Seguramente la fama requiere mucho trabajo. La fama real, no los likes ni las escenitas que montas en tu casa. La FAMA. La fama de los neones que te abrasan. La fama de las drogas, del alcohol, del narcisismo, del peligro. La fama del vacío. La del desprecio a los fans adolescentes. La de la desidia vital y la tentativa de suicidio. La del músico extravagante que desayuna champán y cocaína. La de los millones de libras, dólares, euros. La fama que desprecia al gran público. Con esa fama hay que dejarse la piel en el camino. Qué belleza la agresividad a bordo de un Lamborghini Veneno. No esos bolos en Navalmoral de la Mata o Talavera de la Reina. Ser FAMOSA de verdad, desde la supervivencia al derroche más absoluto.
Londres es un juego, una máquina, una lupa, el crisol de un alquimista. Gran Bretaña es una mesa inclinada de un modo que todas las monedas ruedan hacia Londres y nosotros somos calderilla. Yo soy esa calderilla. Londres es una máquina tragaperras y tú eres la moneda que introduces con la esperanza de salgan todo cerezas o todo campanas.
Caitlin Moran escribe de manera impía y descarada pero a su vez inteligente, divertida y tremendamente sagaz, lo cual permite que Cómo ser famosa no quede en una maldita vulgaridad de plató-narcosala de la tele. La novela habla del amor, del sexo, de las drogas, de cientos de grupos de músicos vanidosos, rockeros o poppies, de los humoristas gilipollas y crecidos, de los padres hippies, de lo cabezones que son los famosos, de sus proyectos maravillosos que a menudo consisten en plantar jazmín en la azotea, de la porno-venganza y de la obsesión por la fama con el trasfondo de Londres, esa gran máquina tragaperras que tiene por calderilla a sus supervivientes y casi nunca sale todo cerezas o todo campanas.
La novela, ambiciosa en todo su recorrido y sus subtramas, y siempre con ese giro oportuno hacia las intrigas y ridículos de la fama, está escrita con una agradable insolencia que viene a ser denominada frescura. Un par de revoluciones más y estaríamos ante una cosa extremadamente revolucionaria e insufriblemente anarquista y perturbadora. Es muy de agradecer por tanto esa ecuanimidad de Moran, que enfoca una meta maravillosa en las novelas enérgicas y jóvenes: la VITALIDAD y la SEXUALIDAD. Se atisba un feminismo desenmarañado de obsesiones demasiado ambiciosas (años 90, no existía el micromachismo), más propio de una crítica velada a la impostura del pop y de desenmascarar gilipollas como el cómico Jerry Sharp que de arruinar la identidad del hombre.
- ¿Te has fijado en que todas las canciones tratan sobre chicas guapas? – dice Suzanne – . Todas. Todas son cautivadoras. Cuando entran en una habitación, la iluminan. Son todas la hostia de…hechizantes. Pero las chicas así no necesitan que escriban canciones sobre ellas. Todo el puto mundo escribe canciones sobre ellas. Dadles un respiro, joder. Dejadlas en paz. Escribid canciones sobre las chicas feas, que son las que las necesitan. Y eso es lo que voy a hacer yo. Quiero que las feas lo peten. Quiero hacer que las zorras más cutres triunfen.
- Me llamo Suzanne y ella es Dolly y somos de la Liga Feminista Vengadora contra los Depredadores Sexuales –dice Suzanne-. Ofrecemos un servicio nuevo. Proporcionamos información sobre tipos chungos –continúa desenfadadamente- Y a ti, ahora mismo, te está intentando camelar el Número Uno de la lista de tipos chungos. Jerry Sharp…
Entre medias, Suzanne, cantante de The Branks, Zee, un amante ocasional para las grandes revelaciones sexuales, y un amor platónico reconvertido a estrella del britpop: John Kite, un tipo que delira hacia el abismo de la autodestrucción, quiere a Dolly (nuestra deslenguada cronista musical protagonista) y está como una auténtica regadera a veces frívola, a veces, metafísica . Y muchos ingredientes de literatura juvenil de zagales que no paran quietos un minuto, para realizar un libro adulto, lo cual me lleva a pensar que una novela madura que sea juvenil podría ser una coordenada de que los libros juveniles pensados para ser juveniles son malos. Una buena novela adolescente es siempre una novela adulta que le encanta a la chavalería. Principalmente porque es una novela a la que entran más ganas de bebérsela o hacerle el amor que de leerla. Cosas de chavales. Pura vida, los noventa, la regresión. Cuando todo era mucho mejor.