¿Qué significa teatro comercial? Para muchos una simple pieza de evasión, una comedia en un gran teatro, una búsqueda de un público concreto y numeroso. Pero teatro comercial también puede ser una historia ágil que procure el alejamiento de un crítico presente, una obra que no sea sinónimo de pérdida, sino de algo ameno y bien construido. Y este es el caso de Como si no hubiera un mañana, tres historias, las que aquí se cuentan, enlazadas con el nexo de un permanente estado apocalíptico. Especialmente las dos primeras (textos de Fran Secunza y Pablo Vara, respectivamente) ahondan en este tema, con personajes inmersos en una espera ante algo superior que los domina. La tercera (Jose Padilla) adquiere un tono más emotivo, romántico si se quiere, cuando asistimos al diálogo de dos suicidas que se encuentran en lo alto de la Torre Eiffel. Tres historias, estas, unidas por el intimismo y la búsqueda por no asirse a lo convenido, que se defienden en el aislamiento de lo que sucede a sus espaldas.
Primera de las piezas: un lugar incomunicado, una pareja (presumible pareja de amantes) que charla sobre lo que son y fueron sus vidas. Esperan la llegada de alguien, y con su llegada surge la emergencia por no ser descubiertos, urgencia que les lleva a un conflicto que sólo a ellos les afecta. La pieza se ve dominada por la maravillosa presentación que el personaje masculino explica a su acompañante: ese momento delicado, que no regresa, del primer beso, cuando aún no se ha tocado a la persona que se codicia. Dos personajes, hombre y mujer, dolidos por su pasado, mientras el espectador aguarda ese primer contacto que llega o no llega (dejémonos de spoilers) a través de un diálogo bien construido que irá in crescendo.
Segunda de las piezas: la más canalla, la gamberra, la del hombre apuntando con una pistola a su ídolo, la del humor negro y el chiste de los bebés muertos, la de dos seres que buscan y olvidan qué significa el amor. Si uno va en su busca el otro no recuerda el motivo de su comienzo, y dirimen en un nuevo lugar indeterminado a la espera de algo que no llega. Es aquí donde el elemento aglutinador del apocalipsis se hace más patente, recordándonos incluso a ciertos momentos de La carretera de Cormac McCarthy, con cuerpos a la deriva en un entorno desértico, restando tensión a su predecesora y preparando al espectador para la última pieza.
Tercera: la torre Eiffel y los amantes, que quieren acabar con sus vidas; “el hombre que sabe que no puede volar” y “la mujer que sabe que no puede volar”, aquellos que dan comienzo a un hermoso diálogo en busca de la comunión ante un mundo ajeno. Un momento tierno y emotivo, que deja espacio para la sonrisa ocasional, como el instante en que el personaje masculino hace saber de su vértigo o cuando el femenino protesta por no querer una tirita para tapar la herida que se ha hecho al subir. Cierre, este, que permite al espectador marcharse con un elevado sentimiento de euforia, gracias a un texto que concuerda, de forma más que acertada, emoción, acción y poesía.
Respecto al plano de la dirección vemos cómo se opta por una actitud pausada durante las transiciones y la búsqueda de la verdad en el plano interpretativo, buscando que la voz del personaje sea la de la persona de a pie, contando con una escenografía sencilla (apenas cuatro escaleras conforman el espacio escénico) y el protagonismo de ocasionales luces en un entorno sombrío, que dan marcado carácter a la pieza. Interpretación acertada, en la que tres actores saben aprovechar los momentos más distendidos para relajar al espectador, así como procuran la emoción en aquellos más dramáticos, provocando el contraste. Una pieza, de las que dicen teatro comercial, que parece escaparse del mismo.
Título: Como si no hubiera un mañana / Texto: Jose Padilla, Fran Secunza, Pablo Vara / Dirección: Andrés P. Dwyer / Intérpretes: Juan Blanco, Joe Manjón, Sara Martínez / Produce: Paraninfo 58 /
Fechas: Domingo 6, 13, 20 y 27 de septiembre
Hora: 19:30 horas