“El tirano reclama vino dulce de las uvas ácidas”.
K.Gilbran
No sé si está sátira fue diseñada para hacer honor al lugar donde se estreno, La Casa de la Portera (, pero como toda obra que puede funcionar en cualquier espacio que la contenga, ahora ha cambiado el lugar donde brega a sus anchas el rocambolesco grupo que gira entorno a la portera.

Delicia es la que nos sumerge en una sátira estrafalaria, negra y original donde ni las palabras ni las imágenes quieren jugar al realismo. La situación absurda cargada de ironía obscura, cuenta tanto o más de la soledad, la subyugación y las formas de posesión de los humanos.
El constante tono disparatado hace que la digestión sea más ligera; con ese punto de cordura que da todo lo que parece a priori locura, por eso que dicen de que los locos cuentan verdades como puños.
Y digo digestión porque en lo primero que inmiscuye las narices el espectador es en una cena. No es Delicia, la portera de escapulario en el pecho, la que nos recibe si no un efebo en pantalones cortos tocando una dulce melodía que nos indica con una sonrisa que nos dirijamos al salón contiguo donde una esperpéntica mujer disfruta, en esta ocasión, de espárragos en botes de cristal, langostinos, y tetrabrik de vino; por supuesto nos ofrece. Vemos en la mujer de tocado a lo Frida Kahlo su educación, lo grotesco de su figura y su querencia a lo masculino.
Mujer y mesa preparadas para una fastuosa y extraña celebración. Ella es señora, venida a menos, o más bien atrapada en algún lugar de la cabeza de la portera, que eso no le hace quedar en posición ventajosa. Él, ni más ni menos que la Virgen María- ahí es nada- con sus ligueros, su trajecito de niño bueno y sus canciones en hebreo, ingles y quizás otros idiomas inteligibles para el alma.

La actriz: Juana Cordero. El actor: David Bueno (David Good). Ambos impecables en su interpretación y en su melodía.
Y entonces irrumpe la portera, la actriz Juana Andueza, y todo el cuadro cobra sentido. Ahora sí que es una delicia. Ambas Juanas se compenetran, se contrarrestan, se retan, se divierten y nos lanzan frases como puñales mientras esgrimen las razones de esa celebración, rellenita a más no poder de matices bíblicos.
¡Yo vería horas y horas de estas mujeres en escena! (Acotación que me ha salido de la entraña. Iba a poner “Fin de la cita” pero me parece de un pésimo gusto)
Alrededor de la mesa de manjares proletarios iluminada como un árbol de navidad, se hace un repaso a la lucha de clases, a la humillación de los pueblos oprimidos: “porque humillar es de hombres y mamíferos”. Repaso inteligente, ágil y divertido. Suena el timbre y la Virgen nos manda a otra habitación para recibir a la inesperada visita.

De nuevo el oprobio, esta vez escenificado por María Reyes, que da vida a la hija de la portera y su nieta, Lucia Caraballo. Ellas son evidentemente bellas en su envoltorio, no en vano se elige a una ex Miss con voz angelical para que interprete a la hija y a una niña que hace estar preocupadísima por su imagen. La belleza frente a lo grotesco oculta perversas intenciones.
Se podría pensar que pueden ser el contrapunto cuerdo a lo que hemos visto antes, pero a estas alturas del cuento, no deseamos ni un pelín de “sesgo cognitivo” racional en la función. Menos mal que la gran Juana, nuestra querida Delicia sigue con su vis loca-cuerda, su grotesca presencia, ya tan amada, despreciando y posicionándose en su inteligente miseria.
Y gracias a estos dos nuevos personajes lo que antes, durante la cena, nos habían dado en pequeños toquecitos de atención muy bien construidos, ahora con una gran libro sagrado en la mano, pasa de metáfora visual a una disertación sobre el pueblo judío y el conflicto Palestino. La indagación en la simbología judeo cristiana está presente durante toda la función: desde las uvas hasta un cordero-mascota, pero en esta segunda parte, se dejan de sutilezas o referencias universales a la subyugación de cualquier pueblo, persona y raza centrándolo en este especifico conflicto de ocupación.
Juana Andueza sigue magnifica.

Otra perla envenenada que traen las nuevas inquilinas es la de poner etiqueta a los disparates de nuestra Delicia: Apofenia. Es decir, la experiencia de ver patrones y/o conexiones en sucesos aleatorios o datos sin sentido. Un síntoma muy típico de la psicosis, que tiene como preferencia los fenómenos religiosos y paranormales. Hubiera preferido no saberlo. Me gustaban más sus apofenias cuando no sabia como se llamaban.
Todo este entramado surrealista, burlesco, con la pureza de la locura, la fuerza del humor y las traídas a otra realidad la realidad que nos acontece, sale de la pluma de Triana Lorite, una dramaturga con un sentido de la escritura juguetón, intenso, negro y diferente. Dirige, con acierto y con mucho disfrute, Alberto Velasco. Se nota.
Delicia se estrenó en La Casa de la Portera en enero del 2015 / Director: Alberto Velasco / Dramaturga: Triana Lorite /Actuación: Juana Andueza, Juana Cordero, María Reyes, Lucía Caraballo y David Good/ Ayudante de Dirección: Karmen Garay



