“Estupefacto, sorprendido…así es como me siento tras enterarme que los hermanos Vicario, Pedro y Pablo, quieren acabar con mi vida. También algo acongojado y aturdido, estado este último en el que influye la parranda de la boda celebrada apenas hace unas horas. No tengo ni idea cual es el motivo por el que quieren matarme, y es que la jaqueca me está jugando una mala pasada en un momento tan crucial. Lo digo porque apenas soy capaz de recordar si en algún momento de la celebración les ofendí o hubo alguna pelea en la que estuviese implicado. En cualquier caso estoy prácticamente seguro que no pudo ser tan grave, al menos como para querer asesinarme. No se produjo tal agravio para semejante respuesta…”
Estos pensamientos podrían haberle pasado por su cabeza a Santiago Nasar «el árabe», protagonista de Crónica de una muerte anunciada, justo antes del fatídico desenlace.
La historia trascurre en un pueblo caribeño, lugar que nos recuerda al imaginario Macondo y al realismo mágico de García Márquez. Allí se celebra la multitudinaria boda de Ángela Vicario, de origen humilde, con Bayardo San Román, personaje venido de otro lugar y por misteriosos motivos. Con la visita del Obispo a bordo de un barco de vapor como telón de fondo, se suceden sin solución de continuidad los aciagos acontecimientos. Santiago Nasar, heredero de la genética paterna (pelo negro y rizado, ojos oscuros, alto y delgado), había heredado también la hacienda de su padre al fallecer. Se dedicaba al ganado y manejaba bien las armas tal como le había enseñado su progenitor, sin embargo era una persona pacífica y alegre. De posición acomodada, vivía junto a su madre Plácida Linero en la casa familiar que lindaba con el río. Ella años atrás había contraído matrimonio (de conveniencia) con su padre, pasando a formar parte de la exigua colonia árabe afincada en la caribeña villa, donde hacía ya varios siglos arribaron los primeros antecesores con sus barcos para establecerse allí.
La causa por la que los gemelos Vicario querían cercenar los apenas veintiún años de Santiago Nasar era un rumor a voces que habían escuchado casi todos los habitantes del pueblo. La noticia corrió como un reguero de pólvora, pero de forma increíble no llegó a oídos de la víctima. La causa por la que los Vicario deseaban hacer justicia, la descubrió en la noche de bodas Bayardo San Román: la falta de pureza de Ángela Vicario. Ante semejante deshonra correspondía limpiar de inmediato el honor y de una única manera: desterrando de este mundo a Santiago Nasar.
Pero lo más sorprendente del suceso fue que Ángela Vicario y Santiago Nasar nunca se habían cruzado ni habían tenido posibilidad de consumar un encuentro carnal. Entonces, ¿porqué insistía Ángela en acusar al “árabe” responsabilizándole de la pérdida de su virginidad? ¿ocultaba ella al verdadero causante? ¿o simplemente Santiago Nasar era el responsable y merecía pagar por ello dada la grave falta de honor infligida por este?
Los hermanos Vicario se encargaron de anunciar sus intenciones a lo largo y ancho del pueblo; su resaca y cansancio les hacía comportarse sin ningún tipo de recato. Hay quien añade a esta crónica que la actitud de los hermanos consistía en intentar llamar la atención para que alguien les parase los pies y por consiguiente no acabar con la vida de la víctima. En cualquier caso nadie quiso avisar a Santiago, o quizá pensaron que siendo divulgadas a los cuatro vientos sus intenciones, este se habría enterado. Pero lamentablemente para él no sería así.
A través de esta especie de crónica periodística (de hecho el autor trabajó como reportero) narrada por un individuo implicado en los hechos, se van desgranando los hechos acaecidos mediante testimonios de multitud de personajes . Sus diálogos, opiniones y diversos puntos de vista, forman un colorido mosaico en el que todo tiene cabida: en un estrecho margen de horas pasamos de una variopinta boda con los excesos propios de la celebración, para a continuación terminar en el ensañamiento cobarde y pusilánime de los gemelos Vicario. Matarifes de profesión y acostumbrados al manejo de cuchillos con los que degollar y descuartizar en el matadero, emprenden un surrealista itinerario. Sus principales paradas les sitúan en la barra del bar donde continúan bebiendo tras los festejos, y en la cuchillería a la que acuden dos veces para afilar de manera ruin sus herramientas.
Alertado a última hora, Nasar se topa en su huida con la puerta de su casa clausurada. Segundos antes su inocente madre la ha cerrado. El destino le ha jugado una mala pasada y ya es demasiado tarde para alcanzar la parte posterior de la vivienda. Los canallas le acorralan y tras batirse en un duelo desigual y de manera suicida, acaba siendo acuchillado como un muñeco de trapo. Para unos con vileza y para otros para limpiar el honor mancillado. Finalmente Santiago termina por acceder al interior de su casa, donde termina su periplo desangrándose y con la criada como único testigo. En el suelo descansan las tripas del desgraciado; esta es la crónica de una muerte anunciada.
Con el paso de los años, la despreciada Ángela Vicario comenzará a escribir una serie epistolar que tendrá como destinatario al humillado Bayardo San Román, del que no obtendrá respuesta tras multitud de años y misivas. Si en algún momento el lector se sumerge en la lectura del libro de García Márquez, podrá saber y/o imaginar el misterioso contenido de las cartas. De lo que estamos convencidos es que no sabremos quién ocupó su cama antes que Bayardo, ni el motivo por el culpó al desafortunado Santiago Nasar.
“El corazón me late como si fuese a saltar de mi cuerpo. Me siento nervioso pero al mismo tiempo ilusionado. Después de mucho tiempo y cargado con mi maleta colmada de cartas de amor me he decidido a dar el gran paso. Hoy es el día, y este es el principio de nuestra historia de amor…”
Bien pudieron ser estos los últimos pensamientos de Bayardo, aunque bien es cierto que este es el final de esta agridulce crónica que termina como empezó: con la unión de Ángela Vicario y Bayardo San Román.
Gabriel García Márquez (1927-2014), escritor colombiano premiado en 1982 con el Nobel de Literatura, es autor de la aclamada Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y El coronel no tiene quien le escriba entre otras obras, siendo el precursor y máximo representante del llamado realismo mágico.
Esperanzadora crónica de otra crónica, la reseña de Javier Ubach abre y cierra el libro de García Márquez para, entremedias, soplar y hojear a vuelapluma la novela. Templada y ceñida lectura del articulista que nos devuelve briosa y enjaezada como un alazán la obra del colombiano. ¿Sabremos quienes somos al tiempo que sabemos quienes son los personajes de «Crónica de una muerte anunciada»?