Bon Iver: la sensibilidad personificada

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“You know it won’t beseech you, we’re laying in an open field

I will let you grow, no need to notice”

Si hay algo que me define en cuanto a gustos musicales es que las canciones que entran por mis oídos tienen que ir directamente a la amígdala, el centro cerebral de las emociones. Tengo un largo recorrido en ello y cada vez me muestro más exquisita a la hora de darle al play: si no estoy temblando no vale.
En esta búsqueda en la que me veo inmersa, un día y de bendita casualidad, escuché algo que superó y sigue superando todas mis expectativas. Estoy hablando de Holocene, track incluida en el último disco homónimo de Bon Iver, publicado en 2011, hace ya más de un año, pero que sigue siendo un gran desconocido inmerecido.

Bon Iver es un grupo de Wisconsin liderado por Justin Vernon, un songwriter americano con mucha carrera detrás, pero con un estilo que gusta a los paladares más selectos, y tal vez por eso siempre se ha mantenido en la sombra. Ha llovido mucho en los más de 10 años que lleva haciendo música, superando la disolución de su antigua banda De Yarmond Edison, y una grave enfermedad hepática. Fue precisamente esto lo que le empujó en 2007 a encerrarse en una cabaña aislado de todo y de todos, y de ahí nació “For Emma, Forever Ago” el primer LP autoproducido firmado por Bon Iver (buen verano o buena borrachera en francés).

Empieza los directos junto a Mike Noyce y Sean Carey, los otros dos pilares fundamentales del grupo hoy en día. Todavía en la escena independiente americana, su estilo sin comparación posible se va extendiendo de boca en boca hasta llegar a la discográfica que les lanzaría al mundo, Jagjaguwar. Excelentes críticas de este trabajo debut y el comienzo de lo que hoy sigue siendo Bon Iver.

Si tuviese un sello de identidad sería precisamente la sensibilidad que se ve impresa en cada canción.  Es casi inexplicable cómo todos los miembros de la banda se coordinan para crear “eso”, al fin y al cabo sucesiones de notas, pero que dejan al espectador y oyente totalmente devastado en lugares mentales que ni imaginaba.

Lo consiguen con talento, autenticidad, y sobre todo un despliegue de medios que muchos envidiarían: sobre el escenario infinitas mesas de mezclas, más de 9 músicos tocando a la vez instrumentos de países que ni sabemos situar en el mapa, sintetizadores, micrófonos de distorsión, trompetas, violines, platos, triángulos… Una exquisita combinación de viento, metal y cuerdas, de esas que solo puedes ver en los auditorios nacionales. Pero esto no es un concierto de música clásica, es Bon Iver dejando con la boca abierta al respetable.

La canción que les hizo famosos, Skinny Love, es un caramelo que gustaría hasta al último habitante de la tierra, y es por eso que yo la detesto. Al hablar de Bon Iver no hablo de ella, sino de, Minessota WI, Perth, Blood bank, o Calgary, no susceptibles de ser escuchadas por vulgares oídos bañados en números 1.

Tocaron en noviembre, hace ya unos meses, en Madrid. ¿Ustedes se han enterado? Quizá sea mejor que se sigan manteniendo en el anonimato y que sólo unos pocos privilegiados sepamos su secreto.

www.boniver.org

Holocene, producido por Jill Hammer y dirigido por NABIL

https://www.youtube.com/watch?v=TWcyIpul8OE

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