Por NACHO CABANA.
La mayor parte de los festivales de música que se celebran en nuestro país (y son muchos) se esfuerzan por tener una programación más o menos uniforme cuando no directamente genérica. El enorme y gratificante mérito del Cruïlla barcelonés a lo largo de estas diez ediciones ha sido ser capaz de crear cruces mentales musicales en sus asistentes sin convertirse, ni de lejos, en un cajón de sastre. Y sin reggaetón ni trap.
Dicho de otro modo… ¿Qué otra convocatoria masiva se atrevería a darle el espacio de la noche estelar del sábado a una diva pop de los noventa con un espectáculo que no desentonaría en un casino de Las Vegas como Kylie Minogue?
La estrella australiana es muy popular en Cataluña no solo por su música sino por su participación como actriz en la serie Neighbours junto a Jason Donovan que aquí emitió TV3 con el título de Veins y doblada al catalán. Su salto al olimpo de la memoria colectiva de los que ahora rozan los cuarenta así como su conversión en musa gay (el festival se celebra el fin de semana siguiente a la celebración del orgullo en Barcelona y a la vez que el gran jolgorio reivindicativo de Madrid) aseguraban un llenazo como el que tuvo el escenario grande del Cruïlla 2019.
Y no defraudó en absoluto. Cinco cambios de vestuario, una docena de bailarines en escena, varias estructuras giratorias de espejo con escaleras a los lados y plataformas a dos niveles, letras gigantescas formando su nombre, enormes muñecos hinchables bailando al ritmo de la música… y hasta una boda con la correspondiente fiesta final lanzamiento de confetis (una constante en este Cruïlla) incluido.
Nada faltó, nada falló y Kylie no dio un solo paso en falso ni con la voz ni con el baile. Love at first sight fue la encargada de abrir la velada ante casi 23.000 personas seguida de I should be so lucky llegando al éxtasis con la versión de Locomotion de Little Eva que la australiana popularizó en 1987. Subió a una fan (Laia) al escenario y casi la mata de la emoción. Canto un medley con Shocked, Step back in time y Better the devil you know acabando con All the Lovers, Dancing y Spinning Around.
Inmediatamente antes que ella, Dorian había interpretado buena parte de su popular último álbum Justicia Universal comenzando con La isla (que acaba de ser remezclada por David Van Bylen de cara a las actuaciones veraniegas), siguiendo con Algunos amigos, Hasta que caiga el sol o Noches blancas. Entre medias, clásicos como Arrecife, Verte amanecer o Los amigos que perdí. Sus letras, a menudo románticas pero nunca cursis acomodadas sobre bases electrónicas que unifican una instrumentalización netamente pop funcionan muy bien en directo gracias en parte a un buen desempeño del vocalista Marc Gili.
Tras el intermedio para recabar fuerzas que supuso la muy concienciada actuación de Jorge Drexler (estupendo su Silencio) había que elegir para cerrar la edición 2019 del Cruïlla entre Love of lesbian en formato XXL (o sea con sección de vientos) o decantarse por el mucho menos popular por estas tierras Marcelo D2.
El carioca, con una muleta y un tobillo inmovilizado, rapeó a placer sobre una excepcional banda sonora siendo los diálogos establecidos entre batería y teclados absolutamente demoledores. Funciona tan bien el conjunto en parte por el contraste existente entre melodía y voz y probablemente, si entiendes lo suficiente el portugués hablado a esa velocidad, las letras complementen la apuesta. Pero si no pasas del portuñol, lo que mas acabas valorando de la actuación de Marcelo D2 son los momentos íntegramente instrumentales.
Se cierra así la décima edición del Cruïlla, un festival que se salda con 77.000 asistentes en los cuatro días que ha durado. Todo un éxito a pesar de que se ha echado de menos las actuaciones musicales en la carpa antaño patrocinada por un operador de telecomunicaciones (¿alguien ha ido a ver a los monologuistas que actuaban allí este año?) así como el mercadillo y su correspondiente escenario electrónico.
La dura competencia con otros eventos similares en idénticas o muy próximas fechas ha hecho que, al margen de las calidades de las bandas, los organizadores hayan recurrido en exceso a los sospechosos habituales tanto con los grupos comodín nacionales como con artistas que ya habían visitado con anterioridad el Cruïlla. Una buena idea sería complementar la programación con formaciones latinoamericanas, latitud hermana que este año se ha echado en falta.
Todo un acierto los autómatas y esculturas retrofuturistas que adornaban el Parc del Forum, especialmente el barco de OpenArms que se abrió paso entre la multitud durante el concierto de Jorge Drexler recordando lo que está pasando en el mismo mar cuya brisa nos alivia del calor.
Eso sí, un evento tan concienciado con diferentes causas humanitarias debería encontrar una solución definitiva para evitar los miles de vasos de plástico que inundan el suelo tras cada actuación.