Despierta de golpe. Los rugidos quedan al otro lado, el de la pesadilla, pero la inquietud ya le ha mordido, así que se acoda en la ventana. Sus ojos atrapan la pincelada de una estrella fugaz en la noche. Le parece oír a Sofía: “¡Venga, Dani, pide un deseo!”. Sofía. Desde que ella falta, Dani es el único eje de su vida. Como en tantas noches de desvelo, decide asomarse a su dormitorio. No se ve nada, pero le tranquiliza escuchar la respiración profunda del niño. En el suelo se adivina un bulto grande: los trastos de acampada. Padre e hijo están ilusionados con ese fin de semana juntos. El pensamiento le reconforta y logra conciliar el sueño en cuanto regresa a su cama.
La luz de unos ojos esmeralda rasga la oscuridad. El felino se yergue a pocos centímetros del edredón, y Dani le susurra: “Casi nos pilla”. La pantera le da un lengüetazo antes de meterse de un salto en “El libro de la selva”, que el niño ha vuelto a abrir para ella. Ya casi dormido, Dani decide qué leerá mañana noche. Al fin y al cabo, el pobre Peter Pan lleva orbitando la casa como una estrella fugaz desde la última visita inesperada de papá.
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