Por NACHO CABANA
Lo más complicado para un narrador a la hora de abordar “grandes temas” como la pedofilia o la violencia de género es escapar del tópico y la previsibilidad. Es muy fácil intentar conmover al espectador (y ganarse de paso la indulgencia de los políticamente correctos) siendo explícito y sensacionalista en la representación del dolor las víctimas de determinadas lacras sociales. Obviamente, eso no quiere decir que la denuncia pretendida resulte eficaz ni la calidad de la obra resultante, destacable. Largometrajes como Te doy mis ojos (2003) de Izíar Bollaín, La por (2013) de Jordi Cadena o No tengas miedo (2013) de Montxo Armendáriz alcanzaron sus objetivos buscando el conflicto en lugares alejados de la obviedad.
La misma estrategia que sigue la película sueca Mi perfecta hermana de Sanna Lenken que cuenta un caso de anorexia, no poniendo el foco en la muchacha que la sufre, sino en el conflicto que se le plantea a su hermana pequeña quien se ha de enfrentar a un problema mortal sin contar por edad con las armas necesarias. Lenken afronta su película con tanto tacto como delicadeza, intentando centrase en todo momento en la pequeña protagonista de su historia y no en el personaje que desencadena todo el drama. Lo consigue en casi todo su metraje aunque el relato tarda un poco en comenzar y, con la finalidad de no estancarse, recurre en su segundo punto de giro a algunas secuencias redundantes de vómito y desgarro familiar. Una película estupenda sobre todo gracias a la prodigiosa Rebecka Josephson: hay que saber dirigir muy bien a los actores infantiles para hacer recaer el peso de tu ópera prima sobre una niña de diez años.
También tienen problemas graves (aunque no se dan cuenta) los adolescentes de Bang Gang de Eva Husson, una película bendecida por la denuncia que de sus escenas sexuales ha hecho Promouvoir, una de esas asociaciones de ultraderecha que nadie sabe a quién representan ni cuántos miembros militan en ellas pero que encuentran en sus rasgados públicos de vestiduras una repercusión exagerada por parte de los mismos medios de comunicación que a menudo menosprecian las manifestaciones culturales contra las que los fundamentalistas cristianos arremeten.
Cuenta Husson el verano de unos adolescentes aficionados a montar fiestas sexuales que acaban irremediablemente en sesiones de sexo colectivo. Las relaciones que se producen entre los protagonistas son tan tópicas como los estereotipos que las protagonizan; el retrato de una juventud que encuentra en el sexo la única forma medianamente satisfactoria de matar el tiempo es tan superficial como el montaje videoclipero utilizado por su autora durante las orgías. Hay un momento en la película que evidencia lo que de impostura hay en toda su ejecución: en un momento del relato, alguien cuelga en Youtube los videos porno que graban los protagonistas y sus amigos durante las fiestas y los implicados comienzan a buscar al responsable para que los retire. Cualquier persona medianamente enterada sabe que las imágenes pornográficas tienen los minutos contados en esta plataforma audiovisual y que cualquier usuario puede denunciar su existencia.
Quizás no basta con que una historia así sea dirigida por una mujer para disipar las sospechas de sexplotation que flotan en todo el metraje de Bang Gang. Tal vez hubiera sido necesario también que su responsable fuera una persona menor de 20 años para conseguir con este material una película honesta.
Para finalizar, Terence Davies presentó Sunset Song, un film que se puede calificar con igual acierto de clásico o de antiguo; de teatral o de cinematográfico; de quedarse corto en algunos de sus pasajes o de estar innecesariamente alargado. Lo que sí resulta indiscutible es que está muy bien interpretada por Agyness Deyn, la fotografía de Michael McDonough es impecable y que la conclusión en el devenir de los protagonistas es, al menos para el que esto escribe, incomprensible. Lo que, tras más de dos horas de proyección, resulta preocupante.
(SPOILER: Que alguien por favor me explique por qué la deserción del marido de la protagonista y su fusilamiento final son en realidad un sacrificio por su amada y la tierra donde vivieron juntos, máxime cuando a su regreso de la guerra el muchacho ha pasado de ser un dechado de virtudes a un peligroso maltratador).