Te habían dicho que el trayecto estaba plagado de obstáculos, pero no les habías hecho mucho caso: a estas alturas sabes bien que la gente disfruta -disfrutamos- de la opacidad que pinta el miedo en los ojos ajenos.
El verdor bordea el camino, tanto que a veces parece fundirse con el color de tu ropa. Es llano, cruzado por un par de riachuelos que se salvan sin dificultad. Has encontrado agua potable y hasta una posada, aunque no has hecho noche. A veces has avanzado tan deprisa como si un par de alas te levantasen del suelo.
Lo del laberinto ha sido un retraso, pero te crees con todo el tiempo del mundo ahora que sabes que no vas a acabar en la cárcel. Con lo que no contabas, como ninguno hacemos, era con la Muerte. Casilla de salida y vuelta a empezar.

Ilustración de Juan Luis López