«Bailemos, cantemos y riamos ahora en vida. La muerte es eterna y aburrida»
Rafael Hernampérez
Algunas veces, después de ver una función, me quedo en la puerta del teatro esperando para escuchar los comentarios del público que asistió a la representación. Este martes el aforo del teatro Fernando Fernán Gómez, en la Sala Guirau, estaba constituido por espectadores de edades muy dispares disfrutando de una versión de El baile de Edgar Neville, lo que hacia muy atractiva la escucha de personas tan diferentes en edad y condición teatral.
Una adolescente dijo: “He llorado, tía”; una pareja de ancianos, acompañados de su hija de mediana edad, mientras subían las escaleras comentaban: “Pues esta versión está muy bien, ¿verdad, hija?”; otra pareja joven esgrimió: “Es una historia tan tierna”.
Con estos tres comentarios se puede resumir perfectamente la obra que ahora acoge este céntrico teatro. Una versión actualizada, que respeta los tres actos como bien escribió su autor, de un clásico de esa generación llamada “la otra generación del 27” constituida por dramaturgos de la talla de Mihura, Paso o Poncela.
Edgar Neville, el diplomático madrileño que escribió teatro, redacto en “La Codorniz” y fue guionista en Hollywood, es el autor de El Baile (1952), que en su época se mantuvo en cartel durante siete años y también fue llevada al cine en 1959. La versión que vemos es de Bernardo Sánchez Salas, y la dirección de Luis Olmos.
Conjuntamente han llevado a escena una obra depurada en el lenguaje para traerlo a la actualidad, pero sin perder la esencia del teatro característico de la España de los años 50.
Como resumen, trata de un trío amoroso que prevalece sobre el tiempo y las generaciones. Esta versión cambia la temporalidad de la original y transcurre desde el estreno de la obra en los años 50 hasta nuestra época, contada esa evolución en el transcurrir de sus tres actos y vistos estos como tres formas continuas pero independientes de ser tratadas en distintos géneros: el primero en tono de comedia, el segundo en melodrama, el tercero quizás desde el absurdo existencial.
Un matrimonio y el amigo de ambos enamorado de ella, Adela, hasta la medula, sin ocultarlo y que muestra sus celos abiertamente al marido o a cualquiera que pueda fijarse en el objeto de su adoración. Son todos participes de este amor a tres, de este trio consentido dentro de los cánones que mandaba la época.
Los diálogos absurdos se ejemplifican en la claridad de la exposición de la devoción amatoria de Julián, el amigo amador y cascarrabias, cuando muestra su amor repetitivo a lo largo de varias décadas mientras habla con Carlos el marido permisivo y tranquilo, o con Adela la musa de la vivacidad; la mujer que quiere bailar y que nunca va al baile.
Como decía Groucho Marx, un coetáneo del autor: “Las esposas son personas que sienten que no bailan los suficiente”, una frase muy apropiada para la sensación de este baile truncado en el segundo acto.
El humor es la base de la función, pero un humor diferente, poético, extraño, armónico, sin histrionismo, surrealista según el acto al que nos refiramos.
Transiciones de actos que representan ese silencio vacío lleno de años, transfigurando la escena desde un salón, a un despacho de entomólogos y una residencia de ancianos.
El paso del tiempo lleno de melancolía y dejando el amor, más allá de la realidad, intacto en la verdadera vida de los personajes, la que proyectan en su memoria y su ilusión.
Pepe Viyuela, actor y productor de esta versión está magnifico en cada uno de sus gestos y palabras, en la evolución del personaje tercero no en discordia si no en concordia con ese amor dispar. Un amor alabado por Susana Hernández que llena de vida, sonrisa perfecta y soltura al personaje de Adela y de Adelita la nieta del tercer acto. Carles Moreu también transita por las diferentes edades dando una contra replica serena y positiva, desde la posición del marido amigo, a la versión de un amor fundido e imperecedero a lo largo del tiempo.
Son personajes sin características extraordinarias, podrían ser anodinos o superfluos por la posición acomodada que les tocar representar, pero están dotados de un gran valor: el de quererse sin aspavientos, a través de su vida aparentemente segura pero que no se escapa a lo certero de lo que ninguna clase social puede escapar que es la muerte.
El propio Neville decía sobre su obra que: “El baile es, sobre todo, una comedia de amor. Si a veces parece que va a seguir el camino de la humorada o del drama, ni lo uno ni lo otro logran adueñarse de la obra; en cambio, el amor, sí, un amor sin tibieza ni disimulo, que a veces se confunde con la amistad y otras con lo que particularmente se llama eso, amor”.
Quizás por eso, “Gracias por vuestro amor” es la frase inserta en la estructura circular que me resuena al acabar la función.
Gracias por la valentía de la producción en los tiempos que corren a Pepe Viyuela que ha apostado por recuperar para la escena a un dramaturgo desdeñado durante muchos años y dotarlo con su grandiosa interpretación.
Esta vuelta al autor, además esta acompañada por actividades complementarias como conferencias y charlas con los actores y un cuaderno pedagógico muy interesante que pueden consultar en la web del teatro.
“El baile”
Autor: Edgar Neville
Versión: Bernardo Sánchez
Dirección: Luis Olmos
Actores: Pepe Viyuela, Susana Hernández, Carles Moreu
Teatro Fernando Fernán Gómez Madrid
Del 12 de marzo al 4 de Mayo.