Por NACHO CABANA
“Muchas gracias a The offspring por telonearnos” dijeron Ladilla rusa al iniciar su actuación en el Cruïlla 2023 con la versión ortodoxa de Macaulay Culkin cuando ya eran las 03:15 de la mañana. En este Menudas zorras estamos hechas tour, los de Moncada y Reixach aportan una escenografía más elaborada, con una jaula presidiendo el escenario y un discurso político reivindicativo pero idénticas (sino mayores) ganas de juerga. Saben, además, de dónde proviene su música, la versión de Voy a ser mamá de Almodóvar & McNamara (en otros set list tocan también Me gusta ser una zorra de Las Vulpes) lo atestigua. Llegar hasta su despliegue de buen rollo costó bastantes horas que, a decir verdad, fueron más que bien aprovechadas.
Llegamos al Parc del Fòrum justo cuando The guapos, la banda mexicano- española formada por Adán Jodorowsky, Jay de la Cueva y David Aguilar, con Leiva a la batería tocaba su versión de Me vuelvo loco de Tequila. Suenan, y esa es la intención, como un grupo de rock de los setenta; ellos se divirtieron, nosotros también y nadie se preocupó demasiado sobre la posible continuidad de la propuesta.
Hay una categoría de grupos que se podrían calificar de “bandas de atardecer” y sin duda Alt-J pertenecen a esta categoría. El trío de Leeds apenas se movió durante una actuación en la que combinaron con dulzura teclados y coros a dos voces (Bane, con la que abrieron) en temas con letras que parecen sacadas del catálogo de Netflix dedicado al True Crime. El público, sabedor de lo que le quedaba de noche, los escuchó con la misma pachorra con que ellos tocaban hasta que, como es ineludible, en el tramo final, (The gospel of John Hurt y, sobre todo, Breezeblocks) todo se aceleró mientras Cala vento ya habían arrancado su concierto unos metros más abajo y cerca del mar.
Cala Vento son solo dos pero suenan como si fueran catorce sobre el escenario. Apenas con una guitarra y una batería (y sus dos voces) meten más ruido que Sigur Rós en toda su carrera. Joan Delgado es un percusionista excepcional y canta cuando Aleix Turón se centra en tocar la guitarra en temas llenos de energía como Todo o Gente como tú. Llevan tres discos, pero la sensación es de que lo mejor está por llegarles.
Como le ha llegado, por fin, a Viva Suecia, una banda que ha pasado de ser la versión 3.0 de Love of Lesbian a convertirse en el relevo de Izal con la ventaja sobre estos últimos de que controlan el ritmo de sus actuaciones sin pretensiones temáticas ni interrupciones de videos supuestamente graciosos.
No nos pilló por sorpresa a los que ya nos gustaban Viva Suecia antes de escucharlos en directo, ni la calidad de sus temas ni el prístino tono de voz de su cantante, Rafa Val, pero sí su enorme capacidad de convocatoria. No cabía un alfiler frente al segundo de los escenarios del Cruïlla en capacidad (¿por qué no echarlo, en futuras ediciones, un poco hacia atrás para ampliar el aforo?).
Arrancaron Viva Suecia con No hemos aprendido nada; arrasaron cuando le entraron a Algunos tenemos fe, Lo que te mereces y cerraron con Amar el conflicto: todo el escenario lleno de las serpentinas y confetis confirmando que el grupo indie se va a poner las botas en cuanto a festivales se refiere. Ganas de volverlos a ver llegando un rato antes para pillar buen sitio.
“Esto es una fiesta”, aseguraron los murcianos desde el escenario y esa expresión se hubiera podido extender al resto de Cruïlla si no hubieran llegado después Sigur Rós. No voy a entrar en su indiscutible calidad musical ni precisión en la ejecución de sus temas pero si, digamos Crystal fighters se encuentran en el extremo más lúdico de lo que se entiende como banda festivalera, los islandeses es ubican exactamente en el otro extremo.
Estaría bien que propuestas de este tipo ocuparan el auditorio del Fórum, brindándoles a sus fans tanto una mejor recepción de la actuación como una hora y media de descanso.
Si Viva Suecia protagonizó la que, al menos para el que esto escribe, el mejor concierto nacional, Franz Ferdinand hizo lo propio en el apartado internacional. Básicamente porque se nota que a los escoceses no les importa tocar una y otra vez sus viejos temas. Empezaron con Do your want to, siguieron con Walk away o Take me out para acabar con This fire. No pararon de subirse y bajarse de tres tarimas que los elevaban y acercaban al publico del Cruïlla al mismo tiempo.
Perfecto guitarreo, genial el número de percusión, estupendo sonido. Diversión cervecera rigurosa en su ejecución. Algo que también intentaron The offspring pero sin conseguir ahuyentar la sensación de viejos amigos de borrachera que se reúnen para recordar viejos tiempos.
Tocaron los californianos todos los éxitos que se esperaban de ellos: abrieron con Come out and play, cerraron con Self esteem y entre medias, Why don´t you get a job, The kids aren’t all right… e incluso, a la mitad del concierto, un medley con Iron man de Black Sabbath, Sweet Child O’ Mine de Guns & roses y In the Hall of the Mountain King de Edvard Grieg para enlazar con su versión de Blitzkrieg Bop de Los Ramones, disfraz de gorila incluido.
Y una última reflexión ya que hemos comenzado este artículo por el final (o casi, la jornada la cerró una excelente sesión de Nacho Ruiz). ¿Alguien ha pensado lo que podría ser juntar en una gira a Ladilla rusa con Ojete Calor?.
¿Ojete ruso, Ladilla calor?.