El director y dramaturgo argentino ha escrito y dirigido “Déjame ser la sombra de tu perro”, una obra que la compañía “La Jauría” representa todo el mes de febrero en la malasañera Sala La Nao 8. Tras ganar los premios al Mejor Equipo Artístico en el Festival de Donostia y los premios al Mejor Espectáculo, Mejor Autor (Daniel Dimeco) y Mejor Actriz (Clara Santafé) en el Festival de Bilbao, llenando durante octubre Sala Tú, esta obra, basada en un verso de Jacques Brel, vuelve al Triball madrileño. Un cabaret donde un hombre y seis mujeres desfilan al borde de un precipicio vital, al que les empujan sus pasados, sus traumas y el elemento común donde se empiezan a gestar los dolores: la familia.
Reconoce que antes de su otra pasión –la Literatura- estuvo el Teatro. La inmediatez de la escena, la cercanía de los personajes, la imaginación presente entre las cuatro patas fue lo que le atrapó. La posibilidad que le otorgaba el trascender lo presente, lo más evidente, forzando a la maquinaria creativa del cerebro a romper esquemas y a inventar mundos. Daniel Dimeco (Premio Buero Vallejo 2010, Premio Autores Argentinos 2009, Premio Teatro Mínimo Rafael Guerrero 2007) recuerda un Shylock de Norman Briski en el porteño Teatro San Martín como el momento en el que la escena le imantó y quiso dedicarse a ella. Lo no convencional, una cualidad tan inherente al teatro argentino. Lo no convencional, un reto que se ha planteado en todas sus obras. Aquel “Mercader de Venecia” y un “Hamlet” danés fueron lo que le decidieron a meterse en este mundo. “Vi el montaje de Hamlet en Elsinor –nos cuenta. Totalmente trasgresor. Porque Ofelia y la Reina eran negras. Rompió en mi cabeza lo dogmático: da igual el color de la piel de Ofelia, lo importante es innovar mientras se respete el texto”.
Precisamente, la necesidad de romper y de poner sobre un escenario angustias y dolores que normalmente callamos en el teatro de la vida fue lo que le llevó a iniciar el camino de improvisaciones del que surgiría “Déjame ser la sombra de tu perro” , cuyo título nace de los versos del “Ne me quitte pas” de Jacques Brel.
El proyecto comenzó en junio de 2013 con actores egresados de la Sala Cuarta Pared y del Laboratorio de Teatro Willian Layton: Raquel Domenech, Clara Santafé, Isabel Arenal, Shandra Sánchez, Belén Méndez, Beatriz Ortega y Antonio Martín Mera.
¿Por qué el miedo como tema central? “Porque era un tema que nos atraía a todos y porque nos permitió empezar a trabajar desde vivencias personales, que fuimos convirtiendo en psicología propia de los personajes. Con ese trabajo nos dimos cuenta de que los miedos nos traspasan a todos, nos limitan la vida y crean relaciones interpersonales muy complicadas, que podrían ser más sencillas sin esas barreras. Unas barreras que, claro está, tienen diferentes alturas”.
El ser humano no suele demostrar sus flaquezas. Sobre todo, si éstas ese hallan “estigmatizadas” por la sociedad. La enfermedad mental, la drogodependencia, el alcoholismo, la promiscuidad, la humillación, la violencia de género siguen estando proscritos. O son frivolizados. Dimeco reconoce que hay tabúes alrededor del miedo, pero que el mayor es el que se pone uno mismo. “Es difícil decir en voz alta a qué tenemos miedo. Porque, por lo general, no lo reconocemos ante nosotros mismos y no lo podemos afrontar. Solemos pensar que el problema está en el de enfrente. Es una forma de tapar el sol con la mano”.
Las seis mujeres y el hombre que protagonizan la obra tienen el miedo como hándicap. Esa dificultad hace que, una y otra vez, choquen frontalmente contra lo que más los acaba dañando. Ésa es una de las razones por las que todos los personajes se convierten en víctimas de sí mismos, independientemente de la relación que tengan con otros y del daño que esos otros les puedan hacer. El mayor sufrimiento viene de su interior. Los miedos que padecen son los que llevan al título de la obra: todos ellos son capaces de arrastrarse, de humillarse, de ser sombras con tal de que alguien les tenga en cuenta”.
