Los menores con malas pulgas han sido los protagonistas de algunos títulos míticos del fantástico. Entre ellos destacan el niño endemoniado de La profecía, el bebé monstruoso de ¡Estoy vivo! o los pequeños asesinos de adultos de ¿Quién puede matar a un niño?, el clásico de Chicho Ibáñez Serrador. Son solamente unos pocos ejemplos dentro de un subgénero que ha cuestionado la bondad de aquellos locos bajitos a los que aludía Joan Manuel Serrat en uno de sus éxitos.
La 12ª Muestra Syfy nos permitió degustar dos títulos recientes de este particular categoría de menores con malas pulgas. Cub (Welp), debut en el largometraje del belga Jonas Govaerts, venía avalado por el premio al Mejor Director del Festival de Sitges 2014. No obstante, visto el filme, no se entiende demasiado el galardón.
El realizador sigue los pasos de un grupo de boy scouts que pasa unos días en un bosque. Allí comprobarán en sus propias carnes que la leyenda de un niño asesino que merodea por el lugar es bastante real. Curiosamente, el monstruo establecerá una particular relación con uno de los pequeños, el chico al que todos marginan. Nos encontramos ante una particular variante de Viernes 13 que resulta bastante poco imaginativa y que solamente remonta el vuelo en su sangriento tramo final. No se entiende demasiado qué pudo ver el jurado del certamen catalán en una cinta tan convencional y poco relevante como esta ópera prima.
Tampoco acabó de convencer Goodnight Mommy, filme que logró el Méliès D’Argent al mejor largometraje en Sitges. Con producción del director Ulrich Seidl, el trabajo de Severin Fiala y Veronika Franz destaca especialmente por su malsana atmósfera, casi una seña de identidad del cine austriaco del cine austriaco que triunfa en festivales. Es innegable que el dúo de cineastas sabe cómo inquietar al espectador, aunque se muestren menos hábiles a la hora de ocultar las sorpresas de su guion y hagan alguna que otra trampa, dos elementos que acaban invalidando parcialmente esta inquietante historia sobre dos gemelos que detectan un cambio en el comportamiento de su madre cuando se somete a una operación de cirugía estética. A pesar de sus evidentes deficiencias, la película acabará atrapando a todos aquellos que amen los ambientes angustiosos propios de los filmes de Michael Haneke o el propio Ulrich Seidl, aunque quizá decepcione a los que esperen una versión de El otro, una de las más reivindicables y olvidadas obras de Robert Mulligan.