Por fin. Ha hecho falta bastante tiempo, concretamente una temporada completa, pero finalmente hemos escuchado jazz irreprochable en el ciclo de jazz del CNDM en el Auditorio. Porque el jazz es un universo, pero también es algo bastante específico, y hay cosas que claramente no son jazz. Por poner ejemplos del ciclo al que me refiero, Tigran no es jazz, sino una suerte de pop «jazzy» bien tocado con aditamentos electrónicos y fingida pose intelectual. Y tampoco lo es Madeleine Peyroux, aunque recurra al jazz, entre otros estilos, y su voz, según algunos, se asemeje a la de Billie Holiday; lo suyo es música de raíces bastante «mainstream» para oyentes maduros de los que compran discos en grandes superficies. Brad Mehldau sí hace jazz, y muy bueno, pero su concierto de este curso en el Auditorio no me resultó nada memorable. Estuvo tan ensimismado como en algunos de sus discos grabados en el Village Vanguard; no parece que toque para el público y por eso a veces queda descuidada la parte del receptor en ese acto de comunicación que al fin y al cabo es la música en directo. Tampoco entusiasmaron The Bad Plus. No voy a exhibir ahora mi carnet de vanguardista, pero creo que disfrutar con el «Ascension» de Coltrane o con las alucinaciones de Sun Ra no es precisamente algo propio de un oyente reaccionario. Y sin embargo lo de The Bad Plus me pareció vanguardia estéril; sí, son un grupo muy cool, pero podían hacer jazz como podían hacer minimalismo o electrónica. En definitiva, son buenos músicos, pero después de meses esperando algo de jazz de toda la vida, ellos no eran la respuesta. Por suerte, la respuesta llegó, aunque tarde, de la mano de Chano Domínguez. Su concierto en formato trío del 26 de abril, con Horacio Fumero al contrabajo y David Xirgu a la batería, fue emocionante, el jazz con mayúsculas que algunos llevábamos toda la temporada esperando como agua de mayo. Y cuidado, que no caerá precisamente Chano Domínguez en la monotonía de un único estilo. La actuación del otro día empezó con un tema propio, «Marcel», con una mezcla de impresionismo y «blue notes» en la línea de Keith Jarrett, pero llevado además al terreno del jazz latino. Siguió con dos composiciones de Paco de Lucía como homenaje tras su reciente fallecimiento y ahí se reveló el piano jondo que ha hecho de Chano Domínguez un músico universal, que ficha con Blue Note y toca por todo el mundo; esa fusión del jazz y el flamenco (y otros aires, que ya estaban en las piezas originales de Paco de Lucía) es prodigiosa en sus manos. El concierto siguió por los cauces de lo latino con unos solos magníficos del pianista tras exponer los temas, así como quien no quiere la cosa (de hecho el público no aplaudía estos solos y sí los de su banda, quizá porque al dejarles el líder espacio se notaba más que eran solos; se llegó al paradójico extremo de aplaudir un primer cuatro del batería muy sonoro pero no la respuesta del piano).
Chano Domínguez estuvo muy bien secundado por Fumero y Xirgu, que también tuvieron sus ocasiones de lucirse y vaya si lo hicieron (hubo una larga introducción espectacular de batería al «All Blues» de Miles Davis que sonó casi como si un batería heavy estuviera tocando percusión africana con suma elegancia). Pero el que más se lució fue Chano Domínguez. Antes de la recta final, totalmente dedicada al jazz moderno, ejecutó lo que si no recuerdo mal era un son al piano solo que resultó uno de los momentos más brillantes. Sin embargo, quizá por cuánto lo he echado de menos en los meses previos, a mí me dejó prendado el tramo final en el que encadenó «standards» de Miles Davis (el «All Blues» ya mencionado, con ritmo funk que con gusto habría firmado uno de los pianistas de Miles: Herbie Hancock), Thelonious Monk y Ahmad Jamal («Poinciana», que no es una composición suya pero sí su tema fetiche).
En fin, este concierto de Chano Domínguez fue memorable, y una demostración de que practica jazz del mejor que se puede escuchar hoy día, así como de la diversidad del jazz, aunque también en el jazz a veces nos den gato por liebre.