De brujas y otras cosas…, de José Manuel Lasala

De brujas y otras cosas…, de José Manuel Lasala

Un cuento de nuestro tertuliano José Manuel Lasala, que habla de brujas y otras cosas de miedo, o no…

De brujas y otras cosas…, de José Manuel Lasala

Estaba tomando unas copas con un amigo por el barrio de Malasaña, cuando mi amigo me comentó que no le iban bien las cosas con su pareja. A partir de ese momento, se suscitó una discusión sobre la existencia de las brujas. Le dije que yo había tenido un experiencia con una bruja buena, aunque luego se torció un poco. No dio ningún crédito a mi afirmación, y me pidió que le contara los detalles del encuentro, y así transcurrió nuestro diálogo:

-Dime la verdad, ¿la viste o te estás inventando una historia?
-Comprendo tu escepticismo pero no te estoy contando un cuento sino que la vi, y no a una sino a tres. Estaba haciendo la llamada ruta del oso en Asturias, precioso camino que transcurre por el antiguo trazado de un ferrocarril, transformado en vía verde, y allí las vi. Estaban a la vera de un arroyo en la linde de un bosque. Quedé impresionado por su belleza. Llevaban una larga melena suelta entrelazada con flores, iban vestidas con una especie de túnicas blancas que le llegaban hasta los pies, y calzadas con sandalias. Una de ellas tenía un instrumento antiguo de cuatro cuerdas con el que emitía una música suave que captaba la atención y te inmovilizaba. Irradiaban una especie de bondad que se podía sentir. Luego me he enterado que en esa tierra las llaman Xanas, las brujas buenas que siempre traen suerte al caminante que se las encuentra. ¿De verdad no te has encontrado nunca con una bruja?

Mi amigo se quedó pensativo, apuró su vaso de vino, pidió otro y al fin me confesó:
-Pues la verdad, no había caído, pero ahora que recuerdo me parece que sí, aunque en mi caso era de Cuenca o eso me dijo. Me paró en la calle para preguntarme una dirección y me dijo que había perdido el tren y que andaba tan corta de dinero como de falda. Me hizo gracia, nos tomamos unas copas, era mona y la invité a mi casa.

