Por NACHO CABANA
En la pandémica y fantasma edición de 2020, el D´A nos ofreció ) a través de la plataforma Filmin), The souvenir de Joanna Hogg, una película que había dado mucho y bueno que hablar en numerosos festivales pero que continuaba invisible en España.
El film narraba la relación (presumiblemente autobiográfica) de una estudiante de cine en el Londres de los 80 que mantiene una relación tóxica con un hombre mayor que ella, heroinómano y ladrón que acaba muriendo de una sobredosis. Al final de la película, la directora anunciaba una segunda parte lo que, dado lo autoral de su trabajo, sonaba mas a broma que a realidad.
Pero no ha sido así. El D´A 2022 ha proyectado este The souvenir Part II que Hogg arranca con el duelo de la protagonista recién empezado, llevando una vida de perfil bajo, viviendo en casa de sus padres y visitando a los de su expareja fallecida.
Lo que le interesa a Hogg es contar ese proceso de recuperación a través, como no podía ser de otra forma, de su regreso al mundo del cine, al rodaje de lo que será la primera película de la protagonista para reflejar, a través de sus dudas y errores en el set, la evolución de su estado psicológico.
De esta manera, la película se convierte en un doble trampantojo de ritmo tan bien medido y pausado como su predecesora aunque, en esta ocasión, existan menos hechos en los que apoyar la narración lo que, unido al aplaudible rechazo de Hogg a la obviedad, hace esta secuela ligeramente más evasiva que The souvenir Part I.
También hay algo de duelo en el periplo del protagonista de La fuga del capitán Volkonogov de Nataixa Merkulova y Aleksei Xupov, una película de la Federación Rusa que supone una suerte de versión estalinista del Minority Report de Spielberg protagonizada por un militar perteneciente a un grupo dedicado a exterminar, no a los civiles que hayan cometido un delito (por dudoso que sea su catalogación como tal según el sin sentido militar) sino a los que, tras unas cuantas torturas, confiesen que podrían cometerlos.
El capitán Volkonogov del título decide desertar cuando ve que él puede ser el siguiente en ser “revaluado” y, tras una conversación con el cadáver de su amigo y compañero de asesinatos ajusticiado por el estalinismo, decide buscar el perdón (y con él, el cielo) de al menos uno de los familiares o allegados de sus víctimas.
La película se erige así en un original retrato de la culpa y la búsqueda de redención a la que le cuesta avanzar a partir del momento donde lo que pasa en cada una de las visitas se torna repetitivo y la acción avanza, no tanto por la relación con los que han de redimirlo, como por el acoso del superior que intenta capturarlo (y que acaba cayendo en el estereotipo de malvado).
Con todo, se trata de un film duro y contundente que con media hora menos (y quizás un poco de desfase) habría alcanzado mejor sus loables propósitos pero eficaz en su retrato de la misma mentalidad militar rusa que ha conducido a las masacres de Ucrania y Siria, ya en pleno siglo XXI.