CRUÏLLA 2024: Barcelona latina
Por NACHO CABANA.
El griterío de un grupo de espectadoras a las que las ganas de juerga les hacía impermeables a la música que llegaba desde el escenario nos hizo pensar que, quizás, programar en el Cruïlla 2024 a las 18:00 de la tarde a Chucho Valdés rememorando a aquellos Irakere que aunaron música cubana con jazz hace ya 50 años no fuera la mejor de las ideas. Que para este tipo de propuestas sería buena idea habilitar dentro del Cruïlla el Auditori del Forum.
Y es que la primera parte del concierto de Chucho Valdés fue toda una lección de jazz latino. Acompañado su piano por una soberbia banda compuesta por su hijo Julián a la percusión; Horacio el negro Hernández y Roberto Jr. Vizcaíno Torre a las baterías (abradadabrantes sus duelos); una sección de metales (formada por Eddie de Armas Jr, y Osvaldo Fleites a la trompeta y Luis Beltrán y Carlos Averhoff Jr a los saxofones) que recogía las melodías marcadas por Chucho para improvisar sobre ellas y luego devolvérselas al alma mater del grupo mientras José A. Gola al bajo eléctrico y acústico marcaba la continuidad del conjunto en temas como Juana 1600 o Zanaith.
La irrupción del cantante Ramón Álvarez en el escenario marcó la segunda parte del concierto de Chucho Valdés e Irakere llevándolo al terreno que parte del público anhelaba: la bulla. Al fin y al cabo, los jueves latinos del Cruïlla es lo que prometen y nunca defraudan. Así que, con Álvarez al micrófono, fueron cayendo clásicos cubanos dejando bien claro (y sin abandonar nunca el jazz) que el Bacalao, con pan.
Hubo más música en cinco minutos cualquiera de la actuación de Chucho Valdés que en todos los conciertos del miércoles juntos.
Habiendo hecho ya el calentamiento correspondiente, podíamos los asistentes entregarnos a la salsa del los colombianos Grupo Niche: una de esas formaciones latinoamericanas que llevan (en el caso que nos ocupa) 45 años sobre el escenario. Formados en 1949 por Jairo Varela (fallecido en 2012) y desde 2015 dirigida por el trompetista José Aguirre, Grupo Niche se ha convertido en una marca en sí misma, más allá de los componentes que la integren.
Y eso es, sin duda, porque la calidad de los músicos con los que se presentan sobre los escenarios es indiscutible, te guste mucho la salsa o no. A pesar de que el sonido falló en las primeras canciones, los cuatro cantantes del Grupo Niche se iban alternando en los diferentes temas sin que ninguna de sus voces estuviera por debajo (ni por encima) de las otras. Armados con unas camisas que hubieran hecho las delicias de Chico Trujillo y Ángel Carmona, los 14 músicos empezaron con La negra no quiere y fueron desgranando Una aventura (los españoles la conocieron en la versión rumbera de Los Manolos), Algo que se quede, Ana Milé, Gotas de lluvia, La canoa rancha, Hagamos lo que diga el corazón…
Y del Cali pachanguero al merengue de la boricua Olga Tañón que apareció en modo “gran show”, rodeada de bailarines y bailarinas que, conjuntamente con una banda tan abundante como mandan los cánones, hicieron que el escenario más grande del Cruïlla 2024 se les quedara pequeño.
Muchacho Malo Power, Que Se Vaya, Cuando Tú No Estás, Contigo o Sin Ti, Presencié Tu Amor, Vamos A Ser Feliz, Así Soy Yo y otras muchas se fueron sucediendo; dos cambios de vestuario en la estrella, para concluir con confetis, fuego y bengalas con La Gran Fiesta. Todo fue un poco más mainstream, un poco más pop que con Grupo Niche y Chucho Valdés pero tan lúdico como buscaban las señoras con las que abríamos este artículo.
Un respiro (que no descanso) entre ritmo latino y ritmo latino venía muy bien y para eso estaban Ladilla rusa que hicieron lo que mejor saben hacer: hacernos felices. Tania Lozano Fernández y Víctor Fernández Clares aparecieron acompañados del DJ de la extinguida sala Sidecar (“basta ya de que se sustituyan bares míticos de Barcelona por garitos para guiris”), guitarra y batería para estrenar algunos tema nuevos (A Miami, Te perdí en un after) y tocar los clásicos (Todos los días lo mismo, Bebo) para acabar con Kitt y los coches del pasado y un replay de Macaulay Culkin, inflables incluidos.
Si Chucho Valdés cuenta con 82 años en sus manos de pianista, Oscar D´León cumplió 81 sobre el escenario del Cruïlla 2024 con un show que supuso un compendio de todo lo mejor de los anteriores. Hubo salsa, por supuesto, pero también cumbia y un sustrato jazzero que trascendía cada una de las canciones de un repertorio que parecía ir improvisando sobre la marcha, preguntándole al público qué temas quería escuchar, intentando complacer a los países de origen de las 15.000 asistentes que le estaban bailando y que evidenciaron que lo que no puede un salsero es tener hora límite.
Un jueves latino del Cruïlla 2024 que fue toda una celebración de los diversidad cultural que conforma Barcelona justo el día en que Catalunya se convertía en la única Comunidad Autónoma que rechazaba acoger 400 de los menores no acompañados que se habían jugado la vida en el océano y que, en algunos casos, habían visto morir a sus padres a bordo de una patera.