DocumentaMadrid, el Festival Internacional de Documentales de Madrid, inició su edición 2016 con una serie de cintas que abordan de una u otra manera el papel de Estados Unidos en el mundo actual.
¿Qué invadimos ahora?, la última obra del siempre polémico Michael Moore, abrió fuera de concurso la Sección Oficial del certamen. El realizador norteamericano, con su humor característico, se convierte para la ocasión en un particular conquistador que pretende llevarse lo mejor de otros lugares del mundo a su tierra natal. En cierta medida, el autor de Bowling for Columbine quiere dar soluciones a las deficiencias laborales, educacionales y alimentarios de Estados Unidos con medidas tomadas con éxito en países europeos. Lástima que solamente se fije, según sus propias palabras, «en las flores y no en las hierbas», subrayando solamente las bondades de ciertos países sin enseñarnos también que no son perfectos. No obstante, quizá lo más interesante sea comprobar que algunas de las medidas probadas con éxito en el Viejo Continente nacieron en la tierra de las barras y estrellas, aunque nunca se pusieran en práctica de manera generalizada en su país de origen. Como siempre en los documentales de Moore, la imparcialidad brilla por su ausencia y el sermón progresista acaba contaminando en exceso el conjunto. En definitiva, el realizador no se distancia de obras previas como Capitalismo: una historia de amor, Fahrenheit 9/11 o Sicko.
Estados Unidos también estuvo muy presente en A googd american, una cinta de Friedrich Moser que nos cuenta la particular historia de Bill Binney, el mejor descifrador de códigos que tuvo la NSA (Nationa Security Agency). Este hombre, todo un prodigio de las matemáticas, fue muy importante a la hora de descubrir los códigos de los enemigos en numerosas contiendas en las que estuvo involucrado su país. Él también fue el máximo responsable de un programa de vigilancia capaz de desvelar los mensajes cifrados por diversos dispositivos y salvaguardar en la medida de lo posible la intimidad de aquellos ciudadanos libres de cualquier delito. Sin embargo, su particular creación fue dejada de lado a favor de otro artilugio más caro y menos eficaz controlado por una empresa externa del servicio al que pertenecía. Un artilugio que falló a la hora de adelantarse a los atentados del 11 -S, unos actos terroristas que sí se podían haber evitado con la tecnología desarrollada por Binney y su equipo. Moser dota a su documental de un tono de thriller, haciéndose valer de las recreaciones dramatizadas de algunos aspectos de la vida de su protagonista, las declaraciones del equipo que desarrolló el sistema de cifrado que podía haber evitado el desastre del World Trade Center y una música que quizá subraya en exceso los momentos de tensión. No obstante, a pesar de este pequeño detalle, la película resulta verdaderamente interesante al desvelar un aspecto poco conocido y obviado. En muchos aspectos, A good american se puede considerar como un complemento de Citizenfour, el prestigioso documental de Laura Poitras sobre Edward Snowden.
Los yanquis, a través de su ejército, también están muy presentes en The Land of The Enlightened, largometraje del belga Pieter-Jan De Pue que aborda el conflicto armado en Afganistán desde una perspectiva que mezcla realidad y ficción. El cineasta, que ha tardado siete años en completar este trabajo, sigue los pasos de un chaval que capitanea una banda de chicos que se dedica a traficar con armas y otras mercancías en medio de la guerra entre americanos y las guerrillas afganas. El realizador dota al conjunto de un tono de cuento al mostrarnos las ansias del pequeño bandolero de convertirse en un rey a la altura de Gengis Khan. Sus aspiraciones y sueños se plasman fundamentalmente a través de una voz en off del pequeño y se mezclan con imágenes de los soldados de ambos lados de la contienda, retratados como si fueran una suerte de niños grandes. La película destaca en el apartado estético, especialmente por las bellas imágenes del desierto rodadas en 16 mm., pero su apuesta por el mestizaje de géneros acaba de ser su propio enemigo: los aspectos de ficción resultan demasiado forzados y los meramente documentales poco verosímiles.