Por NACHO CABANA
Carrie, la mítica película filmada por Brian de Palma en 1976 fue convertida en musical en 1987 por el guionista original Lawrence D. Cohen y el músico Michael Gore con la colaboración de Dean Pitchford (Fama) en las letras. El show se estrenó primero en Stratford-upon-Avon, Inglaterra, y un año después en Broadway.
Carrie, el musical arrastra desde su creación una fama de maldito. Su protagonista inglesa, Barbara Cook decidió abandonar el proyecto cuando casi es decapitada la noche del estreno por un elemento volador del decorado. Su estreno estadounidense fue uno de los mayores fracasos de la historia: con ocho millones de dólares de presupuesto fue retirada de cartel tras solo cinco representaciones y 16 previos por culpa de una fuga de los inversores (a pesar de que se había colgado el cartel de “sold out” cada noche). No fue hasta un revival en el Off Broadway en 2012 que la obra empezó a tener una carrera regular en los escenarios de varios países del mundo.
Ahora, y hasta el 4 de enero, el teatro Gaudí de Barcelona presenta una versión en pequeño formato y lo primero que hay que hacer es reconocer la amplitud de miras de sus responsables (ya demostrada en ocasiones anteriores al estrenar The wild party o Sugar) al montar con un presupuesto ajustado una obra que se presta a todo tipo de efectos escenográficos.
La buena noticia es que la representación es Carrie. Marc Gómez Domenech en su adaptación catalana de D.Cohen no se ha permitido la más mínima banalización ni distanciamiento respecto a la historia de bullying, represión religiosa y terror originalmente escrita por Stephen King. Sobran, quizás, la presencia de los teléfonos móviles que sitúan la historia en un tiempo actual donde un detonante como el de la menstruación en las duchas habría tenido una derivación en redes sociales que, sin duda, habría llevado el argumento por derroteros muy distintos) y no necesariamente más teatrales) que los desarrollados en el libreto.
Ferrán Guiu dirige la obra con idéntico tacto, suavizando las transiciones entre los flash fowards en los que el personaje de Sue Snell cuenta a la policía lo ocurrido en la fiesta de graduación del instituto (aportación teatral) y las escenas directamente inspiradas por la película y novela. Se luce Guiu en las secuencias en las que hace convivir dos espacios y/o dos tiempos a la vez en escena; especialmente en el doble dueto donde muestra en paralelo sendos planes que llevarán la desgracia a Carrie. Muy bien el armario / jaula donde reza la protagonista y que luego es utilizado como tarima para coronar a esta como reina del baile antes de que el cubo de sangre caiga sobre ella cual maldición bíblica.
Xaro Campo, en las coreografías, usa el ya demasiado socorrido recurso de las sillas para dar movilidad a las escenas de grupo y acierta a plantear el clímax final con pasos de danza contemporánea que sirven para sustituir los arneses y proyecciones utilizados en montajes con más presupuesto. Tras esta escena, el final con la muerte de la madre se queda algo corto y sin la relevancia requerida.
Sin duda, lo más memorable de la función del Gaudí es la encarnación que Raquel Jezequel hace de la protagonista (alternándose con Georgia Stewart). Su caracterización no solo recuerda a Sissy Spacek sino que tiene una voz tan poderosa y bien manejada que, aprovechando las dimensiones del recinto, hace desear que se desprenda del micrófono y cante alguna canción a pelo. Estupendos los duetos con Muntsa Rius (la madre) en sus duetos y muy apreciables los solos de esta última.
Al lado de ellas dos, también muy bien de voz e interpretación, Elisabet Molet en el papel de Sue Snell y bastante justa de ambas Laura Miquel como Chris Hargersen (a pesar de su parecido con la actriz que interpretó su personaje en el film, Nancy Allen).
Y, como ocurría en El despertar de la primavera (otra producción del Gaudí que luego pasó al Victoria) la calidad del elenco femenino está muy por encima que la de sus compañeros varones. Ni Mikel Herzog como Tommy Ross ni Alexandre Ars como Billy Nolan pasan de lo correcto como le sucede a Lluis Barrera en el Sr. Ross, alejado a su vez del buen hacer de su compañera Marta Capel como la señorita Gardner.
Es Carrie, el musical, un espectáculo además al que hay que agradecer el esfuerzo que supone juntar en un teatro tan pequeño, en una producción así, a 16 personas sobre el escenario más cuatro músicos interpretando una partitura complicada íntegramente en directo.
Una obra que se merece la suerte que le fue negado en su debut hace 30 años.