La función Cuando fuimos dos, de Fernando J. López, es la tercera vez que recala en la cartelera madrileña, y no será la última. En esta ocasión es el teatro Infanta Isabel quién la acoge, y no es casualidad que sea el teatro más lindero con Chueca y precisamente en estas fechas en que ronda el día del orgullo. Cuando fuimos dos se está convirtiendo en un texto emblemático en la normalización de las relaciones homosexuales, sin duda ha contribuido a ello la esmeradísima producción y promoción que ha hecho CríaCuervos.
Es una obra muy oportuna y está muy bien que se represente en estas fechas en que, con lo ganado, ya hay voces dentro del mismo colectivo que quieren despegarse de las fiestas del orgullo y todo lo que conllevan, pensando que ya está todo hecho y esta corriente es entendible.
Jugando con el título, Cuando fuimos dos, en la reseña de la obra que podéis leer a continuación, digo que: «dos es la suma de uno más uno». Los componentes del colectivo gay tienen tanto colorido como su propia bandera, y la opción sexual no tiene porque ser más que un mero nexo en común, y tratar como clones uniformados a millones de personas sería minimizarlo, del mismo modo que se hace cuando se cae en el manida retiración de afirmar: los hombres son…las mujeres son… hay que borrar tópicos y lugares comunes, por lo que no se pude decir los gays son…
Sin duda uno de los valores añadidas a la calidad del texto de Fernando J. López, es la acertada puesta en escena de Quino Falero, la muy oportuna escenografía de Guadalupe Valero y la extraordinaria interpretación de los actores Felipe Andrés y David Tortosa. Sin duda que ayuda a la normalización y esa normalización enriquece la vida cotidiana. Hay muchos matices que se pierden cuando hay que mantener alzado el hacha de guerra o vivir bajo la humillación cotidiana.
Afortunadamente las fiestas del orgullo hoy no son más que una fiesta colorida que Madrid ha hecho suya y que se echa literalmente a la calle. Aunque hay detractores de la fiesta dentro del mismo colectivo, en mi opinión se debe celebrar, en el cómo no entro, para no olvidar a los que se dejaron el pellejo en esta lucha, y no olvidar nunca unos tiempos que afortunadamente no volverán.
Mi opinión sobre esta función, ya la di y me reitero.
Cuando fuimos dos, es una función de teatro escrita por Fernando J. López y es un ejercicio sobre el amor y otras soledades. El título lo deja claro Cuando fuimos dos, pero la vida es más caprichosa que todo eso: dos es la suma de uno más uno, y en las parejas los dos componentes proyectan sus sombras sobre el otro y le resta luz. La propuesta y el desarrollo del texto son atractivos, y Fernando J. López les ha sabido dar un buen ritmo y equilibrio desde el primer momento, que mantiene al espectador atento durante todo el tiempo que dura la representación. Estoy seguro de que este texto podría mantener el interés incluso sólo leído, pero sin duda la dirección de Quino Falero y la escenografía de Guadalupe Valero colocan el texto y a los personajes en una situación provisional, como es la constante evolución en que vivimos. Nada puede representar mejor eso provisionalidad que un cuarto lleno de cajas de cartón para realizar una mudanza. En las mudanzas siempre se revuelven cajones y de ellos surgen recuerdos y nostalgia de lo perdido, de lo que no volverá, por lo que una mudanza, aunque sea a mejor, deja un poso de añoranza y un no pudo ser… que inquieta.
La propuesta de poner a dos personajes en escena mientras deshacen una casa, es un recurso muy utilizado en teatro, pero funciona como un tiro: descoloca y desazona, facilitando la empatía con los personajes. Un logro que he de destacar, es que vas al compás de los personajes, por un lado sientes que rompan y por otro sientes cercano su agobio y entiendes que no se quieran volver a ver.
Los dos protagonistas se acusan de tener que convivir con su pareja y con el ego de su pareja, y los dos tienen razón. Uno intenta redimirlo y saciarlo con el bálsamo de la utopía y la quimera del éxito, y para ello, se encierra en sí mismo y en casa y no se permite mirar más allá de sus narices y cumple su sino. Es un personaje real como la vida misma, y a nadie que esté en contacto con escritores o aspirantes les sonará raro. El otro desahoga su ansiedad en una promiscuidad con todo lo que se le pone a tiro, sin estar claro si disfruta como objeto o como sujeto, por mediar en un juego de autoafirmación el confirmar que es irresistible.
Felipe Andrés es el aspirante a escritor y David Tortosa pone físico al seductor nato, los dos actores están perfectamente compenetrados y llegan al público. Vi la función con la sala llena con un público cómplice y entregado, que hace que los dos actores se vengan arriba y puedan lucirse en unos personajes difíciles, sin duda por el constante cambio de registro dado el abanico de tiempos y estados de ánimo que representan sin abandonar nunca el escenario, en los que cabe el deseo, la rabia, la emoción, la ternura, el amor y el desamor
Cuando fuimos dos, es una buena oferta de la cartelera madrileña. Si tienes la oportunidad acude a ver esta función. El texto es bueno, la dirección y la escenografía están a la altura, y tanto Felipe Andrés como David Tortosa realizan un trabajo actoral muy fino en matices y están realmente brillantes.