¿Cómo no puedo ser Montgomery Clift? En esta frase conviven el éxito y el fracaso, el delirio y la pérdida, columna vertebral de un certero monólogo, Cliff (Acantilado), que examina los últimos momentos del actor estadounidense bajo un prisma antes nunca visto: la caída del héroe y la agonía de lo inalcanzado, tragedia común y cercana. Asistimos a un rápido recorrido por la última parte de su vida, encerrados en el interior de su hogar o en la calle tras haber perdido la mitad de su rostro, durante la ceremonia de los Óscar o en la intimidad de una fugaz relación, bebiendo o abrazados junto al teléfono, soñando con su vuelta al teatro, luchando ante las impredecibles visitas, ¿Cuánto tiempo has pasado ensayando ese gesto de preocupación, la entrañable pose de compañero preocupado, tu perfil de héroe de pantalones ceñidos y camisa sin cuello?, recordando todo aquello que ha sido y ahora es, junto a su madre, su amante o el resto de enemigos: una lucha contra sí mismo, en último término.
Cliff (Acantilado) de Alberto Conejero consigue en 2011 el Premio Leopoldo Alas Mínguez de Literatura dramática y es publicado, durante ese mismo año, en la colección Iberautor. Meses después, durante el XVI Ciclo SGAE de lecturas dramatizadas, se deja ver el potencial de una pieza que ahora, tres años después, es llevada a escena en La pensión de las pulgas, sala que la acoge para distinguirla en la cartelera madrileña: no es una comedia, pero saldrán con una sonrisa.
Lo que tiene de grande esta pieza es que consigue lo que se propone: el espectador se identifica plenamente con su personaje, con el hombre real, el otro Montgomery Clift, el borracho, el caído, aquel que habla a través de sus cicatrices y sus falsos amantes, Harían bien en marcharse. Constantin Treplev se ha pegado un tiro, que sueña con llevar a escena La gaviota junto a su adorada Elizabeth Taylor: con él llegamos a ese sueño, Clift y su nuevo público, el que ahora le rescata, el que muere junto a él, que abandona la sala y ve aún la alargada sombra de Montgomery tras sus pasos, de camino a casa o en el bar más cercano, compartiendo ambos alcohol y rutina.
Lo que esta pieza consigue viene motivado por una extraña armonía que engarza todos sus elementos: parte de un texto productivo que une adecuadamente la asentada voz de Conejero en el panorama actual con la lejana y desatendida de Clift, creando ese nuevo personaje, lirismo apasionado y medido, con la vuelta constante sobre su caída. ¿Cómo no puedo ser Montgomery Clift?… regresa como un verso de Dylan Thomas o la vida que se agota ante cada uno de nosotros. El desarrollo viene dado con una dirección discreta y atenta, que no busca destacar con pirotecnias vacías sino que se une conscientemente al texto para que la obra hable, con la compleja sencillez de los grandes momentos, ese parece fácil, pero cómo lo ha hecho, unidos, en este caso, el propio autor y la buena mano de Alberto Velasco, haciendo fácil lo difícil. Concluye en la voz y presencia de Carlos Lorenzo, actor idóneo para el montaje, por físico y valor interpretativo, que aprovecha y amplía este regalo convertido en monólogo, demostrando que en cincuenta minutos se puede provocar la euforia y el llanto en el espectador con la misma aparente sencillez que todo lo domina, que nos hace olvidar quién es y procura ese quiénes somos. Todo con el valor añadido de elementos audiovisuales (Adriá Ghiralt) y sonoros (música de Mariano Marín) que refuerzan aún más la belleza de algunas escenas, su crudeza y agonía, así como la propia disposición de La pensión de las pulgas, en la que dos de sus tres espacios -hogar de Montgomery y sala de los Óscar- parecen haber sido creados ex profeso para esta función.
Lo que la obra consiga dependerá de otros factores, externos a lo ya creado, ajenos a cualquiera de sus protagonistas: He estado tantas veces aquí, asomado / calculando la trayectoria, la dirección del vuelo, la fuerza del impacto. / Imaginando el segundo, el instante preciso en que mi nombre, ya sin mí, lo fuera todo. Porque con «Cliff» (Acantilado) se ha creado algo bello que aguarda ser visto. La decisión, ahora, está en manos del público.
Título: Cliff (Acantilado) / Texto: Alberto Conejero / Dirección: Alberto Velasco y Alberto Conejero / Interpretación: Carlos Lorenzo / Creación audiovisual: Adriá Ghiralt / Espacio sonoro y música originial: Mariano Marín / Diseño gráfico y cartel: Adrían Novoa / Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo
Fechas: lunes y domingos a las 20.00h