«Cerda», de Juan Mairena, una función que disfruté, me reí con ganas y sobre todo, me sorprendió la destreza del autor para lograr desde una propuesta tan lúdica una crítica tan rigurosa al poder. Un poder que siempre uniforma para controlar y al que parece asustarle, y no permite jamás, lo diferente.
Pero no creo que Mairena se despertara una mañana, y después de adoptar durante largo rato la postura del famoso pensador de Rodin, se propusiera escribir una obra que llamaría «Cerda» y que sería una denuncia sobre el poder y la castración que provoca en la entidad individual, como no lo haría García Lorca cuando dibujó a Bernarda Alba. La escritura suele surgir de otra forma, más espontánea, una idea que se prende con otra y va ascendiendo, alimentada por el talento del creador, y sin duda Juan Mairena lo tiene.
No voy a realizar un análisis grandilocuente sobre lo difícil que es preservar una identidad cuando se te niega desde el poder, y que ponga sobre el tapete todo lo idiota y «enterado» que puedo llegar a ser, cuando Mairena lo ha logrado sólo a base de talento, pero sí quiero dejar mi onpinión de que lo ha logrado.
La función se inicia con una entrada bajo palio de Sor Leona, una especie de Pitiita Ridruejo en rubio, vestida en morados cardenalicios por Lacroix, los cuatro palos del palio los portan cuatro mujeres vestidas de monjas y tocadas con una especie con burka. El cortejo emula un vía crucis con una letanía laica que enumera los pasos se han de dar para elaborar el perfecto membrillo dulce.
Después de la solemne presentación, todo un culto al barroco muy felliniano, nos quedamos con una de las monjas con burka que extiende una alfombra, y cuando ya estamos convencidos de que va a orar orientada a la Meca, se quita el burka y comienza un rezo con aires más vaticanos. Este cambio de paso nos dará la clave para comprobar que en toda la función nada es lo que parece, y todo lo propuesto tendrá otro sorprendente y divertido significado.
El rezo de Cicilia dura poco, porque es increpada por Sor Bette, que manifiesta sin mucha dilación lo que parecen unas profundas dudas teológicas ante una Cicilia que no parece muy dotada para lo divino y se confiesa como una «inductora nata», fetichista y grafitera, y hablan de Cosetta, una compañera que se niega a salir de su cuarto y Cicilia añora cuando de niñas eran uña y carne: comulgaban y blasfemaban juntas, para acabar sus añoranzas en una suerte de baile delicioso de raíz medieval con Sor Bette.
Juan de Mairena ha confeccionado un collage, colorido y mestizo, de las míticas malas de Hollywood, del Pop, sazonados por la pre-movida de los Custó e Iván Zulueta. Ahonda con mucho humor, guante de seda y mano de hierro en la entidad individual, asfixiada por todas las instituciones que ostentan el poder, bien sea familiar, religioso o político.
Por eso Sor Leona es Icono y compendio de avasallamientos varios, unifica a todas las instituciones y tiene mando sobre una «institución» que es un cajón de sastre, donde igual se cobra por entrar a un mitin, que por comulgar, roba y vende niños o contrata a una sierva para que atienda su línea de teléfono erótico místico.
Es el «poder» sin más, que arroya, avasalla y siempre hace caja, provenga de la mano divina, del pueblo o de un simple semejante. De «Cerda» he leído que es una obra delirante y surrealista, reflejo de los tiempos que vivimos, y no estoy muy de acuerdo porque, la vida en sí es más delirante y surrealista que la propia función, y estoy convencido de que no hubo nunca tiempos mejores.
Sor Leona, es icono del poder, al que le preocupa más la estética que la ética, y para representar la ambigüedad del poder y su erótica nadie mejor que una Drag. El actor Dolly está impecable, dotado de una expresividad emulada y digna de las grandes malas de Hollywood, y traspasa, da vida y recrea con toda grandeza ese ente ejecutor de mano de hierro y guante de seda.
Carolina Herrera otra grata sorpresa de la función es su fino trabajo, crea una Cicilia a la que aporta una voz y un físico dulce, pero seguro, que esconde una gran voluntad. Cilicilia es fuerte porque quizá sea el único personaje que se conoce, se asume y tiene anclados los pies en el suelo, es generosa, se preocupa por Cosetta y por Sor Bette, conoce su sufrimiento por su falta de entidad, y narra una historia muy lírica de esa niña que a la orilla del mar no sabe quién es, aún es optimista, fantasea con comer jamón y vivir.
Soledad Rosales pone cuerpo y voz con una sutileza rotunda de buena actriz al fantasma que siempre fue Sor Bette, como se dice en la función es difícil existir sino se te puede nombrar porque careces de nombre.
Sor Bette, vaga como fantasma, porque algo le impide marcharse de este mundo y dejar de ser porque no ha sido, y con la hazaña de haber rematado de un sartenazo a la hija de Sor Leona: una cerdita rosada de rabo rizado, a la que se le dio todo lo que a ella se le negaba. Una vez muerto el animal con su grasa hizo dulce de membrillo, profanando el juramento de las estrictas normas de la orden del membrillo, y con disfrute dio cuenta en el plato del sabroso animal con Cicilia y Cosetta
Cicilia, es un epicentro de la fábula, y vive acompañada del fantasma de Sor Bette, que ella sólo ve, y enamorada de Cosetta. Un hombre que nació en un cuerpo de mujer a la que Sor Leona robó nada más nacer, devuelta una y otra vez por varios padres compradores, porque como Sor Leona le recrimina: eres rara, rara, rara, y es gracioso oír en boca de sor Leona, excentricidad en estado puro, una apreciación tan elemental, y esa es la grandeza de la función de Mairena, que ha logrado el equilibrio en el fino alambre de la de la sensatez y la hipérbole de sus personajes.
El autor nos muestra a Cosetta, como ella se siente, que es como un hombre con barba cerrada. peludo y cuadrado. El actor David Aramburu, es la monja barbada, que vive la tragedia de ser un hombre en un cuerpo de «mujer», y aporta su físico masculino y como tal interpreta a Cosetta, con todo acierto, y una buena dosis de vis cómica.
María Velesar, la infiltrada en el convento como nueva sierva especialista en katana, que se incorpora para atender el teléfono erótico místico, y dará a sor Leona una desagradable sorpresa. Velaser aparte de componer una Sor katana totalmente creíble, aporta unas piernas de vértigo, que tampoco dejan indiferentes ni a Cicicilia ni a Sor Bette.
«Cerda» está en cartel en La casa de la Portera, con éxito desde junio de 2013, y actualmente se representa en Buenos Aires, para mí ha sido una gratísima sorpresa y no quiero dejar de nombrar a Íñigo Sádaba, que ha realizado una a labor de vestuario y estilismo primorosa e impecable. Solo me queda dar mi entusiasta enhorabuena a Juan Mairena, un autor de comedia, pero para mí muy serio, su función me ha encantado.
Titulo: Cerda / Autor y Dirección: Juan Mairena / Intérpretes: Dolly, Carolina Herrera, David Aramburu, Soledad Rosales y María Velesar / Ayudante de Dirección: Pablo Martínez Bravo / Vestuario y Estilismo: Íñigo Sádaba / Producción: Kömoeres Producciones
Lo anterior se escribió después de asistir el 10 de septiembre de 2014, a una representación de la obra en La casa de la portera, donde se estrenó y ha permanecido en cartel durante tres temporadas.
La función se pude ver a partir del 22 de agosto de 2015, sábados y domingos en el Teatro Alfil de Madrid.
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