Hector Hugh Munro nació en diciembre de 1870 en Birmania, actual Myanmar. Escritor británico, su padre era policía militar en la antigua colonia, donde él también ejerció la profesión en el exótico país. Finalmente abandonó su oficio por las numerosas ocasiones en las que enfermó de malaria. Exótico también es su pseudónimo, Saki, así como su gusto por la poesía persa de Omar Jayyam, posible motivo de su sobrenombre y del que encontramos influencias en la delicada y sutil descripción de la naturaleza, a veces utilizada por Munro. Otra posible explicación atribuida a tan enigmática denominación, es la de la homonimia de la palabra Gibbon: nombre del historiador y de un mono americano. Para finalizar con este amplio abanico de teorías, está la versión que se basa en su significado mitológico: copero de los Dioses. Este significado serviría como protesta por el juicio moral de la sociedad victoriana en el proceso contra su coetáneo Oscar Wilde. Ambos escritores fueron muy críticos con la hipocresía imperante a través de la mordacidad e ironía de sus textos.
La Inglaterra de finales del siglo XIX y principios del XX, fue una época de muchos cambios; grandes avances en la industrialización y también en temas sociales como los derechos de las mujeres, aunque eso sí, encorsetados dentro del tradicionalismo. Esto se puede apreciar en el cuento La reserva de Lady Anne donde queda plasmado claramente una de las características recurrentes en los textos de Saki: su conservadurismo (reflejado en muchos de sus cuentos donde muestra aspectos y personajes pertenecientes a la acomodada sociedad victoriana), siendo de hecho corresponsal del periódico conservador The Morning Post. Otras de sus peculiaridades son su antisemitismo y la misoginia. Esta última también la observamos en La reserva de Lady Anne, donde pone en tela de juicio el comportamiento del personaje femenino, enfrentado a su marido Egbert. Él, ante el supuesto enfado de ella se va mostrando cada vez más solícito, llegando a ceder de manera progresiva en los motivos de su disputa. Y es que Egbert no consigue averiguar el motivo del desproporcionado enfado de su esposa, intentando desentrañar la causa según va avanzado la historia.
Como meros comparsas pero desempeñando ambos un papel fundamental en el desenlace del relato, se encuentran el gato persa Don Tarquino y un camachuelo de canto operístico (homenajeando la opera Ifigenia en Táuride de Gluck, una nueva muestra de la admiración del autor por el arte y la cultura). Nuevamente los animales vuelven a ser personajes, si no principales, al menos con un papel secundario en sus narraciones no exentos de particularidades.
A través de los intentos de diálogo de Egbert, esa misoginia citada toma forma mediante los recuerdos de las numerosas discusiones entre ambos, mostrando esa intransigencia y autoritarismo femenino que nos quiere reflejar Saki (posible alusión a la figura de la reina Victoria de Inglaterra).
Para finalizar con este relato, recomendarles el sorprendente final, inesperado y que no dejará a nadie indiferente.
En otro estupendo relato de Saki, El trastero, nada más empezar se nos presentan dos sentimientos encontrados. Por un lado sonreímos ante las ocurrencias del personaje principal, Nicholas, y por otro quedamos horrorizados ante los métodos de las supuestas educadoras así como por su forma de pensar, puesto que coartan las libertades del niño así como su creatividad. Bien es cierto que esto sigue sucediendo hoy en día, y que cuando acaecieron estos hechos el contexto era la sociedad victoriana de finales del XIX y principios del XX, una sociedad encorsetada y clasista, aunque también es justo recordar los avances sociales ya citados anteriormente. Y me refiero a esto, porque nada más comenzar el relato, Nicholas, el niño protagonista, es castigado por tener una idea genial: hay una rana en su cuenco de pan con leche. Evidentemente es un comportamiento inadecuado, (que se lo digan a la rana), pero ello denota claramente problemas previos que no han sido tratados de forma adecuada. Esta situación además pone en tela de juicio la opinión de los adultos, que a veces se contradicen y otras mienten, siendo puestos en evidencia por Nicholas, que debate de manera hábil las contradicciones de aquellos.
Prosiguiendo con el dislate pedagógico, nos encontramos con las aberraciones “educativas” de otro de los personajes, la tía de sus primos, cuyo modus operandi consiste en castigar a los traviesos (sería más justo decir a aquellos que tienen ideas propias o diferentes), y premiar a los pertenecientes a su clan de inocentes adoctrinados con algún tipo de excursión o actividad lúdica. Si la penitencia era colectiva, la susodicha se regodeaba. La visita del circo al pueblo era una buena oportunidad para ser sancionados.
