La figura de José Monje Cruz, más conocido con el nombre artístico de Camarón de la Isla, no había sido retratada con justicia por el cine. El biopic de Jaime Chávarri (Camarón) pecaba de convencional y se limitaba a ser un atropellado y algo plano resumen de su vida que no acababa de mostrar verdaderamente la personalidad del cantaor, a pesar de meritorio trabajo del actor Óscar Jaenada, encargado de ponerse en la piel del artista. Camarón: flamenco y revolución, la película de Alexis Morante, viene a subsanar en parte la deficiencia de cintas que han tratado la figura del músico.
El documental parece inscribirse en una particular corriente de documentales sobre artistas clave del flamenco, donde también se podrían incluir la muy deficiente Morente, obra de Emilio Ruiz Barrachina, o la irregular Paco de Lucía: la búsqueda, firmada por Curro Sánchez. El largometraje aborda la vida del artista de manera cronológica y cumple con lo que se espera de un perfil cinematográfico: aporta datos para contextualizar su figura y numeroso material de archivo que nos permite apreciar el talento del biografiado. El director es todo un experto en este tipo de producciones, como ponen de manifiesto sus trabajos centrados en Enrique Bunbury (El camino más largo) y Alejandro Sanz (Sanz: lo que fui es lo que soy).
Se aprecia, además, un exquisito gusto al insertar los temas interpretados por el cantante, que se incluyen de manera natural en la narración de su vida, reflejando en muchos casos perfectamente pasajes de la existencia del intérprete de Soy gitano. También destaca la utilización de un narrador que dista mucho de ser neutro. El actor Juan Diego otorga con su voz un inequívoco aire andaluz y sus comentarios añaden al conjunto un tono que es, a la vez, popular, cómico y poético.
A todo ello hay que sumar una prodigiosa labor de montaje que otorga unidad y ritmo a una narración que pretende loar el talento Camarón sin obviar los aspectos más controvertidos de su existencia, como su adicción a las drogas o los altibajos de su relación profesional y amistosa con el guitarrista Paco de Lucía, pero manteniéndose en un punto equidistante entre la mera vida de santos y el sensacionalismo más amarillista.
Quizá se pueda reprochar a Camarón: flamenco y revolución de optar por un formato algo convencional en unos tiempos donde el documental es uno de los géneros más vivos y mutantes, pero no cabe duda que logra su propósito: ser una puerta de entrada a la vida y obra de un artista único para aquellos que no lo conozcan y ofrecer un riguroso repaso a su trayectoria que sabrán apreciar los expertos.