El cine latinoamericano ha sido protagonista y ganador en el primer fin de semana del Festival de Cine de Autor que se celebra en Barcelona hasta el domingo que viene. La políticas de apoyo a las producciones mexicanas y argentinas han permitido la existencia de dos películas tan extraordinarias, maduras y distintas como Güeros de Alonso Ruizpalacios y El incendio de Juan Schnitman.
La primera es, antes que nada, un largometraje sobre el DF a pesar de que los primeros veinte minutos transcurren casi íntegramente en el interior de un piso ocupado por los protagonistas. La excusa argumental para la road movie urbana que veremos después (la búsqueda de una antigua estrella del rock mexicano) da pie a una hermosa historia sobre un salvador salvado por aquel a quien el primero iba a salvar. Rodada en blanco y negro por toda la ciudad (qué gusto ver una película llena de exteriores) y ambientada durante la huelga de estudiantes que paralizó la UNAM en 1999, se disfruta más si el espectador conoce algo de la idiosincrasia chilanga presente en personajes y diálogos.
Ruizpalacios compone con intención y plástica cada plano. Mide con precisión los momentos cómicos, los documentales, los diálogos, las secuencias de acción y los tiempos muertos y está a punto de arruinarlo todo cuando, hacia la mitad de la proyección, los personajes (como si estuvieran en una película iraní) son súbitamente conscientes de estar dentro de una ficción. Afortunadamente es nada más un momento y enseguida se remonta el vuelo. En teoría Güeros se estrenará en salas durante el inminente mes de Mayo así que no se la pierdan.
La otra producción latinoamericana que hemos podido disfrutar se llama El incendio y no esperen ver aparecer en ella a ningún bombero. El debut en solitario de Schnitman habla de cómo un simple contratiempo puede desencadenar la crisis de una pareja a punto de consumar el equivalente moderno al matrimonio: la firma de una hipoteca. Deudora confesa del cine de los Dardenne y de Una mujer bajo la influencia (1974) de John Cassavetes, El incendio tiene en sus dos actores protagonista su mejor baza. Pilar Gamboa y Juan Barberini, especialmente ella, hacen suyo cada gesto, cada línea de diálogo, cada rencor, cada sentimiento no expresado y cada reproche enunciado.

El debut en solitario de Schnitman habla de cómo un simple contratiempo puede desencadenar la crisis de una pareja.
Schnitman rueda con la cámara muy cerca de sus rostros y coreografía cada movimiento, cada lágrima, cada sonrisa sin que lo parezca. Excepcionales la escena del coito entre los protagonistas en el garaje. la secuencia de la protagonista en el médico y el inicio y el final rodados como si de una película de terror se tratara. La idea con la que el espectador sale de la sala es que el miedo quien acaba tomando las decisiones cuando una relación sentimental se asienta sobre arenas movedizas.
El tercer gran trabajo cinematográfico del fin de semana viene firmado por Ulrich Seidl probablemente el director más borde de Austria con permiso de Haneke. Un tipo con un sentido del humor cruel y seco no apto para todos los públicos cuyos planos, ruede documental o ficción, siempre son simétricos y están rodados con una longitud focal corta. En el caso de En el sótano el autor de la trilogía Paraíso (2012) ha localizado y grabado a una colección de seres que dan rienda suelta en los sótanos de sus hogares a todo aquello que ocultan en su vida diaria.
Una mujer que guarda un realista muñeco de bebé en una caja de cartón y acude a hacerle cariños a espaldas de su marido; un grupo de neonazis que añoran a la Gestapo; un matrimonio donde ella le pone pesas en los testículos a él mientras se desayuna un café; una asistente social a mujeres maltratadas de Cáritas sadomasoquista; un adicto a las prostitutas grotescamente seguro de su abundancia sexual… Una película que se crece según aumenta el estupor en el espectador.
Al lado de estas tres cintas The young ones de Jake Paltrow se revela como un mediocre entretenimiento que mezcla western y ciencia ficción consiguiendo únicamente que ambos géneros se estorben mutuamente. La interpretación de Michael Shannon y la estructura narrativa a partir de tres sucesivos cambios de protagonista y punto de vista es lo más destacado de una película olvidable.