Respecto a la misoginia de Saki, observamos que el objetivo de las críticas veladas se dirige hacia los personajes femeninos, que generalmente son los encargados de la inadecuada educación de los niños.
Retomando la mala praxis educativa, en otro pasaje del relato se menciona que el enfado de uno de los niños será algo pasajero y que “se le pasará pronto”. Estas frases son el fiel reflejo de la falta de empatía y preocupación por parte de la tía ante los sentimientos del chico. Por otra parte, ampliando el castigo de Nicholas, la tía impone como límite de sus andanzas la casa, prohibiendo el huerto como lugar de juego (imposición que hace pensar al niño «¿y acaso dejaría de estar castigado por el hecho de ir al huerto? «). Esto es aprovechado por Nicholas para ejecutar su plan: intentar coger la llave que da acceso al trastero (misterioso lugar sólo permitido a los adultos), y dar rienda suelta a su curiosidad y ansias de juego; cosa muy lógica por otro lado no sólo por intentar ser cercenada su libertad por la carcelera, sino por tratarse de una necesidad inherente a su edad.
En el cuarto trastero a Nicholas se le presenta un mundo nuevo lleno de prometedores tesoros y objetos prestos a ser descubiertos por el intrépido aventurero. Cuadros que sugieren historias variadas, cortinas exóticas o tapices evocadores del lejano oriente, son un buen pretexto para llevar a cabo sus sueños y fantasías. Allí encuentra un enciclopédico volumen que apenas capta su atención. Sin embargo, atraído por la curiosidad lo abre y descubre un fascinante mundo de luz y color. En sus páginas habitan multitud de maravillosos pájaros, muchos desconocidos para él, que harán las delicias del pequeño lector (Saki nos recuerda su gusto y conocimiento por la naturaleza y en este caso por la ornitología). Y es que nunca se sabe que puede suceder cuando abrimos las páginas de un libro, incluso cuando su apariencia no es nada sugerente.
El relato finaliza de manera espléndida con el ajusticiamiento de la tiránica tía, en clara referencia a la infancia de Saki, que fue criado junto a sus hermanos por las crueles hermanas de su progenitor. Esta reminiscencia justiciera del pasado, tal y como se produce en el relato, bien pudiera interpretarse psicológicamente como un trauma vivido en la infancia por parte de la tía. Respecto a esta cuestión, insisto de nuevo en la importancia de la etapa infantil y de los métodos y prácticas educativas utilizadas a lo largo de tan preciado e importante periodo del desarrollo. Para ello, pongo un sencillo ejemplo: ¿qué sucede si dejamos llorar a un niño, ignorándolo por completo y sin preguntarle ni preocuparnos por el motivo? Opino que la respuesta es bastante evidente y lógica, puesto que a nadie le gustaría que le sucediese. A esto, entre otras definiciones que se me ocurren, se le llama empatizar. De hecho, hay estudios que demuestran que tales actos producen efectos negativos en esos niños durante su desarrollo y en su vida adulta. Porque llorar no te hace más débil, al contrario, el consuelo y el acompañamiento te hace ser más fuerte.
Los relatos de Saki pueden ser cortos en extensión, pero son abundantes en multitud de opiniones y críticas veladas, máxime al ser escritas en una época dominada por la censura. La lectura de este autor nos promete disfrutar con su satírica e irónica visión de la sociedad del momento, pero es entre líneas y en los matices que la adornan donde encontramos sus más rotundas consideraciones. Quizá influyese en esta forma de escribir sus años como corresponsal del Morning post, donde predominaba una escritura más concisa y sugerente.
Concluyo con una amplia sonrisa ante las ensoñaciones de Nicholas. En ellas planean futuras incursiones en el mágico mundo del trastero. Los detalles se los dejo a ustedes.
Los cuentos de Saki nos remiten a una época pretérita pero que vuelve una y otra vez al imaginario contemporáneo con resonancias bien reconocibles. Era una época de transición, como la nuestra, de inicio de la industrialización, que nosotros estamos en trance de cerrar para superarla. Los relatos de Saki nos remiten a temas que siguen siéndonos propios y cercanos por más que su tratamiento comporte el aroma de tiempos ya idos y por eso mismo, exóticos y de buen regusto. Saki escribe de forma muy legible y con responsabilidad plena de sus letras. Ha sido un gusto leer esta reseña.
Como tú muy bien dices Pepe, encontramos puntos de conexión entre ambos principios de siglo. El nuestro es un buen momento para hacer una crítica constructiva que ayude a fortalecer y mejorar los puntos coincidentes. En los que no se coincida habrá que buscar la convergencia. A falta de un Saki actual que nos ofrezca su crítica mordaz y perezca si es necesario por sus ideales, nos consolaremos con su legado; que no es poco.