Por NACHO CABANA.
Sold out en la jornada del sábado del Festival Cruïlla 2024 que, por cierto, celebrará su décimo quinto aniversario el año que viene. Un llenazo que, sin embargo, no llegó a dificultar más allá de lo previsible los dos conciertos estrellas del día: Pet shop boys y The Smashing pumpkins, programados a la manera de “Barbenheimer”, es decir: iban seguidos y había que ir a ver los dos.
O no, porque a contrario que Avril Lavigne el día anterior, ambas bandas contaban con actuaciones alternativas en otros escenarios más pequeños, artistas al menos lo suficientemente sugerentes como para descargar lo justo las dos ubicaciones principales del Cruïlla 2024.
Pet shop boys tienen nuevo disco, Nonetheless, y eso significa que los clásicos sonaron pero menos que si no lo tuvieran. Y, maldición de todos los grupos veteranos, por muy buenas que sean las canciones de estreno, el público las recibe como un tributo inevitable que pagar para poder escuchar las que llevan décadas acompañándonos.
Conscientes del difícil equilibrio que esto supone, Neil Tennant (celebró sus 70 años en el escenario de un Cruïlla que este año ya ha celebrado varios aniversarios) y Chris Lowe comenzaron su actuación con Suburbia; ambos con la cara semitapada por una suerte de antifaz en forma de H gigante y bajo dos farolas de atrezo que les iluminaban centralmente. Detrás de ellos, una pantalla que iba proyectando las consiguientes imágenes.
Un buscado distanciamiento inicial al que los londinenses ya han jugado otras veces y que duró hasta el séptimo tema, So hard, momento en que las farolas se retiraron a los laterales, la pantalla se levantó, apareció la banda de apoyo (batería incluida) y Lowe: se subió al altar que coronaba el espacio (tan hierático y distante como siempre) mientras Tennant se acercaba al público cantando Domino dancing, Love Comes Quickly, West End Girl o haciendo versiones (no por conocidas menos brillantes) como las de Where the streets have no name, Always on my Mind o Go west, para acabar con It´s a sin el grueso de la actuación y Being boring los bises.
Justo antes, Johnny Marr le había dedicado una de las últimas canciones de su setlist a los Pet Shop Boys. La mitad de The Smiths (que además ha acompañado a Talking Heads, New Order o Pretenders) toca la guitarra sin prepotencia pero de manera virtuosa (sí, eso es posible), dialogando con el otro guitarra que le acompañaba como si hacer lo que estaban haciendo fuera lo más sencillo del mundo y le dio, además, al público la ocasión de escuchar bastantes canciones de la banda de Morrisey (Panic, This charming man, Please, Please, Please Let Me Get What I Want, Stop Me If You Think You’ve Heard This One Before, Bigmouth Strikes Again), tocó solo un tema nuevo (“Don´t panic”, le pidió al público) y casi acabó versionando a Iggy Pop (The passenger).
Y eso que sus canciones originales (Easy money, Somewhere) son fantásticas.
Luego llegaron los Smashing pumpkins, a hacer todo lo contrario que Marr; es decir, a demostrar en cada acorde de sus composiciones (la mayoría de sus dos primeros álbumes) lo bien que tocan (que es cierto), cómo son capaces de seguir haciendo rock duro alternativo de los 90 sin rozar el pop más que en los estribillos de sus temas más reconocibles… y cediendo a la tentación de larguísimo solos de guitarra y batería de esos durante los cuales te da tiempo a soñar a poco cansado que estés.
Sonaron muy bien, el juego de luces fue espectacular en todo momento pero se pusieron un poco demasiado intensos.
Menos mal que los responsables del Cruïlla 2024 habían preparado el antídoto perfecto para el reconcentrado concierto de Smashing pumpkins. Uno podía irse a ver a La La Love you y decidir que quizás sean le mejor apuesta para el próximo festival de Eurovisión. O acudir a escuchar a Oques Grasses que, tras casi quince años de trayectoria, por fin se han hecho mainstream, al menos en Catalunya.
Y si todo eso fallaba, aguantar hasta las 03:40 am para ver a CHK CHK CHK. El veterano grupo comandado por Nic Offer, un tipo que parece acabar de llegar de tomarse minis de mojitos a 5 euros en Lloret de Mar y que se pasó casi más tiempo entre el público que arriba del escenario donde una excelente cantante le iba supliendo cuando era menester mientras sus compañeros de banda lo daban todo a unas hora en que la gente de bien lleva ya horas dormida.
Acaba de esta manera un Cruïlla 2024 que ha batido todos sus récords de asistencia (77.000 personas los cuatro días), en el que se ha podido volver a casa sin problemas gracias a los buses lanzadera puestos por la organización los días en que el metro cerraba pronto e incluso (salvo momentos puntuales) se ha podido ir al baño sin grandes pérdidas de tiempo. Eso sí…¿para cuándo los responsables del Parc del Forum van a construir unos WC de obra?.
Además de los ciclos de conciertos en salas, la empresa que organiza el Cruïlla se ha quedado con la gestión de El Molino, la mítica sala de Barcelona que sufrió la más desafortunada de las reformas posibles, perdiendo su identidad a favor de un espacio “multidisciplinar” de mínimo escenario.
A buen seguro que consiguen reflotarlo con una programación tan ecléctica como la del Cruïlla.