En la variedad está el Islam.
Por NACHO CABANA
“África no es un país” decía Ramón Lobo contradiciendo la idea generalizada de muchos ciudadanos occidentales (incluidos viajeros ocasionales) para los que no hay diferencia entre, por ejemplo, Namibia y Senegal. O lo que es, si cabe, aún más grave, entre Senegal y Argelia. O entre Argelia y Marruecos… Parecida circunstancia ocurre con los países musulmanes. La información que sobre una comunidad tan extensa de personas nos llega es no solo reductora sino radicalmente falsa. Poco tiene que ver la sociedad egipcia con la pakistaní, por ejemplo. Sin embargo, para muchos ciudadanos bien pensantes y consumidores de simplificaciones, unos y otros solo son “moros” que amenazan nuestra sociedad del bienestar.
Uno de los muchos aciertos que está teniendo este D´A 2018 es la absoluta heterogeneidad de los países de origen de las películas programadas. A buen seguro es más fácil encontrar cine “de autor” en Francia o Alemania que en Argelia pero poder ver films (bien es cierto que coproducidos con naciones más poderosas económicamente como Qatar o directamente europeas) de diferentes países musulmanes nos proporciona la posibilidad de comparar realidades que la ideología dominante occidental tiende a meter en el mismo saco.
El viaje de Nisha (el título original es “Lo que dirála gente”), segundo largo de la directora Iram Haq aborda el tema de los emigrantes de segunda generación obligados a vivir por sus padres según las reglas sociales y morales de su patria pero dentro del país de acogida. Si es cuanto menos cuestionable tratar de vivir en Noruega como si siguieras en el Pakistán del que has escapado, no es en absoluto aceptable pretender que tus hijos lo hagan. Es lo que le pasa a la familia de Nisha, una adolescente criada en Noruega, que habla noruego y quiere vivir según los cánones occidentales de su entorno teniendo que enfrentarse para ello con una familia que ha salido de Pakistán pero Pakistán no ha salido de ellos.
Es difícil hablar de esta estupenda película sin hacer spoiler (no vean el trailer) pero Haq rueda la odisea de Nisha (no sabemos hasta qué punto inspirada por su propia experiencia personal) con modos y maneras de thriller, identificando al espectador desde el primer momento con su adolescente y sufriendo con ella cada una de las desgracias que le suceden. El choque cultural está brillantemente retratado (en las dos direcciones) y acierta a ir dando poco a poco y casi siempre en segundo término, volumen al personaje clave del padre que, sin dejar de ser prácticamente nunca el antagonista, se convierte en el portador final del significado de la obra.
Muy bien interpretado por Maria Mozhadh y la estrella de Bollywood Adil Hussain así como con una estupenda fotografía de Nadim Carlsen que marca las diferencias entre los dos países en los que se desarrolla la acción, El viaje de Nisha es cine social, político, de género y además, un thriller. Cuando la vean, hagan el ejercicio de encontrar paralelismos con la España actual y verán que algunos de los pecados reflejados en la película están también presentes en nuestra orgullosa sociedad.
Hace un par de años Nabil Ayouch presentó en el D´A 2018 Much loved, una historia sobre prostitutas en Marruecos que sorprendía por dar una imagen de este país mucho más diversa y occidentalizada que la habitual de hachís y chilaba. En su nuevo largometraje, Razzia, Ayouch sigue desarrollando el mismo discurso pero multiplicando las tramas. Diversifica el director ahora su discurso con varias historias cruzadas y en mayor o menor medida relacionadas. Un cantante admirador e imitador de Freddie Mercury, una bella mujer que se aburre con su pareja y se reivindica a sí misma paseándose con un minivestido por el zoco de Casablanca, un camarero que cree reconocer en esta ciudad los escenarios donde se rodó la mítica película de Michael Curtiz sin saber que fue filma íntegramente en Hollywood, una adolescente pija que despierta sexualmente… y, en el pasado, un profesor que abandona su aldea en el atlas porque es obligado a dejar de lado el bereber que entienden sus alumnos para dar las clases en un árabe que no entienden.
Ayouch mezcla las historias separando el inicio de cada una de ellas y preocupándose por los “links” argumentales solo cuando le ayudan en su historia. El resultado, como suele ocurrir en este tipo de estructuras, se hace algo premioso cuando, en el tercer acto, hay que ir resolviéndolo todo pero es un buen trabajo que demuestra eficazmente lo diverso de la sociedad marroquí.
Por último, Karim Moussaoui en En attendant les hirondelles opta por una estrategia similar a la de Ayouch pero lo hace con mucha menos energía y ambición. El film se desarrolla en Argelia y cuenta tres historias (o más bien tres historias más parte de otras dos) pero no lo hace simultánea sino sucesivamente. En un momento de la primera (no exactamente en la conclusión y eso está bien) focaliza sobre un personaje que parecía secundario, cuenta la historia de éste y al acabarla elige a un tercero para relatar su devenir.
Tras una primera secuencia bastante lamentable (se supone que es el final de una historia que habría comenzado antes de la película propiamente dicha, circunstancia que no se pilla hasta que al final empieza otra historia de la que solo vemos su principio) la película coge vuelo cuando el primer protagonista asiste accidentalmente a la paliza a un joven para desinflarse poco a poco justo antes de que pasemos a la historia central: una suerte de road movie que Moussaoui puntúa con un sorprendente número musical y que se convierte en una bonita historia de amor imposible… al estilo argelino, claro.
La tercera y (pen)última trama tiene mucho que ver con lo que les comentaba más arriba que unía El viaje de Nisha con la realidad española de este mes. El relato se pone muy dramático y, al entrar en él el choque entre diferentes realidades económicas en la Argelia actual, nos lleva Moussaoui al mismo territorio intencional que la de Ayouch no todos los países árabes son iguales y dentro de cada uno hay tantas realidades como uno pueda encontrar.
Una perogrullada, al fin y al cabo empero de necesaria enunciación en estos tiempos de fanática simplificación que vivimos.