D’A 2024: Entreténme.
Por NACHO CABANA.
Hay gente que sigue gastando su dinero en hoteles todo incluido que, de haberlo tenido en algún momento, vivieron su esplendor muchos años atrás. Son el mismo tipo de turista que sigue considerando un lujo meterse en un crucero junto a mil o dos mil personas más y respirar, día y noche, más aire contaminado que si acamparan en Oxford Circus. O pasarse dos horas buscando aparcamiento porque no soportan la idea de dejar el coche en casa.
Un grupo humano que, una vez llegado al supuesto paraíso (del que probablemente ya solo quede su fotocopia o parodia) espera que le distraigan entre buffet libre recalentado y buffet libre recalentado. Y para ello, junto a profesores de buceo o monitores de aquagym, la industria turística necesita “entretenedores”. Bailarines, cómicos y demás profesionales o casi que hacen su aparición en los restaurantes de los “resorts” durante la borrachera post-cena para protagonizar paupérrimos espectáculos con los que pretenden desinhibir a los guiris.
Una de estas entretenedoras en la protagonista de la extraordinaria Animal, segunda película de la directora griega Sofia Exarchou tras Park y presentada en la sección Radar del D’A 2024. Una mujer que se ha quedado varada en la misma isla griega donde se desarrolla How to have sex de Molly Manning Walker de la que no sabe (o quizás ni se plantea) cómo escapar. Kalia, cuando no puede más, finge ser una turista entusiasmada por un edén comprado a bajo precio y al que jura, en público, regresar el verano siguiente. Solo que ella no podrá hacerlo porque no tiene ningún sitio al que regresar. Kalia también bebe, echa un polvo de vez en cuando y poco más.
Exarchou retrata el quiebre (incluso físico) de su protagonista ubicando el punto de partida de su relato cuando ella está ya muy tocada y solo puede ir a peor. Lo hace, eso sí, con una mirada mucho más empática (que no tierna) que aquella con la que Ulrich Seidl retrataba un personaje paralelo pero masculino en la imprescindible Rimini. Cuenta para ello con el concurso de la actriz Dimitra Vlagopoulou, que ganó el premio a la mejor interpretación femenina en Locarno y que, durante el clímax, intenta, mientras canta “Yes Sir, I Can Boogie”, recomponer ante los clientes de un karaoke los pedazos que le quedan de su persona dándose cuenta de que ya no están todos, de que ya no encajan, de que el juguete está roto para siempre.
Pero eso no le importa a nadie, claro. Ni a sus amantes ocasionales, ni a sus compañeros de trabajo, ni, mucho menos a la industria hotelera motor de la economía griega que siempre va a tener preparado en el banquillo un recambio, un relevo: una inmigrante polaca, una niña sin padres.
Todo parece real, casi documental pero, como explicó Exarchou en el coloquio posterior a su proyección en el D’A 2024, no lo es. Es fruto de meses de ensayos, de improvisaciones grabadas que rehacían el guion, de milimetrados movimientos. Durante la fase de documentación, la directora de Park se coló en algunos hoteles de este calibre a través de la playa pero hizo la mayor parte de su búsqueda a través de videos de Youtube, estilizando después las coreografías, haciéndolas más complejas y vistosas de lo que son en realidad.
Es esta, junto a una duración algo excesiva, el único “pero” que se le puede poner a Animal. Mejorar los números musicales, dotarles de más medios y ensayos de los jamás tendrían en la realidad es tomarse la misma licencia (aunque en un grado mucho menor, no me malentiendan) que, por ejemplo, cuando en la serie Glee los marginados de un instituto de la América profunda montaban unos musicales que para sí los quisiera Broadway.
También hemos visto en el D’A 2024 Baaam de Leonor Teles, un muy mal digerido cruce entre la trilogía “Antes de…” de Linklater y la estética de Wong Kar-wai que pone de manifiesto, una vez más, el daño que están haciendo los laboratorios de guion a las óperas prima de cineastas con más pretensiones que método.
Todo es hipster e impostado en esta historia de amor entre dos mujeres entre Lisboa y Bangkok donde sobran secuencias en azoteas en la primera y falta metraje en las calles de la segunda para que funcione mínimamente el intento de confundir las dos urbes como metáfora de la confusión que sienten ambas protagonistas.