El amor romántico, y sus consecuentes que alcanzan hasta nuestros días, es un amor a destiempo.
¿Qué quiero decir con esta expresión? Pues que, casi siempre, ese amor era un amor que erraba el tiro. Como era un amor que dependía exclusivamente de sí mismo, sin tener en cuenta el entorno ni valorar sus pros y sus contras, lo más habitual era que el tiro saliera por la culata.
No se desprendía esta mala promesa de los ardores iniciales, pero, casi siempre, repito, su futuro era más que oscuro. Estoy hablando naturalmente del amor auténticamente romántico, esto es, que no depende para su realización más que de la voluntad de sus dos contrayentes.
No estoy contemplando el soterrado amor concertado entre las familias que, muchas veces, prolongándose desde el siglo XIX y a lo largo de todo el XX, se escondía bajo la máscara del amor romántico pero que en realidad era un habilidoso tejemaneje para que dos incautos veinteañeros contrajeran el matrimonio que, más o menos, y a veces por vericuetos sorprendentes para casi todos los implicados, complacía a su parentela.
¿Y ahora qué? Pues ahora pareciera volver a encarrilarse el amor para travesías más sosegadas. Todavía se halla en la fase de esbozo aunque es el amor más típico para segundas y sucesivas nupcias.
Un amor a tiempo…Que vuelve a tener en cuenta por parte de dos individuos responsables, que ya no de dos familias, la realidad tanto material y económica, como espiritual, afectiva y de rasgos de personalidad. Mar de fondo este último que, sosegada y armónicamente, une o separa casi sin posibilidad de apelación.
Porque la auténtica personalidad es un parámetro mucho más estable y de largo recorrido que las pasiones que inflaman con yescas de conveniencia a post-adolescentes sobradamente hormonados.
El amor de este siglo será un amor a tiempo o no será…Su paradigma son las relaciones a distancia propiciadas y sostenidas por las redes sociales (véase mi artículo en Tarántula del 10/01/16 “El siglo del amor”). Lleva la marca del sosiego y reposo sobre sí mismo, en tiempo y a la hora prevista podría decirse.
Un nuevo horario de ferrocarriles suizos amatorios que subvierte tantos relojes de escape desbocado y a corazón batiente. El paso a paso conveniente y bien medido será la horma del zapato de los amantes modernos.
El tiempo había sido la gran variable despreciada por el amor romántico, y el tiempo volverá a ser el pivote sobre el que giren los arduos y concienzudos trabajos amorosos de los amantes.
En efecto los amores románticos eran instantáneos y fulgurantes y no tenían sentido de la temporalidad, el futuro p.ej. importaba bien poco. Enlazar en un vals de varios tiempos a pasado, presente y futuro será la noble primera tarea de los esforzados amantes modernos.
Un amor a tiempo, que pauta su desarrollo, inicio y final, con medida y ritmo pausado…