Por ti, por los tuyos.
Por NACHO CABANA
La familia es uno de los “argumentos de venta” recurrentes en la publicidad de todo tipo de productos. Da igual que el artículo en cuestión esté medianamente relacionado con la institución (un coche) que no (un yogur). La familia, como todas las verdades de 0´60 euros, es algo incuestionable. Los mercaderes lo saben y, en sociedades donde se sustituye progresivamente el verbo “pensar” por “sentir” y “gastar” por “invertir”, dejar de obedecer determinadas consignas comerciales es sinónimo de que no quieres suficientemente a “los tuyos”. Pecado mortal con propósito de obediencia.
Semejante circunstancia es especialmente salvaje en México, donde la casi totalidad de los mensajes comerciales giran en torno a la familia. Sobre ello tema versa una de las mejores películas que hemos visto hasta ahora en el D´A 2018. Tiempo compartido de Sebastián Hofmann es una muy ajustada y sarcástica visión de esos complejos hoteleros todo incluido donde la palabra “paraíso” se repite casi tanto como “familia”. Y el director de Halley (2012) ejecuta su fábula, con la complicidad del guionista Julio Chavezmontes, partiendo de una situación típica de las comedias populares y facilonas: una familia de clase media alta se ve obligada a compartir un bungalow vacacional con otra de rango social y educación muy inferior. En paralelo, una trama nos lleva a las tripas del supuesto paraíso donde se esconden los daños colaterales de la felicidad ajena, esto es, los empleados encargados de mantener todo en marcha: personal de limpieza, comerciales y demás.
El primer reto de Hofmann es evitar caer en la tentación del chiste fácil y lo consigue plenamente sin renunciar a pequeños gags que dan verosimilitud al planteamiento. A partir de ahí, el mexicano construye una pesadilla en bellos colores (magnífica la paleta cromática del director de fotografía Matías Penachino) que haría las delicias de Michel Houellebecq, en el improbable supuesto de que el autor de Plataforma se levantara un día de buen humor y con ganas de comprobar como su demoledora visión del ocio organizado ha echado raíces. Divertida, extraña y sorprendente, Tiempo compartido cuenta con una excelente interpretación del habitualmente cómico Miguel Rodarte soberbiamente secundado por Luis Gerardo Méndez y Cassandra Ciangherotti.
Otro título que ha tocado el cielo en las pantallas del D´A 2018 ha sido First reformed de Paul Schrader. El excelente guionista de La última tentación de Cristo (1988) de Martin Scorsese, cuyas películas como director a menudo se quedan cojas por algún lado, acierta plano tras plano en esta historia que mezcla religión, medio ambiente y terrorismo. Schrader agarra el toro por los cuernos asumiendo todos los riesgos necesarios (y alguno más). Utiliza un formato de pantalla casi cuadrado y repite la misma longitud focal plano tras plano; no evita las conversaciones teológicas ni la voz en off ni las secuencias oníricas, situándose de esta forma a sí mismo permanentemente en la afilada frontera que separa lo sublime de lo ridículo (justo ahí Terrence Malick fracasa repetidamente).
De propina, y solo para este lado del charco, nos regala una visión de esas iglesias estadounidenses que más parecen negocios de una poderosa corporación que refugio para los desamparados. Ethan Hawke está espléndido como el atormentado sacerdote express y muy bien secundado por Amanda Seyfried y Cedric the Entertainer. Tarda First reformed un poco en arrancar, pero eso provoca que el primer punto de giro te deje pegado a la película y no te la puedas quitar de encima.
Al lado de estas dos obras mayores, acabar la jornada con Los fantasmas de Ismael de Arnaud Desplechin es volverse a casa con mal sabor de boca. ¿Qué puede llevar a un director a conseguir reunir en su película a dos de las mejores actrices europeas del momento –Marion Cotillard y Charlotte Gainsbourg- para luego pasar de ellas y centrarte durante un rato en un Mathieu Amalric (no he visto una sola película de este actor que me haya gustado) encarnando a un personaje absolutamente insoportable (¿qué han visto esas dos mujeres para enamorarse en él?) y acabar filmando una ridícula trama de espionaje mezclada (la pretenciosidad de Desplechin no se sacia nunca) con una especie de comedia de cine dentro del cine?
Si el productor hubiera remontado Los fantasmas de Ismael, eliminado todo lo que no sucede en la playa el film duraría 75 minutos… y si además estuviera en blanco y negro podría pasar por un título de Philippe Garrel. De hecho, hasta sale su hijo Louis haciendo no se sabe bien el qué. Claro que a Garrel, Amante por un día le ha salido muchísimo mejor.