Por NACHO CABANA
Uno de los problemas del cartel del Cruïlla 2018 ha sido que dos de sus fichajes más gordos venían enmascarados dentro de una banda que no los mencionaba (o al menos no lo hacía directamente). Tras las siglas de N.E.R.D se esconde Pharrell Williams (acompañado para la ocasión por Chad Hugo y Shay Haley) mientras que tras Prophets of rage se agazapan miembros de Rage Against the Machine, Cypress Hill y Public Enemy (Tom Morello, Chuck D y B-Real).
N.E.R.D abrieron el escenario principal del Cruïlla del viernes y sobre éste había más bailarines que músicos. Sabedores de que el rap no es muy agradecido en auditorios de un habla diferente al de las letras, el grupo se hizo acompañar en todo momento por un nutrido grupo de danzantes que añadieron espectacularidad a sus temas.
Pasó Williams muy rápidamente por encima de las canciones que han triunfado con su voz (Happy, Hollaback Girl, Blurred Lines) y brilló con She Wants To Move, Rock Star o Spaz. Intentó varias veces que la gente se abriera en círculo y que luego invadiría cuándo él diera la orden oportuna pero solo le sirvió para darse cuenta de la escasa capacidad de coordinación de los españoles.
Si lo de N.E.R.D fue la actuación de una banda que está escalando hacia lo más alto de la fama mediática, la aparición sobre el mismo escenario un par de horas después de Prophets of rage tuvo más de reunión de colegas en la cincuentena que se juntan para recordar viejas batallas. Pero cuando éstas son canciones de la talla de Fight the Power, Guerrilla Radio, Yo Quiero Fumar o Bring the Noise la celebración de la amistad está más que justificada. Ataviados con camistas del Barca recién compradas, atacaron más temas clásicos de Rage against de machine que de Cypress Hill o Public enemy y hasta hicieron una versión de Jump around de House of pain. Tom Morello enlazó riff de guitarra con riff de guitarra en un instrumento en el que se podía leer Fuck Trump. Nada que objetar a lo que pasó sobre el escenario.
Entre medias de los dos conciertos ya reseñados, Gilberto Gil celebró al borde del mar el 40 aniversario de uno de sus discos más conocidos: Refavela (1977). Estuvo acompañado por su hijo Bem Gil que se atrevió con el balafón (suerte de xilófono africano), Mestrinho, la italiana Chiara Civello y la caboverdiana Mayra Andrade. Como la de Prophets of rage, fue el suyo un concierto-reunión entrañable solo que esta vez en torno al abuelo que un día fue ministro de cultura con Lula y será recordado siempre como el autor de la bellísima Aqui e Agora cuya interpretación fue lo mejor de una actuación ideal para recargar pilas.
Lori Meyers tiene a estas alturas de su carrera un repertorio capaz de configurar varias set lists de canciones sin que su público pueda poner ni una sola pega. Su ejecución sobre el escenario, las proyecciones y la voz de Noni López sonaron especialmente bien en Aha han vuelto o Emborracharme. La intención de los organizadores de evitar que todo el público se agolpe en las mismas actuaciones hizo que su concierto coincidiera durante casi una hora con el de Prophets of rage. Habrá que esperar a su gira 20 años, 21 canciones para disfrutarlo al completo.
Algo parecido le ocurrió a La pegatina solo que al revés. Si querías ir a ver a Bomba Estéreo tenías que perderte el final del concierto de los de Montcada i Reixac. Lo que hace quince años vino a llamarse “sonido Barcelona” se ha convertido a estas alturas del siglo XXI en un cruce de rumba, ska y pachanga en donde igual cabe una canción celta que otra balcánica que unos toques heavys. Lo que se llama en México un grupo versátil, un estilo que ha formateado un tipo de banda indispensable en eventos como el Cruïlla. La pegatina son muy buenos músicos y no parecen tomarse a broma en ningún momento la catarata de homenajes y guiños con que trufan sus canciones. Ideal para saltar, pero menos que con Bomba Estéreo.
Los colombianos fueron los encargados de acabar de cansar al público asistente y la única gran banda latinoamericana convocada al Cruïlla (Gilberto Gil juega en otra liga). Les vi hace tres años en el Sónar de día y no pasaron de ser un grupo original con algún hit potente y una cantante carismática e hiperactiva; hace dos años tocaron en este mismo festival y su sonido había ganado considerablemente con la incorporación de una batería a su propuesta de cumbia electrónica. Pero no fue nada comparado con lo que vimos el viernes a partir de las 03:30 de la mañana. Una larguísima trayectoria en grandes foros (y un percusionista/flautista extra) les ha dado un tan contundente como espectacular directo.
Bomba Estéreo fueron literalmente apabullantes temas como Somos dos o To my love y cuando la cosa parecía alcanzar su cima con Fuego, siguieron casi media hora más, Planteada como una jornada de meditación mediante el baile, Li Saumet la vocalista, apareció envuelta en un abrigo de peluche amarillo y luego bailó y recorrió de lado a lado el escenario numerosas veces sin que cansancio pareciera hacer mella en ella mientras Simón Mejía retorcía con sus maquinitas que hacen bip ritmos tan caribeños como adictivos. Solo unas proyecciones en exceso repetitivas deslucieron la que fue una de las mejores actuaciones de la noche.