Fotografía de portada: ©José Gómez Fernández
Muchos son los reclamos que, año tras año, atraen a miles de turistas al norte de nuestro país: En su interior no sólo podemos toparnos con algunas de las playas más espectaculares de la península, sumergirnos en paisajes de ensueño o disfrutar de una de las gastronomías más laureadas de toda España; si somos amentes del cine, las tierras norteñas también nos tienen preparada una sorpresa para nosotros. Y es que bien circulando por alguna de sus carreteras, bien perdiéndonos por alguna de sus calles, no resulta difícil toparse de bruces con una parte importante de la historia del cine español, frente a frente con algunas de las más famosas localizaciones de películas del género rodadas en España. Los títulos son muchos: Volver a empezar, El abuelo, Mar adentro, Los girasoles ciegos, Airbag, Los lunes al sol… Metros y metros de celuloide rodados en estas tierras. Tal variedad de títulos hace que tengamos que acotarlos de alguna manera. Desde Tarántula proponemos hoy una ruta dirigida en exclusiva a los amantes del cine fantástico y de terror. Una ruta que se irá abriendo paso a través de carreteras y caminos norteños, que irá en busca de los más famosos caserones en los que se rodaron algunos de los títulos más importantes del género en nuestro país.
Nuestra ruta es sencilla. Abarcará tan sólo dos provincias: Asturias y Cantabria. A lo largo de nuestro camino iremos realizando distintas paradas, diferentes recesos siempre a los pies de algún viejo caserón, viejos titanes de piedra que guardan un pedacito de la historia de nuestro cine. Algunos de estos edificios se presentarán claramente a la vista, otros sin embargo se antojarán mucho más escondidos, pero todos ellos aparecerán siempre envueltos con un halo de magia y, por qué no decirlo, también de un cierto misterio. ¿Estamos listos? Pues cogemos el coche y comenzamos.
Nuestra ruta tiene un punto de partida: Llanes. Hablamos de un bello municipio asturiano, cuya población supera los 14.000 habitantes y que alberga uno de los tesoros de nuestro viaje. No nos resultará demasiado complicado encontrarnos con él. Nos dirigimos a la localidad por la A-8 y tomamos el desvío que nos indica el acceso al pueblo. Poco antes de entrar en el casco urbano, en la acera de la izquierda, delimitado por un antiguo muro de piedra y rodeado de un fantasmal jardín nos encontramos con la que va a ser nuestra primera parada obligada: el palacio de Partarríu. Esta escalofriante casa de arquitectura indiana data de comienzos del siglo pasado y, aunque hoy el edificio se encuentra en un estado de absoluto abandono (prueba de ello es esa hierba que crece a su alrededor de forma absolutamente descontrolada), antaño fue todo un edificio señorial. Hoy sin embargo lo que se alza ante nuestra vista es un palacio deshabitado, lúgubre y ciertamente tétrico. ¿Pero por qué nos hemos detenido aquí? La respuesta es sencilla. No hace mucho tiempo las piedras que hoy observamos fueron testigos de la búsqueda desesperada de una madre por encontrar a su hijo, un niño de nombre Simón que había desaparecido de forma inexplicable en el interior de este edificio. Éste fue el lugar donde Belén Rueda buscaba desesperada a su hijo y no dudaba en contactar con los fantasmas de sus amigos de infancia con el fin de que la ayudasen en tan angustiosa búsqueda. Sí, lo habéis adivinado. Estamos delante de él, estamos delante de El Orfanato.
El bellísimo pueblo cántabro de Comillas, a tan solo 45 kilómetros de nuestra primera localización, será testigo de nuestra siguiente parada. Para llegar hasta el mismo, retomamos la autopista A-8 con dirección Santander. La belleza de esta localidad cántabra ya nos anuncia que muchos de sus rincones respiraron en su momento cine. Muchas fueron las películas rodadas aquí, perderse en sus calles significa topar con lugares que en algún momento fueron capturados por el celuloide. Es a la entrada de esta localidad donde nos encontramos con otro antiguo edificio visible casi desde cualquier punto de este pueblo: el palacio de Sobrellano. De estilo neogótico y sobrecogedoras dimensiones hoy en día se ha terminado convirtiendo en todo un símbolo de esta localidad norteña. Un pequeño apunte histórico nos diría que su construcción data de finales del siglo XIX y que su valor artístico resulta absolutamente incuestionable, sin embargo para nosotros este antiguo palacio decimonónico guarda otro valor añadido. Si lo observamos con detenimiento, si intentamos rescatar esta imagen de ese amplio archivo de recuerdos que atesoramos los amantes del cine de género, aún podríamos escuchar los gritos de terror de las internas que años atrás se alojaron dentro de este edificio, dentro de La Residencia que fuese en su día, la del interesante debut en el cine de Narciso Ibáñez Serrador en 1969.
