La serie El Centro de Movistar Plus+ ya ha llegado. Decimos que ha llegado porque quienes esperábamos su estreno llevamos haciéndolo desde que se anunció el inicio del rodaje, deseando ver la que se considera la serie sobre el CNI más apegada a la realidad del día a día de nuestros espías.
Con morbosa curiosidad, los que hemos devorado desde las bases fundacionales sobre el CNI, con los libros La Casa I y La Casa II de Fernando Rueda, hasta las rápidas y adictivas novelas de Pablo Zarrabeitia (El alma de los espías, Los hombres de la niebla y El dios de los espías), esperábamos ver qué había hecho David Moreno después del éxito de Fariña (2018) o El Inmortal (2022), de la mano de la generosa cartera de Fonte Films para Movistar Plus+.
La expectación era mucha para los fans de las “cosas de espías” porque el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) había abierto sus puertas para rodar alguna escena, lo que hacía que el producto tuviera algo de su esencia.
¿Realismo y verosimilitud en El Centro o derroche de estereotipos como en Antidisturbios y la Unidad?
Si bien aquellos más familiarizados con estos temas sabrán que es complejo conocer cómo funciona realmente el CNI por dentro, quienes nos dedicamos a leer todo lo que cae en nuestras manos sobre asuntos de inteligencia sabemos qué puede ser cierto y qué no.
En esta ocasión, podemos darle un aprobado alto a este aspecto. Ver analistas de inteligencia realizando acciones en la calle llama la atención de cualquiera, pero el elenco protagonista perdería mucho si no estuviera compuesto por los personajes que lo conforman.
El auténtico espanto que supuso Antidisturbios (2020) no debería repetirse. Aquella serie, cargada de clichés en los personajes, con una atmósfera oscura y falta de toda verosimilitud procedimental, hacía pensar que El Centro podría ser otro patinazo de Movistar Plus+, pero lo cierto es que, salvando los asuntos que puedan molestar a los más cafeteros del tema, la serie está bien construida y tiene más luces que sombras en su relación con la vida real de un espía.
Un serie que va de más a menos, inteligentemente
Si bien el inicio opera como es habitual ya en muchas series, con algo de caos inicial que descoloca al espectador, los personajes se nos van presentando y creciendo según avanzan los capítulos, con absoluta claridad. El complejo inicio se resuelve rápidamente, aunque pudo haber supuesto que algún espectador más atento a su Instagram que a la serie perdiera el hilo.
Hemos perdido el encanto de conocer la trama pausadamente y las dinámicas narrativas tienden a ser complejas, pero son el equipo de guionistas, el director y el montaje quienes deben facilitar la comprensión de la historia que se narra. Lo digo porque he leído alguna crítica sobre la serie en la que se señala que la trama es “liosa” o “innecesariamente compleja” al inicio y que requiere atención del espectador. Hombre, ¡qué menos!
Si por complejo entendemos dos tramas paralelas que convergen en los últimos episodios, y hay un malo malísimo perfectamente identificado desde el primer momento, habrá que valorar si sacrificamos las tramas complejas para adaptarlas a la pérdida de atención autoinfligida por el espectador. Esperemos que el algoritmo no decida esto.
Un thriller que pivota de la burocracia a la acción de calle
El Centro ha permitido vislumbrar el trabajo rutinario que se realiza desde los despachos del CNI. Hemos podido ver cómo la actuación de sus agentes se encuentra sujeta a la autorización del juez del Tribunal Supremo adscrito a sus operaciones que autoriza o deniega lo que el servicio requiera.
Se percibe la mano de los asesores que el CNI ha puesto a disposición de la producción en pequeños, pero determinantes detalles, cómo las destructoras de documentos en cada esquina, el acceso con tarjeta identificativa en los despachos o la inevitable cadena de mando para realizar cualquier actuación. Ese día a día del agente, ha quedado medianamente reflejado en la serie, lo que permite al espectador navegar desde la aburrida burocracia hasta las escenas de acción.

Un buen equilibrio de actores pero no de personajes
El acierto más relevante de la serie es la presencia de Juan Diego Botto cómo Alfaro (alias Michelin), Clara Segura cómo Aitana (alias Madre) y el absolutamente disruptivo personaje de Iñaki encarnado por David Lorente. La aparición de este último es una absoluto acierto desde la primera escena. Permite al espectador visualizar las dos almas de un servicio de información en una sola mesa frente a frente con Alfaro e Iñaki, que nos presentan dos caras de una misma moneda conjurándose en la trama para ofrecernos un auténtico dios Jano al servicio de una misma causa.
La nota discordante de la serie viene dada por la subtrama periodística que protagoniza Elsa Díaz, interpretada por Elena Martín. Aquí no se ha trabajado bien y se nota desde el minuto uno. El personaje es absolutamente insoportable, de una falta de profundidad que produce algo de vergüenza en su desarrollo durante las escenas. El guion y la dirección de la actriz confunden la actitud inconformista que se pretende transmitir con una sucesión de ramalazos fruto de la falta de madurez en la figura de la periodista.
Este personaje, que podría haber sido un pivote interesantísimo y haber ampliado el argumento hacia la función de ciertos medios creados ad hoc para desinformar, ha sido transformado en una suerte de espantajo en el que convergen los peores defectos de una persona que no entiende en qué situación se encuentra y actúa completamente desnortada. Una lástima haber desperdiciado a Elsa de esta manera y aún más a una actriz cómo Elena Martín.
¿Tendremos segunda temporada de El Centro?
A la vista de la aceptación del público y de la crítica sobre El Centro, estamos más que seguros que habrá una segunda temporada. Veremos cómo deciden afrontar una nueva producción después de lo que ha costado parir la primera temporada, pero deseamos ver una segunda temporada y volvernos a encontrar con Michelin, Madre e Iñaki.



