Por NACHO CABANA
PERSONAL SHOPPER de Olivier Assayas.
Personal shopper fue, junto a The neon demon (2016) de Nicolas Winding Refn la película que más división de opiniones causó en el pasado Festival de Cannes, un lugar que puede catapultar a la gloria a mediocridades como Yo, Daniel Blake de Ken Loach y hundir la carrera comercial de una película como Diré tu nombre de Sean Penn.
Muchos críticos se vieron obligados, para defender la película de Assayas, a leerla como una revisitación en clave autoral de una serie de temas recurrentes del género de fantasmas en el que se inscribe. Algo así como una versión “arty” de American horror story (2011- ) de Brad Falchuk y Ryan Murphy.
Y la verdad es que, siendo legítimo tal acercamiento a Personal shopper, ésta es ante todo una película de terror que consigue crear miedo y tensión ¡con una sucesión de conversaciones de «whatsapp»!. También maneja con soltura su director y guionista la doble profesión de la protagonista. Una Kristen Stewart que, con su habitual cara de estar digiriendo comida china en mal estado, interpreta a la compradora personal de una estrella que a la vez es médium y que no quiere vender la casa de su recién fallecido hermano hasta que éste le mande, como quedaron, un mensaje desde el más allá. El descubrimiento del lado oscuro de la mujer no se representa a través del sexo sino de la rendición a los dioses del consumo (en parte como los protagonistas de Nocturama de Bertrand Bonello).
Pasando de puntillas por las explicaciones racionales, Assayas inicia su relato justo donde en un guión más torpe estaría el primer punto de giro con lo que consigue una agilidad que pone en juego (ganando la partida) en el viaje relámpago de la medium a Londres.
Con un buen diseño de los efectos digitales, Personal shopper podríamos decir que la película de Assayas hunde sus raíces en el cine de Kiyoshi Kurosawa si no fuera porque en el D´Autor 2017 hemos visto la (penúltima) película del director de Kairo -2001- (la primera que rueda fuera de Japón). un bodrio que se demora más de dos horas en olvidar cualquier buena idea inicial.
LE SECRET DE LA CHAMBRE NOIRE de Kurosawa.
Daguerreotype es el título en inglés de este trabajo en el que Kurosawa parte de una idea muy sugerente: un fotógrafo en el París actual se dedica a inmovilizar a sus modelos (principalmente su hija) para retratarles con daguerrotipos de tamaño natural, una técnica primitiva que requiere exposiciones de una hora o más de duración. La posibilidad de que alguien muera durante ese registro visual aparece tímidamente sugerida; lo que de sadismo, tortura y vampirismo del artista frente a su modelo pueda tener semejante acto creativo ni siquiera se le ha pasado por la mente a Kurosawa.
En su lugar el director y guionista nos propone… ¡la trama del acoso inmobiliario!. Uno de esos argumentos que, de existir una policía del guión, deberían suponer la puesta inmediata a disposición judicial del escritor que se atreva a estructurar una historia con él.
Según avanza la plana y academicista en el peor sentido de la palabra puesta en escena del otrora brillante creador de terrores poéticos va desapareciendo toda huella de inspiración para acumular secuencias vacías que ni siquiera parecen haber sido puestas en cuestión durante la edición.
Comparar Le secret de la chambre noire con Personal shopper es descubrir que hacer una buena película de terror es tan difícil como hacer una buena película de autor.