo ser o suceder en un pasado incierto, y vuelve a la vida real.
La coordenadas espacio-temporales se diluyen a través de la tinta de Sotelo por un mar entre El Ateneo de Madrid, Las Cuevas de Sésamo y la famosa calle Huertas; dicha calle es una de las más emblemáticas de la vida cultural de la Villa y la Corte, enclavada en el barrio de literatos y bohemios, curiosamente donde vivió Cervantes (en el nº 18, según se manifiesta en Viaje al Parnaso), del cual este año 2016 se celebra el IV Centenario de su muerte. Las Cuevas de Sésamo, incitan a la expresión artística, situadas en la calle del Príncipe, donde Sotelo dirigía sus tertulias literarias hace años, cerca del Teatro de la Comedia; la Plaza de Santa Ana, adyacente, nos recuerda al escenario de la última novela de Justo Sotelo publicada hasta la fecha, “Las mentiras inexactas”. Un espacio de vida y bullicio, letras y cultura, donde las alusiones a la coordenada temporal a través de expresiones (horas, amanecer, siglos, una tarde, enseguida) nos indican el transcurrir y el fluir dinámico que emana de cada situación en la que Sotelo nos introduce por el Madrid Literario. Se percibe una reiteración del tiempo como un accidente cíclico inmanente al propio ser humano.
El amor se desvela en las miradas que leen poemas románticos del XVIII y XIX a través de los “ojos líquidos”, de ese recuerdo de juventud donde el narrador, debe autentificar los hechos para dar mayor veracidad a su historia, por medio de varias negaciones y verbos de acción.
Parece más bien, un relato autobiográfico en el que “Economía y felicidad” sea el título real de una ponencia que el propio autor dictará en breve en una prestigiosa universidad española.
¿Se sentó de forma inconsciente el protagonista en ese banco o quizás el recuerdo afloró a la consciencia para volver al pasado y rememorar los años de su juventud? Freud alegaría de forma tajante, con labia y sabiduría si lo leyera, que para que esa parte inconsciente llegara a ser consciente el protagonista tendría que hacer varios esfuerzos para que saliese de su mente y aflorase, recordase el banco tal y como estaba en sus años jóvenes, en el mismo lugar y formase en su memoria la imagen corporal perfecta del ser amado en aquel momento, una huella sin duda que le impulsó al amor, al deseo, a la pasión…Literatura y pasión…convertidos en un hilo conductor reiterativo.
Un diez a este delicioso relato de Justo Sotelo por la mezcla de realidad y ficción. Un abrazo escritor.
Almudena, comentario lúcido, inteligente, generoso, para un cuento que, reconozco, es especialmente complejo. Un abrazo y muchas gracias.