Para muchos sin piensa en Diane Keaton, la ven paseando con Woody Allen por Manhattan. Yo la veo en Rojos, con Warren Beatty debutante como director y protagonista. Tras el Óscar por Annie Hall, sorprendió al público con la solidez de su registro dramático, avalado por la nominación de la Academia. Pero para mí será siempre Kay Adams, la esposa de Michael Corleone -Al Pacino-, en El Padrino de Francis Ford Coppola. La actriz dio vida a Kay Adams a lo largo de casi veinte años, un privilegio que le permitió mostrar la evolución del personaje en las tres entregas de la saga.”
Su momento cumbre es cuando la familia asiste a la ópera“Cavalleria Rusticana”de Mascagni en Palermo, Sicilia. Asisten juntos porqueAnthony Corleone, hijo de Michael y Kay, debuta allí comocantante de ópera (tenor). Es un momento clave, ya que Michael por fin acepta que su hijo no quiere entrar en los negocios familiares y respeta su carrera artística. Pero será el preludio de la gran tragedia. Al salir en la escalinata del teatroMary (Sofía Coppola), hija de Michael (Al Pacino ) y Kay (Diane Keaton), morirá en un tiroteo, con lo que Katy, no puede evitar su destino como en las tragedias griegas.
La familia Corleone en el palco del Teatro Massimo de Palermo (Sicilia). En la imagen los actores Sofia Coppola, Diane Keaton Al Pacino John Savage, Don Novello de pie Andy Garcia y Talia Shire.
Diane Keaton tenía una forma particular de llevar las gafas, en el cine y en la vida. No eran un accesorio, eran un gesto: detrás de los cristales se adivinaba una mirada curiosa, irónica, vital. Igual que sus sombreros, chalecos y corbatas, las gafas se convirtieron en parte de un estilo inconfundible que transmitía frescura e independencia, una huella personal que traspasó la pantalla y marcó época.
Había en ella una energía irrepetible: un desparpajo elegante, una espontaneidad que hacía de lo cotidiano algo memorable. Con humor ligero y sensibilidad, Diane transformaba sus personajes en algo más que ficción: eran prolongaciones de su vitalidad, de su manera de habitar el mundo.
Falleció en la mañana del 11 de octubre de 2025, a los 79 años, según confirmó un portavoz de su familia. El comunicado pidió privacidad y respeto para sus seres cercanos. Y es que, aunque para el público los artistas parecen apenas alquimia proyectada en la pantalla, imágenes lejanas que nos fascinan, el vacío verdadero recae sobre quienes compartieron su intimidad.
“Woody Allen y Diane Keaton en Annie Hall (1977). Su interpretación le dio el Óscar a Mejor Actriz y convirtió al personaje en un icono moderno del cine.”
Sin embargo, sería injusto negar lo que generaciones enteras sentimos: Diane Keaton nos acompañó, con frescura, humor y vitalidad, a lo largo de más de cinco décadas de cine y televisión.
Su primera gran oportunidad llegó con Sueños de un seductor (1972), dirigida por Herbert Ross y escrita por Woody Allen a partir de su obra teatral. Allí brilló con ese estilo fresco y natural que la caracterizaría siempre. A partir de entonces, su colaboración con Allen marcaría el cine de los setenta. Con Annie Hall (1977) encarnó un personaje que redefinió la figura femenina en Hollywood: inteligente, irónica, moderna y cercana. La interpretación le valió el Óscar a Mejor Actriz y abrió un nuevo modelo de protagonista en la gran pantalla.
En Manhattan (1979) y más tarde en Misterioso asesinato en Manhattan (1993), consolidó esa imagen de mujer vital y lúcida, cómplice de la mirada del propio Allen. Aunque su relación sentimental fue breve, Allen reconoció siempre que Keaton fue su musa en los años fundacionales de su cine.
“Diane Keaton y Al Pacino en El Padrino III (1990). La actriz dio vida a Kay Adams a lo largo de casi veinte años, un privilegio que le permitió mostrar la evolución del personaje en las tres entregas de la saga.”
Pero Keaton fue mucho más que la musa de un director. Desde 1972 encarnó a Kay Adams, la esposa de Michael Corleone, en El Padrino de Francis Ford Coppola, y su evolución en la trilogía –culminada en 1990 con El Padrino III– es uno de los retratos femeninos más poderosos de la saga: de universitaria ingenua a mujer consciente del abismo moral que la rodeaba.
En los 80 y 90 amplió su registro: Reds (1981), bajo la dirección de Warren Beatty, le valió otra nominación al Óscar; en Father of the Bride (1991 y 1995) mostró su lado más cómico y entrañable; y en Marvin’s Room (1996) interpretó la vulnerabilidad con maestría, ganándose una nueva nominación de la Academia.
“Diane Keaton junto a Warren Beatty en Rojos (1981), película que le valió una nominación al Óscar por su intensa interpretación.”
Ya en el siglo XXI, sorprendió con Something’s Gotta Give (Cuando menos te lo esperas, 2003), donde compartió pantalla con Jack Nicholson. Su papel de mujer madura, independiente y capaz de vivir un romance auténtico le dio un Globo de Oro y otra nominación al Óscar, confirmando que el carisma no tiene edad.
Y todavía habría un capítulo más: en televisión, en 2016, interpretó a la hermana Mary en The Young Pope, la serie de Paolo Sorrentino. Allí fue tutora y guía espiritual del papa encarnado por Jude Law, un papel cargado de ternura, firmeza y misterio que volvió a mostrar su capacidad de reinventarse y deslumbrar en nuevos registros.
Óscar a Mejor Actriz por Annie Hall (1977), Globos de Oro por Annie Hall y Something’s Gotta Give. y se quedó a las puertas del al Óscar nominada en tres ocasiones mas por Reds, Marvin’s Room, Something’s Gotta Give).
Diane también fue la hermana Mary en la exitosa serie El joven papa (2016), de Paolo Sorrentino. Primero madre adoptiva en un orfanato y después consejera del excéntrico papa encarnado por Jude Law, Diane aportó ternura, firmeza y humor a un personaje entrañable.
Keaton dejó huella no solo por sus papeles, sino por su estilo. Con Annie Hall marcó tendencia con ropa masculina, corbatas, chalecos y sombreros, convirtiéndose en icono de moda. Su sello personal fue una mezcla de espontaneidad, humor y sensibilidad, muy lejos de la “estrella clásica” de Hollywood. Además de actriz, fue directora, fotógrafa y autora de memorias (Then Again y Let’s Just Say It Wasn’t Pretty).
Nunca se casó, aunque mantuvo relaciones conocidas con Woody Allen, Warren Beatty y Al Pacino. En los años 90 adoptó dos hijos, a quienes dedicó gran parte de su vida. En entrevistas solía afirmar que su verdadera historia de amor duradera había sido con su independencia y su trabajo creativo.
Diane Keaton fue Annie Hall, fue Kay Corleone, fue madre, amante, cómica, trágica y siempre auténtica. Fue también la hermana Mary que guió a un papa joven y perdido en un mundo de poder y fe. Entre la cercanía de su frescura y la distancia del mito, nos regaló una trayectoria inolvidable. Hoy queda el duelo íntimo de los suyos, pero también la certeza de que en la pantalla seguirá viva, fascinando a las generaciones que aún no han descubierto que la frescura, cuando es verdadera, se vuelve eternidad.
“Diane Keaton junto a Meryl Streep y Leonardo DiCaprio en La habitación de Marvin (1996). Su papel le valió una nominación al Óscar por una interpretación de gran hondura emocional.”
Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.
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