Imprescindible hacer las fotos de rigor antes de seguir nuestra ruta. Para nuestra tercera parada no tendremos que volver al vehículo. La localidad de Comillas aún nos guarda una nueva sorpresa…
Y es que en la zona alta de esta villa, en el ya conocido como Prado de San José y a apenas unos metros de la gran estatua del marqués de Comillas nos espera un nuevo edificio, quizá el más sobrecogedor de cuantos visitemos en este ruta. Se trata del palacio del Duque de Almodóvar del Río, una impresionante mansión de estilo ingles de finales del siglo XIX. Absolutamente imposible pasar al lado de este edificio y no detenerse unos instantes sobrecogidos por la extraña belleza de dicho palacio. Y es que no existe una mansión más fantasmal y al mismo tiempo más cinematográfica que ésta. Como no podía ser de otro modo, un edificio como éste tenía que convertirse en escenario de un buen número de películas del género. Prueba de ello, el último título en la filmografía del recordado Paul Naschy: La herencia Valdemar.
Nos despedimos de la localidad de Comillas y subimos de nuevo al coche. Hemos dejado para el final la que para mí es sin duda la joya de toda esta ruta. Acceder a ella nos costará algo más que al resto, pero una vez ante la misma comprenderemos que el viaje mereció realmente la pena. Nos incorporamos de nuevo a la A-8, pero en este caso con dirección Torrelavega. Una vez alcanzada esta localidad nos incorporamos a la autovía A-67 para, una vez sobrepasada la localidad de Corrales de Buelna, tomar la salida 159, la misma que nos llevará a través de la N-611 a nuestro último y esperado destino: Arenas de Iguña. Dentro ya de este municipio sólo nos queda un último paso que dar: seguir las indicaciones que encontraremos en el mismo que nos guiarán hacia el barrio de Las Fraguas. Resulta aconsejable aparcar el coche en cualquiera de sus rincones para visitar el barrio a pie. Un paseo por sus solitarias calles, escuchando el sonido de las pisadas rompiendo el silencio allí presente, es uno de esos recuerdos que quedarán grabados para siempre. A la salida ya de este barrio, tan alejado que casi se aproximaría ya a la carretera, pero lo suficientemente aislado como para pensar por un instante que el resto del mundo ha desaparecido, nos encontramos con el palacio de Hornillos, un espectacular, bello e inquietante palacio decimonónico de estilo inglés ubicado en la finca más extensa de toda Cantabria. El edificio se rodea de un impresionante jardín con estanques artificiales y árboles centenarios, lugar en el que, actualmente, y quizá rompiendo esa magia que tanto caracteriza este lugar, hoy pastan los animales. Sin embargo, hace algo más de diez años, millones de personas de todo el planeta estuvieron pendientes de los fenómenos extraños que sucedían en su interior, en las habitaciones de aquel fantasmagórico caserón envuelto en la más absoluta de las tinieblas; un lugar donde la luz del sol se convertía en el mayor enemigo de aquellos inquilinos de tez pálida que por entonces lo habitaban, y la razón por la que gruesas y oscuras cortinas cubrían día tras día todas sus ventanas; un sobrecogedor caserón dentro del cual ninguna puerta podía abrirse sin haber cerrado antes la anterior. Y es que hace más de una década eran Nicole Kidman y sus hijos los que habitaban el mismo. Sí, hace ya trece años ésta fue, y por siempre será recordada, la escalofriante casa de Los Otros.
Con el palacio de Hornillos ponemos fin a nuestra ruta. Han sido 135 kilómetros a través de los cuales nos hemos acercado un poco más a la historia del cine de terror español. Asturias y Cantabria nos han mostrado esa otra cara no por muchos conocida que engrandece aún más si cabe el enorme atractivo que atesoran ambas provincias.
Comienza a hacerse de noche y es mejor marcharse. Ya sabemos lo que acontece en parajes como estos cuando el sol se oculta y la oscuridad de la noche se convierte en protagonista…