Por NACHO CABANA.
PLAYGROUND de Bartosz M. Kowalski.
A Playground conviene acercarse sin haber leído nada acerca de ella y sin haber visto el tráiler. No tanto por lo que de «spoiler· puedan tener éstos sino porque Kowalski amplia y desarrolla en su película los elementos mostrados en el avance sin realmente proponer ninguno adicional. Estructurada en tres bloques (con diferentes capítulos dentro de cada uno de ellos) Playground es más una película-concepto que una narración fluida.
En el primer segmento presenta a los tres preadolescentes principales; en el segundo cuenta cómo los dos varones acosan a la chica del grupo mientras el tercero muestra el brutal suceso que genera el film (aquel famoso caso británico del asesinato de James Bulger). El primero lo cuenta su autor siguiendo cámara en mano a los protagonistas en sus casas antes de salir para el colegio; pasa al segundo acto con un acertado corte de plano y filma luego el bullyng con primeros planos y montaje sin raccord para ocupar la última parte con un largo y lejano plano secuencia.
Todo para contar algo que conocemos desde el principio y que Kowalski expone intentando demostrar que es el nuevo Gus Van Sant. Habrá habrá que esperar a sus futuros trabajos para saber si es verdad o no. Lo que de momento confirma Playground es una extraordinaria habilidad para dirigir a actores adolescentes en secuencias muy difíciles no solo de interpretar sino incluso de comprender para ellos.
MALGRÉ LA NUIT de Philippe Grandrieux
Aunque éste es su cuarto largometraje, Philippe Grandrieux está más cerca del videoarte y las perfomances audiovisuales que del mundo del cine. Algo que se nota en esta Malgré la nuit, un acercamiento a los lados oscuros del deseo y la insatisfacción de un hombre dividido entre tres mujeres (dos presentes y una ausente) contada a partir de secuencias que se pueden entender aisladamente como piezas artísticas autosuficientes.
El conjunto funciona razonablemente bien visto desde el punto de vista plástico. Hay coherencia en las propuestas estéticas a la vez variación en las ideas desarrolladas. Grandrieux va poco a poco introduciendo bits narrativos que conforman, al menos al principio, una serie de vectores narrativos bastante interesante.
El problema nace cuando la duración de la película comienza a pesarle a su autor (dos horas y media) e intenta aumentar lo que de informativo hay en su labor pasando de una historia abierta (y esbozándose) a una confusión no buscada en la identidad de las mujeres protagonistas.
Es entonces cuando los continuos juegos con la profundidad de campo y los colchones sonoros comienzan a contagiar su repetición al conjunto.