Cartas a Eugenia, Holbach

Cartas a Eugenia, Holbach

La filosofía ha encontrado muchas formas de expresarse a lo largo de su historia, una de ellas es la correspondencia. Por lo general, tenemos la imagen de aquellas maravillosas cartas que la Antigüedad nos legó, entre ellas la de Epicuro y las de Séneca, pero hubo otra época en las que encontraron de nuevo un momento de esplendor: la Ilustración.

Después de la tormenta del posmodernismo, aquel período está empezando de nuevo a brillar al ser reivindicado por varios autores. La tarea no es baladí porque el daño ha sido severo. Pero la inteligencia que en aquella época recorrió como un río invisible toda Europa, no era tan fácil de apagar. Asumidos los fracasos, es ahora nuestra obligación volver a un legado que invitó con la mayor de las pasiones al uso crítico de la razón. Esta facultad fue considerada fuente de autonomía, y si bien los excesos han sido reconocidos, es el momento de apostar por esa forma de generar pensamiento, porque en ella la fuerza del concepto recupera su necesario peso, la llamada a una forma de pensar lo real en la que toda pose estética cae y sólo cuenta aquello que tantos grandes pensadores desearon para sí: comprender. Porque comprender lo real es entenderlo y de ese entendimiento nace una forma de habitarlo en la que el peso recae en la racionalidad y lo que ella implica: universalidad y capacidad de comunicación, dos puertas a un necesario intercambio colectivo que durante una buena temporada han estado cerradas.

Ahora bien, no sólo hay que volver a los autores de siempre, sino que es necesario recuperar a muchos que en el pasado sólo fueron atendidos por un grupo reducido de especialistas. En esta tarea, la editorial Laetoli está dando el do de pecho, y a través de su colección “Los ilustrados” ha puesto de nuevo en el ruedo editorial a autores como Holbach, Meslier, Helvétius o Maréchal. Del primero de ellos nos ofrece sus obras principales, El cristianismo al descubierto y Sistema de la naturaleza, pero también un texto clave cuyo título nos remite al principio: Cartas a Eugenia. En ellas, de manera magistral, se resumen las principales tesis de la apuesta holbachiana: la religión es un fraude, Cristo no es más que un charlatán magnificado por los intereses de una secta con ambiciones de poder, y el hombre sólo debe utilizar como fuente de dirección, tanto privada como pública, su razón.

Eugenia, la mujer que da título a esta obra, es alguien que ha decidido retirase del mundo y entregarse por completo a la religión. Ante esta apuesta, Holbach la remite doce cartas que buscan recuperarla para la vida y alejarla de un entierro adelantado. La “cura filosófica” será administrada a buen ritmo. En primer lugar, se ponen de manifiesto las contradicciones que sacuden a la idea de Dios, así como el tufillo justificado de que él no es otra cosa que el fruto de los deseos proyectados por los hombres. El siguiente paso, será un ataque frontal contra Cristo y contra la religión nacida de su nombre. La acusación principal se centra en la moral que su Iglesia defiende, que será identificada como un veneno que atenta contra la vida y contra toda posibilidad de vivir felizmente en sociedad. A lo que se añade la pegajosa y asquerosa relación del clero con los poderosos, algo que para Holbach revela a las claras que la religión es, en último término, una maquinaria de generar sumisión. Despejado Dios, Cristo y su Iglesia, llega el momento de defender que una moral sin religión es posible. Una moral natural que debe ser deducida a partir de dos principios: la búsqueda de placer y la necesidad de autoconservación. Señalar que este último paso, es realmente radical, ya que significa desmentir aquella idea que dice que sin Dios toda moral es imposible. De este modo, el bien y el mal dejan de habitar el cielo y se convierten en algo que nuestra razón es capaz de discernir y desde lo que generar una moral laica.  

El viaje intelectual que Holbach propone a Eugenia, no es otro que aquel que despega al hombre del miedo y lo recupera para el goce: al caer la religión se pone fin al temor a ese castigo eterno tan bien explotado por los curas. Pero hay más, porque la filosofía que estas cartas exponen, además de un uso privado tiene un uso político: no hay que esperar a otra vida para alcanzar la justicia, ella es de este mundo y debe ser reclamada.

Cartas a Eugenia bien podría titularse Cartas a la Humanidad, ya que en ellas se muestra un uso de la razón en el que lo mejor de la Ilustración está presente, el resultado es un discurso que sabe dirigirse a la inteligencia y que es el opuesto de aquel que a día de hoy está de moda y que busca el arrastre emotivo a través del populismo, la demagogia y el amarillismo. En definitiva, este texto, y en general todos los que componen la colección de “Los ilustrados”, guardan dentro de sí el recuerdo de una forma de hacer filosofía que debe ser recuperada.

Cartas a Eugenia, Holbach, Laetoli, 2013. 

Autor

Soy filósofo y hago cosas con palabras: artículos, aforismos, reseñas y canciones. De Tarántula soy el cocapitán y también me dejan escribir en Filosofía Hoy. He estado en otros medios y he publicado algo en papel, pero eso lo sabe casi mejor Google que yo.

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