D’A 2024: Joanna Arnow y Ulan Bator.
Por NACHO CABANA.
The Feeling That the Time for Doing Something Has Passed escapa por completo de los senderos por los que, al menos en España, se suponen que deben transitar las películas dirigidas, escritas y protagonizadas por mujeres. Joanna Arnow hace las tres cosas en esta comedia (desde ya una de las revelaciones de este excelente D’A 2024) que es a la vez borde, irreverente, seca, bestia, desconcertante, provocativa, desasosegada, cruel y, sobre todo, el retrato de una mujer que elige el rol de sumisa en relaciones sexuales y que, para cuando le llega la oportunidad de mantener algo estable, ya es demasiado tarde.
No está lejos Arnow, en lo que a planificación se refiere, del cine de Wes Anderson o (otra vez) Ulrich Seidl cambiando la frontalidad de ambos por una inclinación de 45 grados respecto a los sujetos filmados. Usa, como los mencionados, planos amplios que solo pasan a primer plano cuando la información enunciada necesita ser completada o reinterpretada de determinada manera.
Maneja, además, la directora con mano maestra los silencios, tiempos muertos y movimientos en la dirección de actores al tiempo que divide su relato en una serie de capítulos con el nombre de las parejas sexuales de su protagonista para, a la postre acabar siempre haciendo girar todo en torno al personaje principal que ella misma interpreta con una falta de ego insólita estando presente, como está, en casi todos los planos de la película.
Llena de frases y situaciones memorables (atentos al momento Los miserables) The Feeling That the Time for Doing Something Has Passed es lo completamente contrario a lo que se suele considerar cine independiente neoyorquino feminista (siendo las tres cosas a la vez).
City of wind.
Lo mejor de esta película mongola (que representó a su país en los últimos Óscars) dirigida y escrita por Lkhagvadulam Purev-Ochir es que da una imagen del país alejada de la que tenemos en mente. Básicamente porque se desarrolla en un entorno urbano, la capital Ulan Bator, donde los modos de vida relativamente tradicionales (y digo relativamente porque la ciudad implica un sedentarismo contrario a la cultura de una sociedad nómada) conviven con discotecas, apartamentos inteligentes y centros comerciales.
Y lo hace a través de la figura de un joven de 17 años que, a la vez que estudia en un instituto, se enamora, masturba, baila y va a los recreativos, asume el rol de una suerte de brujo capaz de comunicarse con los antepasados muertos de los habitantes de Ulan Bator que solicitan sus servicios.
Conecta, en este sentido, con la exploración de la fe de otras de los grandes títulos del D’A 2024: Citizen Saint solo que, a diferencia de aquella, el ser mágico no es algo que vive alejado de unos personajes que solo se pueden comunicar con él mediante la oración a una crucificado de piedra, sino que convive de manera invisible con ellos en una urbe que lucha contra sí misma sin grandes aspavientos.
Comparte City of wind productora con Baan (la portuguesa Uma Pedra no Sapato) y como en aquella (pero de manera mucho más integrada) tienen sus protagonistas una especial y curiosa predilección por subirse a miradores desde los que se vislumbra toda la ciudad.
Aunque no hay duda de que buena parte de su interés se debe al exotismo, se trata de un título bastante curioso y acertado por mucho que no deje de ser la típica coming of age” religiosa de Ulan Bator (lo que tampoco está nada mal).