En esta versión renovada, escrita expresamente para ser estrenada en La Nao 8, Dimeco propone un drama sarcástico y feroz en el que la música se intercala con el entramado de la obra y donde “el cabaret es la fantasía de la maestra de ceremonias, una construcción mental surrealista en la que poder expresar lo que se suele esconder. Al fin y al cabo, todos los personajes coquetean con lo más esperpéntico de sí mismos”.
Alina Costa, una doctora que rechaza el contacto humano (Raquel Domenech); Julia, una bailarina con un pasado silenciado (Shandra Sánchez); María, una matriarca saturnina (Beatriz Ortega); Damián, un aficionado a las manos muertas (Antonio Martín Mera); Andrea, una chica que oscila entra las adicciones y la bipolaridad (Isabel Arenal); Sara, una mujer luchadora que ingresa en el seno de una familia rica (Belén Méndez); y Leonora, benjamina de un poderoso clan y maltratada por su padre (Clara Santafé) son la “comparsa” que forma este cabaret.
“En la obra, ninguno se enfrenta a su miedo, tampoco lo asume o intenta liberarse de él. Algunos lo hacen porque las circunstancias los empujan. Es el caso de Julia: o me enfrento a lo que me tortura desde hace cinco años o lo que me espera es el suicidio. O el de Leonora: o escapo del ambiente asfixiante donde soy el caniche de papá o éste me aplastará. Como la mayoría de ellos no tienen salida, cuando en la obra sufren “una emboscada”, o “mueren” o hacen lo que el gato acorralado: saltan. Y en ese salto, arañan al que está enfrente o caen al vacío”.
Dimeco también ha hecho hincapié en esta obra en los conflictos familiares, germen de los miedos más desestabilizadores, los más emparentados con la afectividad primaria. “En escena, una madre y una hija, María y Andrea, insisten en tener una conversación que se les retrasa en el tiempo: ahí están las aprensiones mutuas, las que han nacido de ese seno familiar”.
En escena hay un único hombre, Damián, en apariencia, el más problemático de todos. “Damián es un gran prisionero de su obsesión. Como buen psicópata su nivel de afectividad es bastante bajo, es un asocial, va en contra de las normas”, revela el director. Entre todos ellos, sí hay alguno que pelea de un modo diferente contra sus circunstancias: “Si bien Sara Terraluna desea que su marido muera para conseguir liberarse de la violencia, lucha como un perro de caza dentro del círculo aristocrático que la rechaza por su origen”.
Tras las tres funciones realizadas en La Nao 8 la compañía se siente muy cómoda en este espacio del off madrileño.
Nos cuenta Clara Santafé, ayudante de dirección “Se da la paradoja de que en La Nao 8 la cercanía es tal que no hay cuarta pared, permitiendo al espectador elegir un personaje al azar y acompañarle durante toda la función. Es muy importante como espectador el poder oír la respiración del actor trabajando, no a través de un micrófono sino teniéndolo a 20 centímetros. Es un teatro más desnudo, y eso no permite ocultar los fallos. Me resulta un teatro más vivo”.
Nos revela Dimeco que “esta primera experiencia como director ha sido en cierto modo adictiva, todo un proceso de aprendizaje maravilloso, una prueba de fuego. Yo tenía claro que ésta iba a ser mi primera experiencia o, en su defecto, la única. Y he descubierto que es la primera”.
Este admirador de Peter Brook ya está maquinando su próximo proyecto: un laboratorio en el que trabajar siete tipos de sueños diferentes en una pareja, los siete sueños de los que hablaba Bergman. El sueño divertido, el de la humillación, el erótico, el del hastío, el del terror, el de la aniquilación y el la madre. Siguiendo su estilo, la primera parte estará basada en la improvisación. Los actores partirán de una situación concreta e irán transitando por esos siete sueños.
Mientras tanto, el cabaret negro de “Déjame ser la sombra de tu perro” seguirá poniendo contra las cuerda a los espectadores en la recién nacida La Nao 8. Enfrentándolo con sus zonas oscuras, llevándole de la mano por la ceguera, el orgullo, la desprotección, la sangre fría o la fragilidad. Al fin y al cabo, partes todas de nosotros mismos. Las queramos o no reconocer.