Querida tripulación de la serie original:
Formáis parte, queridos y queridas amigas y amigos, de mi memoria infantil más prístina y edénica. Sois un conjunto de entes bondadosos y muníficos conformando un panteón de héroes, de ficción sí, pero no menos reales para un niño de seis o siete años.
La serie Star Trek significó para mi el desembarco en un territorio que navegaría procelosamente en años posteriores, con gran empeño por mi parte. El mundo de la ciencia-ficción.
Naturalmente hubo antecedentes pero nada comparable a la entidad sólida y unificada en torno a vuestros nobles ideales, que dan vida a vuestra serie. Star Trek marcó un hito en la ciencia-ficción televisada porque era por primera vez la representación del hombre futuro en marcha.
El mundo en marcha, caracterizado por la Federación, que agrupaba a planetas y razas diversos. Visión ecuménica, de hondo calado político, que traslucía cierto mesianismo de estirpe científica y racional.
Y los personajes representaban cabalmente tales ideales. Tanto el capitán Kirk, William Shatner como el Sr. Spock, Leonard Nimoy, representante del Universo exterior en la tripulación de la nave, conducen el cotarro con mano de hierro y formas sosegadas.
A ellos se unen una porción de secundarios como el Sr. Scott, el Dr. McCoy, el teniente Sulu y la teniente Uhura, representantes estos dos últimos de la variedad racial de la madre Tierra.
Ahora que lo pienso, ¿Star Trek no sería una sonda subliminal lanzada a la televisión por gentes afines a las Naciones Unidas? Porque desde luego representa muy bien sus estándares e ideales.
El periplo de la nave “Enterprise” hacia mundos desconocidos era mi viaje hacia las entrañas del mundo que habitaría siendo ya mayor, y yo entonces no lo sabía. Complicado, riesgoso y lleno de pequeñas pérdidas.
Star Trek simboliza muy bien el paso de la infancia a la adolescencia del medio televisivo y de mi humilde persona, en particular. Es una perpetua llamada a la catástrofe que nunca se acaba de concretar.
De ahí quizá la repercusión que ha tenido con posterioridad a su primera tanda de emisiones, entre 1966 y 1969, cuando ya la adolescencia como marchamo vital e intelectual imperaba en el mundo occidental.
Star Trek recoge lo mejor de nosotros mismos en nuestra vida pasada y lo proyecta a un futuro incierto pero no menos sabroso y dotado del picante de ciertos guisos exóticos pero que sabemos que no nos harán daño en el azaroso proceso de su digestión.
Queridas y queridos míos, os deseo larga vida y un viaje sin fin a los confines de nuestro Universo, que son los confines de nuestra habitación, pongamos por caso, ésta donde medio agazapados tecleamos fervorosamente al ordenador personal.