En esta segunda entrega de los cuentos de Saki hablaremos de Los intrusos. Es un relato donde se apodera de su contenido uno de los males universales; el odio. Odio entre los dos protagonistas: Ulrich von Gradwitz, propietario de unas tierras forestales situadas en las estribaciones orientales de los Cárpatos, y Georg Znaeym, perteneciente a una familia de pequeños terratenientes desposeídos por decisión judicial de los terrenos en cuestión. Parece ser, y ahí radica el conflicto, que la familia de Zaneym los había poseído anteriormente de forma ilegal, aunque nunca reconocieron la sentencia del juez.
Esta es por tanto una historia de rivalidades con raíces en el pasado, pero que nuestros protagonistas hacen suya desde la infancia, llevando el enfrentamiento hasta las últimas consecuencias. La posesión de la tierra es el germen del odio que ambas familias sienten entre sí, pero cualquier otro motivo podría haber servido de excusa para avivar las llamas. El argumento se puede extrapolar a cualquier época y nación, la importancia de lo material y la envidia y rivalidad entre, en este caso familias poderosas, es un leitmotiv habitual en el mundo del cine y en el literario. El rencor se hereda con facilidad de generación en generación; ni se trata de encontrar puntos en común ni se buscan soluciones, simplemente está ahí, acumulándose hasta reventar.
Vemos reflejado en el relato el belicismo de la época en la que vivió Saki. La intransigencia y violencia de éste se palpa en sus líneas, máxime al padecer y combatir él mismo en la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial), donde tras alistarse habiendo traspasado ya el umbral de los cuarenta falleció de un disparo en la cabeza en la batalla del Ancre; tras el comienzo el uno de Julio de la ofensiva del Somme. Las circunstancias en las que se produjo esta gran tragedia, también venían determinadas por el odio transmitido de generación en generación y que terminó desembocando con la trágica muerte de millones de seres humanos. Célebres son los combates y la lucha de trincheras de la Gran Guerra donde sorprendentemente nuestro autor, se alistó voluntario, declinando ser intérprete de los prisioneros alemanes y rechazando el ascenso a oficial por dos veces. Prefirió, pese a pertenecer a una familia acomodada y a su formación, luchar en el frente con la graduación de Cabo primero (muy digna en sus cometidos, pero eminentemente sometida a los inconvenientes de pertenecer a la tropa). Encontramos una posible explicación a su interés en alistarse, al fallido intento de ser policía militar como su padre y hermano en la colonia británica de la antigua Birmania (motivado por sus constantes ataques de malaria) y por consiguiente en su ánimo de desquitarse. El aura romántico en busca del honor y la gloria al entrar en combate que se respiraba en ese principio de siglo XX, nos dan también una pista sobre otra posible motivación a la hora de enrolarse en el ejército.
Retomando el relato, el honor también está presente en él, ya que cuando ambos protagonistas tras quedar aplastados por los árboles caídos de una tormenta, se enzarzan en una agria disputa sobre quien será el primero en perecer cuando les encuentren sus hombres; finalmente apelan al sentido común y al honor. Dicho honor hace acto de presencia en el momento que Von Gradwitz y Zaneym dan un giro total en su comportamiento y de manera pacífica ofrecen su auxilio en el caso de ser hallados primero. Estos lazos espontáneos e inesperados cambian totalmente el devenir de los acontecimientos. La única muestra de cierta humanidad había sucedido cuando se encontraron de repente, sin que ninguno disparase al otro a sangre fría pese al odio que se profesaban. Los únicos casos en los que esto podía haber sucedido hubiese sido una ofensa contra el corazón y el honor, todo ello producto de la educación de acuerdo a un código de una civilización represora, tal como se cita en el texto. También llama la atención del siguiente término utilizado por el autor tras la tormenta: «acto de violencia de la naturaleza». ¿No es más violento matar animales, siendo este sí un acto de violencia contra la propia naturaleza? Sería interesante saber si realmente Saki pensaba eso, o por el contrario es un pensamiento expuesto como posible sentir de alguno de los personajes.
Llegado a este punto ambos contrincantes se lamentan incluso de no haber llegado antes a solucionar su profunda enemistad y poder disfrutar de la concordia en una época pasada, mencionando como se hubiesen agasajado disfrutando de la caza (pobres animales), y de los posteriores convites feudales. Lamentablemente para ellos no podrán hacerlo, aunque al final parece que acuden en su ayuda (prefiero no desvelar el desenlace y que sean ustedes mismos los que lo disfruten). Como último apunte hacer referencia al comentario citado unas líneas antes: ¿podemos considerar el desenlace como otro acto de violencia de la naturaleza?, o ¿debemos interpretarlo más bien como una venganza suficientemente justificada por las agresiones de los propios protagonistas y sus acólitos contra ella? Juzguen ustedes mismos.