-Pero tío no te ralles. Esa no era una bruja. Me estás hablando del clásico ligue.
-Eso creía yo, pero recordando lo rápido que se fue, antes de que me despertara y llevándose mi cartera, mi reloj y mi ordenador portátil, supuse que tal vez hubiera salido volando por la ventana.
-Pues esa no era una bruja. Yo creo que las brujas en general son buenas y no andan por ahí desplumando a pardillos como tú. Yo también cometí la misma equivocación. Ocurrió una noche que estaba celebrando con un grupo de amigos las hogueras de San Juan. Bebimos demasiado y a uno se le ocurrió la idea de acabar la noche en una casa de señoritas, así que me vi en una habitación tumbado en una cama y con una señora al lado. Cuando en medio de mi semi inconsciencia etílica intenté un abrazo, seguramente parecido al que puede dar un oso, la señora en cuestión emitió un largo silbido y, esa sí, salió volando por la ventana. Cuando al día siguiente comenté a mis amigos que me había acostado con una bruja, todos se echaron a reír. Al parecer lo que había sucedido es que, viéndome tan bebido y suponiendo que no me daría cuenta de nada, como no había señoras para todos, me habían metido en la habitación una muñeca hinchable que no resistió mi poderosa embestida.
-Bueno, déjate de más rollos y cuéntame qué te dijo tu bruja.
-Me contó una historia triste. Me dijo que era la sobrina de un primo hermano de un pariente lejano de la tercera mujer del rey Tancredo de León, y que su padre le había querido casar con un señor, que a su vez era descendiente de un cuñado de un primo segundo por parte de madre del yerno de Don Rodrigo. Pero cuando le presentaron al novio, este tenía barriga, un gran bigote con restos de su última comida y olía a ajo, en resumen, que era absolutamente mugroso. La Xana, que entonces se llamaba Dorotea, huyó despavorida, y se refugió en los brazos de uno de los caballerizos de su padre que era descendiente por parte de madre de una vecina que tuvo relaciones con una amiga íntima del Conde Don Julián, el que dejó entrar a los moros en España porque Don Rodrigo se estaba beneficiando a su mujer, o eso dicen.
– Oye , estoy perdido y mareado con tanto parentesco. Ves al grano.
-Bueno, el caso es que el padre de Dorotea se enteró de tal desafuero que tanto comprometía su honor, encerró a la niña en una torre, después de proveerla de un cinturón de castidad que a pesar de su holgada talla le llenó de rozaduras sus partes más íntimas. Del destino del caballerizo, inocente victima del amor, nada se volvió a saber. No se contentó con tales crueles medidas el padre de Dorotea, sino que además contrató los servicios de una hechicera mora, descendiente por línea directa de un hermano de un amigo de Almanzor, que redujo para siempre a Dorotea a su estado actual de Xana, del que al parecer solo podría salir, según me aclaró entre lágrimas y sollozos, el día que un caminante le declarara su sincero y duradero amor.
-Joder, joder, ahora sí que entiendo que te quedaras flipando. ¿Y qué hiciste?
-Al escuchar tan historia no sabía donde meterme. Estaba emocionado, pero en ese momento llegaba más gente y la Xana tuvo que marcharse. No sin que antes me entregara una especie de flauta, a cuyo sonido, ella aparecería, si tal era mi deseo. Y con esto me quedé solo.
-¿Y volviste a verla? Preguntó mi amigo.
– Pues claro. Se convirtió en una obsesión, no pensaba más que en volver a verla, y al tercer día me las arreglé para pasar por el pequeño puente y, con el corazón latiéndome de emoción, toqué la flauta que me había entregado. Todavía no se había apagado el sonido, cuando apareció a mi lado tan bella como la primera vez. Yo quería decirle que por ella haría de Celestina y que le iba a buscar un novio que no se lo iba a acabar, pero fue verla y una fuerza irresistible me obligó a abrazarla y a declararle mi eterno e inquebrantable amor. Así se rompió el hechizo y apareció Dorotea en todo su esplendor. Me prometió que siempre estaría a mi lado y… vaya si lo ha cumplido.
-Entonces sí que está contigo.
-Si. Ahora tenemos cuatro hijos, se ha puesto gorda, y ni siquiera se afeita el bigote que le sale. La doncella de tan dulce carácter se ha convertido en una especie de sargento y a mi no me deja tranquilo ni a sol ni a sombra. No veas lo que he tenido que hacer para venir a tomar una copa contigo. La otra noche que volví un poco tarde tuve que simular un secuestro y cuando ya venía a sacudirme le tuve que decir “no pagues el rescate que ya me han soltado”, y aun así no se quedó muy convencida.
-Es terrible lo que me cuentas, pero ¿por qué no te revelas?
-Ya lo he pensado, pero no es posible. Me ha amenazado que, ante cualquier movimiento de liberación por mi parte, echará mano de sus antiguos poderes y me convertirá en una rana, un sapo o algo peor. Me tiene bien cogido. Te voy a dar un consejo. Si alguna vez te encuentras con alguna bruja por buena que sea no dejes de tomar precauciones, y aun así puede que sucumbas ante sus evidentes encantos y te veas como yo. Y me voy, porque ya me estará esperando Dorotea, y no quiero acabar en urgencias. Suerte, y sigue mi consejo.
Pedro se marchó, pensando con tristeza en lo que le había contado su amigo. En estas cavilaciones andaba cuando de repente cayó en la cuenta de que había quedado con Adelaida para cenar al día siguiente. Se la encontró a la salida de unos grandes almacenes, y en seguida le vino a la memoria…¡que llevaba una escoba! Ella le comentó que había hecho unas compras en El Corte Inglés. De repente, Pedro sintió que no quería arriesgarse, cogió el móvil y la llamó para decirle que lo sentía mucho pero que había quedado con un amigo para ver un partido de fútbol en su casa y no podría acudir a la cita.

Autor

Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía y decenas de artículos, así como cinco novelas (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), sendos ensayos sobre los escritores Manuel Rico, 2012, y Haruki Murakami, 2013, y un libro de microrrelatos, los "Cuentos de los viernes", 2015. En la actualidad está escribiendo un segundo libro de microrrelatos: "Cuentos de los otros" y una nueva novela.

5 comments

  • Estupendo culebrón fantástico-brujeril, bien engarzado de principio a fin con dinamismo y vigor. Fresco y burbujeante, bien humorado y sensible. Un logro.

    Contestar
  • Atardecer en la mar, me he reído con este aquelarre postmoderno. Tu sentido del humor no tiene precio. Un abrazo y hasta mañana que seguro compartiremos algún vinito entre risas y agudezas tuyas varias, como siempre.

    Contestar
  • gracias a los dos inteligentes por vuestros comentarios de los que tomo buena nota. Da gusto tratar con gente inteligente ( en el caso de Mar inteligente más guapa…Humm. ¡¡¡ que coktail ¡¡¡

    Contestar
    • Hala, xagerao, que no me tienes que hacer la rosca para convencerme de lo del barco, estoy más que convencida. Sólo hace falta completar el aforo y la nevera y poner fecha.

      Contestar
  • Me ha encantado Jóse Manuel. Y me imagino lo bien que lo has debido pasar tu solo al escribirlo y sobre todo «pergeñarlo»………. Te seguiré la pista en tus futuros relatos.

    Contestar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *