Dietario de Supervivencia (y expedición al poeta)

Dietario de Supervivencia (y expedición al poeta)

Algunos poetas de Facebook (por tanto del mundo) son como grandes casanovas. Hay varios arquetipos. Los numerarios y burocráticos follan por oficio. Avisan, escriben, no les lee ni el 20 por ciento, fichan y se piran. En los días festivos les da por la indolencia o el amor y te la meten doblada. Porque toca. Otros son exhibicionistas, se quedan en pelotas, ponen el reloj a cero y escriben un poema de largo recorrido sobre un día que fueron a la playa y llovía. Es el amor perezoso. Otros son tuppersex o rubios  de bote (todas razas y sexos). No valen demasiado, pero te venden el verso con juguetes sexuales, morritos o tetas alzadas. Vale más la foto que el poema, aunque tampoco tiene un mérito muy diferencial. Otros son arqueólogos. Exploran, investigan (poetas de Islandia y Laponia, mierdas así). Ah, esos no tienen Facebook.

Yo no sé si soy un buscador de belleza, pero sí bastante explorador; paseo mucho por Madrid, mirando, buscando el detalle. Escribo, tomo notas. Las obras ni las miro, la verdad (ojalá una jubilación para mirar túneles y albañiles tatuados con dragones y letras chinas). Las personas, bastante. Las personas con el culo bonito también, pero no me volteo (o casi nunca). Quiero decir, me parece muy bien el derroche emocional masivo provocado por las redes sociales, a título genérico, pero eso no es espléndido para el universo. Más bien, hortera. A título individual, os animo a que os traguéis los feelings un poco (contarlo todo es muy grosero). Lo que admiro yo es la gente que busca belleza, que sabe verla, captarla. De otra manera, si vienes a éste, mi espacio, y no caes en el esplendor, lo sublime de los techos o las lámparas, igual no tienes ni puta idea de qué va la vida, valga el paradigma.

Algunas mirillas:

Ya he pedido cita con el enólogo. Un médico no creo que dé con mi analítica.

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Si del amor al odio hay un paso estoy a punto de hacer el amor con Hacienda.

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Entiendo que los artistas de cualquier índole quieran cobrar, pero definamos arte.

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Vine a Facebook (por tanto al Nuevo Mundo)  buscando un escritor, no para follármelo, sino para seguirle, una vez había comprado casi todas sus novelas y resulta que ese tipo (para un tipo en el que yo he gastado dinero; sabido es que los libros me vienen por otras vías hace unos años) me bloqueó. Pero nunca me preocupó porque Facebook es la capital del mundo y está llena de celebridades y aureolas para compartir y diversificar proyectiles, incluso de personas con humor que escriben muchas mierdas de Navidad y tienen infames gatos y grotescas casas. No sé si me maté en la curva de los poetas de Facebook, en la de Benjamín Prado o en alguno de mis comentarios siempre tan malintencionados y perversos (tanta capacidad para hacer daño y joder a premios nacionales me abruma). La curva de la sátira, igual, aunque fuera muy cerrada. Por supuesto, no quiso crítica de novelas, ni entrevistas, ni mandangas, pero yo seguiré como un zombie por esta ciudad llamada Facebook, una ciudad demasiado fotogénica como para perder el tiempo en absurdas disculpas con escritores de tan alta y patente camaradería.

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Si queremos crecer como sociedad de vanguardia, quicir, algo como educar para el futuro, y no domesticar para el presente, algún día tendremos que enfrentar el tema de la gente que se hizo fotos sujetando la Torre de Pisa y abrazando la Tour Eiffel. O esos hijos de puta que cogen la luna con los dedos.

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El papel albal es muy loca del coño: lo mismo te monta un río en Belén, que ayuda a un yonqui, que te define las mechas.

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Has suspendido el examen de comentador de poemas de Facebook. Muy fino en «Qué grande eres» y «Bravoo poeta, además pedazo de persona», pero olvidas «Llega al corazón, está escrito con el alma «. (Nota: me cuesta un dolor hacer estos posts pues tengo que leeros; Non-Fiction).

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Ojo con quién habláis; dicen que hay gente que habla con sentido, lo llaman razonar.

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Antes yo era muy apático pero luego lo fui dejando y bah

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Mi relato cipotudo de hoy va en este itinerario, para mí, irreversible. La culpa la tienen las madres y las novias vehementes y enamoradizas. Siempre dan este maravilloso consejo: “Sé tú mismo”. Maldita exhortación. Vaya  con el extraordinario poder de las palabras. Saluda a toda la gente que puedas y muéstrate como el subnormal que eres. Saca el gilipollas que llevas dentro. Sé tú mismo. Qué equidistantes en este caso la estrategia y la tragedia. Sé tú mismo. Auténtico, serio, divertido cuando hay que serlo, amigo de mis amigos, muy jovial en ocasiones extraordinarias, amante de una buena conservación y el buen vino. Haz lo que te salga de las pelotas. Di todas las barbaridades que quieras. La premisa es ser tú. Si eres tú mismo, este país, incluso Facebook, te eximirá de responsabilidad. Solo en un país de auténticos gilipollas ser tú mismo es tan sobresaliente frente al mérito y el talento personal.

