Los estudios de animación Pixar llevaban una temporada volando a una altura menor de la que nos tenían (mal)acostumbrados. Cars 2 y Monstruos University, secuelas de dos de sus mayores éxitos no acabaron de convencer a la crítica, y Brave quedó quizá como un título demasiado destinado el sector infantil y juvenil. Al fin y al cabo, la empresa creada por el gran John Lasetter se había caracterizado por crear productos que iban dirigidos a los menores, pero incluían numerosos guiños al público adulto.
Del revés vuelve a la buena senda con una historia que puede contentar a grandes y a pequeños. Al fin y al cabo, el responsable máximo del filme es Pete Docter, director de joyas como Monstruos S.A. y Up. En compañía en esta ocasión de Ronaldo del Carmen, el cineasta nos introduce en una cinta que funciona a dos niveles. Por un lado, nos encontramos con la historia de una niña que afronta su particular crisis cuando sus padres se mudan a otra ciudad. Por otro, somos testigos del comportamiento de las emociones que se encuentran en el interior de la cría: Tristeza, Asco, Miedo, Ira y Tristeza.
Como ya es habitual en las cintas de Docter, la película incluye sus particulares dosis de drama y comedia. La historia de esa pequeña que comienza a conocer los sinsabores de la vida parece dirigida más a los más mayores, que seguro que sabrán por propia experiencia que el fin de la infancia comienza cuando uno empieza a darse cuenta que no siempre se logra aquello que uno desea. A la vez, seguimos las aventuras de Alegría y Tristeza, dos emociones contrapuestas que intentarán que hacer todo lo posible para evitar que la joven caiga en una profunda depresión.
El filme conjuga con maestría la prodigiosa animación, tan perfecta como siempre, con el mensaje profundo y la aparente ligereza de la superficie. Como siempre en las mejores producciones de Pixar, los más pequeños valorarán las gracias de los protagonistas y los elementos más propios de un filme de acción, mientras que los mayores apreciarán ese tono más reflexivo. Todo ello presentado con la magistral técnica de los estudios y una banda sonora de excepción, obra del gran Michael Giacchino.
Por el contrario, el corto que suele acompañar al filme principal no está a la altura de su hermana mayor. Lava, la historia de un volcán que suspira por encontrar una pareja que alivie su soledad, resulta aburrido y terriblemente largo. Ni la pegadiza canción que suena a lo largo de su escaso metraje logra que esta pequeña película alce el vuelo.