LATINOAMÉRICA REINA EN CATALUNYA.
Por NACHO CABANA.
El “sold out” que el Crüilla 2017 colgó en su edición del viernes (25.000 entradas vendidas) probablemente se debiera a que la casi totalidad de la comunidad latinoamericana de Barcelona estaba ansiosa por ver a Los fabulosos Cadillacs, una banda con 30 años de trayectoria, absolutamente fundamental en la escena rock no solo argentina sino de todo el continente hispano hablante y que (como Café Tacuba, como Aterciopelados, como Soda Stéreo) en nuestro país nunca han tenido el reconocimiento que se merecen, quién sabe por qué.
Estaba a reventar el segundo de los escenarios del Crüilla 2017 en lo que a tamaño se refiere para ver a Los Fabulosos Cadillacs y con todo el personal tan acalorado que uno levantaba los brazos y notaba la diferencia de temperatura con las partes de su cuerpo más pegadas al suelo. Extraordinaria la sección de viento marcando melodía sobre las dos potentes baterías (doblar la percusión ha sido una constante en el festival) mientras el resto de la banda aceleraban el ritmo en los temas más clásicos de la banda, Un fallo técnico a mitad de la actuación (“hay que resetear la consola” dijo el vocalista y casi cinco minutos de parón) no fue óbice para un final espectacular si bien la voz de Vicentico no estuviera en todo momento a la altura del conjunto.
Al día siguiente, en el mismo escenario y a la misma hora, el boricua Residente se enfrentó a un público que quería escuchar las canciones de Calle 13 cuando él a lo que iba era a estrenar su primer trabajo en solitario. Un reto tradicional en músicos que han alcanzado el éxito con un grupo y que deciden (por ego o por control o por las dos cosas) hacer algo más o menos distinto. René Pérez, sabedor de las circunstancias, ofreció una especie de fundido encadenado entre sus dos yoes creativos, alternando los temas nuevos que más se acercan al sonido por el que ha alcanzado (El futuro es nuestro) el olimpo con clásicos incontestables de Calle 13 (Fiesta de locos). Se arriesgó mucho cuando, al poco de comenzar, apostó por Guerra, un tema que comienza dando rienda suelta a las habilidades de teclista para luego ir añadiendo capas y capas de sonidos a éste en una suerte de rock urbano progresivo con el que se fue ganando a un público que silbó cuando la parte instrumental del inicio parecía prolongarse en exceso. Y, desde luego, no hubo en el Crüilla 2017 un solista con el carisma y dominio escénico de Residente.
El grupo en catalán mejor ubicado en el cartel fue Txarango, que se mostraron como unos excelentes herederos de La troba Kung-fu capaces de meter en la batidora reggae, ska y rock para actualizar el sonido Barcelona que nada tiene que ver con Manel. Una apuesta festiva segura y agotadora.
También en catalán y mucho más sorprendentes estuvieron El petit de Cal Eril, un grupo que no ha parado de tocar a pesar de su corta vida. En el íntimo único escenario cubierto del Crüilla 2017, el grupo de Guissona hicieron gala de un cierto virtuosismo instrumental en unos temas ásperos y en absoluto supeditados a la voz cantante. Habrá que seguirles la pista.