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Ha sido terrorífico. He estado cerca de no opinar sobre un tema que desconocía.

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Hace años empecé a seguir a algunos escritores de Facebook (incluso poetas). Creo que fui yo quién empezó a seguirlos y no al contrario. Luego descubrí que algunos también eran ilustradores, fotógrafos, actores, follagatos, activistas, ecologistas, veganos, bloggers, bailarines, directores de teatro, directores de cine, hombres del renacimiento, productores, agitadores culturales y saltimbanquis en general. Yo soy muy odiador de términos como ecléctico y artista integral. De igual modo seguí a algunas chicas, pero también porque había descubierto lo buenas que estaban, aunque eso no viene al caso. Tiendo a pensar que muchas veces los mejores no trabajan en los mejores sitios, que el universo no es ecuánime y que lo realmente (ecléctico) conciliador y armónico es la mediocridad. Este relato es un llamamiento, un change.org de iniciativa privada. Adopta un poeta y no lo abandones en una gasolinera.

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Discusión de pareja:
Día 1.
Ella: Bronca monumental. Le odia. Gritos. Alaridos. Esto se acabó.
Él: Toma la puerta. Mucha seguridad al principio, tembleque al final. Adiós loca. Y luego no me llames eh. Se tropieza con el felpudo. Blasfema: hostia puta, me cago en todo.
Día 2.
Ella: Queda con sus amigas. Vino blanco. Deriva en conversación lúbrica. Hablan de pollas, culos y bolsos.
Él: Deprimido. Trolea en Facebook. Llora bajito.
Día 3.
Ella: Se preocupa levemente por él.
Él: Bebe solo, poco aseado. Le entra a una señora de 62 años. La típica pirada borracha que te habla si te ve en el bar. Se dan conversación. Cuando puede se va la francesa. Llora bajito. Come un kebab. Por primera vez en medio año le habla al turco, y le pide un chupito.
Día 4:
Ella: Siente la tentación de llamarle.
Él: Tira de agenda. Chat de Messenger. Hola Marta, cuánto tiempo querida. Brota la esperanza y la expectativa.
Día 5:
Ella: Realmente le ama.
Él: Está jodido. Piensa que ella ya está acostándose con un consultor financiero de 52 años que se parece a cualquier tipo con pelazo del PP.
Día 6:
Ella: Quiere llamarle. Se decide por la noche.
Él: Está en el Toni2 con una borrachera que ni Hermann en sus mejores tiempos. No oye el móvil. Se abre Tinder a la mañana siguiente.
Día 7:
Hablan. Se van a dar una oportunidad. Él le dice que le han venido muy bien estos días. Introspección, reflexión y espejo interior. A ella también.

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Los Premios Planeta se suelen leer en la playa, debajo de una sombrilla, al lado de una bolsa de pipas, un Nestea, un niño muy coñazo que dice muchas veces «agua», y un yerno que lee el Marca y se llama Rosauro. La lectora se llama Conchi, trabaja en la Seguridad Social, con reducción de jornada, es clásica y quiere modernizarse, se puso un mechón de pelo azul; es socia del Círculo de Lectores desde 1975, y dice cosas como: «los personajes están muy logrados», «hay que ver la cantidad de adjetivos que pone para describir a la muchacha» y «engancha mucho». «Es el sueño de mi vida, no me lo creo», dijo la ganadora, muy equiparable a ganar Gran Hermano. Es muy habitual que los Premios Planeta no sean buena literatura. No tengo mucha idea, la verdad, mi experiencia se basa en leer las dos primeras páginas o la 235 al azar cuando estoy en FNAC. Como diría un poeta organizador de eventos: «a mí no me hace gracia».

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El infierno debe estar lleno de gente que acaba sus posts con JAJAJAJA, se da like a sí mismo y hace primer comentario.

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Autor

Javier Divisa. Mercader a tiempo parcial y escritor a intervalos fragmentarios. Autor de la novela Tres Hombres para Tres Ciudades, su segunda obra vio luz bajo el título Valientes Idiotas. Desarrolla su cáustica y rigor literario en reseñas literarias para Eñe y Revista Cultural Tarántula. Ejerce como articulista y cronista en CTXT y compagina la literatura con el business de la moda. Ha ganado algunos premios narrativos, todos sin la pertinente dotación económica, aunque eso es algo que podría lograr un mono con lobectomía cerebral. También ha sido incluido en diversas antologías de jóvenes autores de libros que están enterrados hace años en el cementerio de Père-Lachaise y no leyó nadie. Actualmente muere en Madrid, escribe varias veces todos los días a lapsos de quince minutos y nunca aparenta estar feliz en Facebook. Su tercera novela se llama Magdalena.

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