A ella le gustaba tocar desnuda el violonchelo, leer hasta la madrugada, andar descalza. A él le gustaba usar corbata, fumar cigarrillos, tomar café sin azúcar. Coincidieron en un cruce de carreteras, cuando el coche de ella pinchó una rueda. Se miraron con intensidad mientras ponían el neumático. Se besaron. A la mañana siguiente, mientras se vestían en el hotelucho, él sintió una punzada de desagrado al ver un tatuaje en la espalda femenina; ella experimentó fastidio al oler el humo del cigarro de él; y quedó demostrado de forma irrefutable que las carreteras confluyen y después se alejan en dirección contraria.

Ilustración de Juan Luis López
Pero qué buena eres, joía, qué buena!! Y mira que ya lo conocía, pero aún así…
Un besazo, prima!
Cuando las cosas están así de claras y bien contadas las obviedades se hacen plenamente literarias en tu mano. Abrazos
Con la luz del día las cosas se ven de otra manera. Como siempre, un placer tus letras.