Hace diez años, cuando Documenta Madrid era el Sitges de la no ficción, Héctor Herrera presentó allí One Dollar, una brutal incursión en el mundo de las bandas panameñas cuyo principal logro era su increíble cercanía con unos personajes a los que te no gustaría encontrarte jamás. En el In-Edit de este año el director ha estrenado su segundo largo Angels & dust que comparte con el anterior esa suicida proximidad al tiempo que multiplica los puntos de vista y les añade un hilo narrativo más definido para convertirse finalmente en algo parecido a esos cuadros compuestos por infinidad de pequeñas fotos que al alejarte conforman una sola imagen: la de una ciudad sin ley.
Herrera, mexicano de Tlalpan (Distrito Federal) y residente en Barcelona desde hace 25 años es amigo personal de Professor Angel Dust, un conocido DJ también mexicano residente en Cataluña que fue detenido por tráfico de drogas conjuntamente con su esposa al llegar a Panamá. Mauricio, hermano del pinchadiscos, viajó hasta el país centroamericano para hacerse cargo de su sobrina de corta edad e intentar solucionar o al menos aliviar la situación en la que se encontraban su hermano y cuñada.
Pero la película no trata de las vicisitudes legales para hacerse cargo de la niña. Ni tampoco de cómo Mauricio logró que trasladaran a los reos de una prisión de alto riesgo a otra más tranquila. Ni siquiera de la redención a través de los talleres de música de la prisión que redujeron sus condenas a la mitad (ambos están ya libres). O no solo de eso. Angels & dust es un retrato alucinado y alucinante de una parte de la sociedad de un país que en España no asociamos (como ocurre con México o Colombia) a peligrosidad y violencia. Una nación pequeña (3.864.170 habitantes) cuyo crecimiento y riqueza no revierte, lamentablemente, en sus ciudadanos o al menos en la parte más pobre de ellos La película de Herrera es, sobre todo, la crónica de los viajes y relaciones de Mauricio con un entorno violento y criminal que acaba arrastrándole a lo más oscuro de Panamá City. Personajes como Julito Balacera o Alberto Matón son las garantías de seguridad de Mauricio (impagable la secuencia en la que uno de ellos intenta tranquilizar por teléfono a la madre de los hermanos mexicanos) hasta que el segundo se vuelve en su contra. Todo ello mezclado (en primeros planos muy breves) con el deambular de un periodista de nota roja en busca de cadáveres frescos para su periódico, las bravuconadas de un rapero que diseña zapatillas, el sepelio en un campo de fútbol de un pandillero con el ataúd cubierto por la bandera del Real Madrid, niños manejando con soltura un AK-47 y algo de reggaetón… Prácticamente todo lo que pasó por delante de la alucinada cámara de Herrera está presente en la película independientemente de su relación con el tema central. Caben destacar los planos grabados dentro de la primera de las prisiones en la que estuvo recluido Ángel Dust. Para poder entrar Herrera tuvo que negociar tanto con las instituciones penitenciarias locales como con los capos que controlan la vida dentro. Un trabajo ejemplar y muy valiente que opta por dejarse en el disco duro algunas explicaciones y obviedades que en otras manos habrían sido utilizadas para vertebrar los brutos.
Bastante cercano a Soul boys of the western world de George Hecken está Finding Fela! de Alex Gibney que sustituye los discursos que salpican el musical de Broadway Fela! de Bill T. Jones por material de archivo sobre la vida del músico nigeriano y entrevistas (aquí sí, con bustos parlantes) a sus hijos y colaboradores. La apasionante vida de Kuti ya ha sido contada en numerosas ocasiones y Finding Fela! aspira (y consigue) convertirse en el documento definitivo aportando un riquísimo acervo de imágenes que incluye actuaciones en el African Shine (el club que el músico tuvo en Lagos y que, ahora reabierto, recibe a la compañía del musical neoyorquino), la república de Kalakuta o su harén de 15 mujeres (una de ellas, entrevistada en la actualidad). Imprescindible para los que no dejamos pasar un concierto de todo aquel que se apellide Kuti.
Mientras que Finding Fela! sí que está a la altura del personaje retratado, no pasa lo mismo con I am Divine de Jeffrey Schwarz, una televisiva (en el peor sentido del término) incursión en la agitada vida del travesti pasado de peso que John Waters convirtió en estrella del underground neoyorquino en los años setenta. A pesar de contar con estupendas entrevistas a la primera novia del showman y a sus padres (que le echaron de casa a los 17 años y supieron años después de la existencia de Divine sin concluir inmediatamente que se trataba de la misma persona), I am Divine llega a aburrir con su repetición de fotos fijas y voces en off.
20.000 days on earth de Ian Forsyth y Jane Pollard fue el título elegido para clausurar el festival. Un documental que supuestamente cubre un día en la vida de Nick Cave y en el que sus directores, tan seguros de la trascendencia de su trabajo como el propio músico, introducen con tacto elementos ajenos a la realidad (la conversación con el padre muerto en el coche) que hacen dudar de la veracidad de otros fragmentos (la terapia con el psicólogo) en beneficio de la tesis vital que el propio Cave enuncia en el último plano de la película. Con todo, lo mejor del documental es la actuación final del músico, su banda, un coro de niños y un cuarteto de cuerda.
Y, otro punto a favor del In-Edit: no se ha escatimado a los asistentes gin tonics gratuitos de la marca que patrocina el certamen.
Los premios entregados son:
PREMIO AL MEJOR DOCUMENTAL INTERNACIONAL
Mención Especial: Pete & Toshi Get a Camera
PREMIO AL MEJOR DOCUMENTAL NACIONAL
Mención Especial: I Need a Dodge! Joe Strummer On The Run