El creador de ficciones es un particular dios para los personajes que crea. Blind, ópera prima de Eskil Vogt, vuelve a interesarse por un tema tan atractivo como recurrente en el cine y la literatura. Sin ir más lejos, el escritor Miguel de Unamuno trató el asunto en uno de sus más conocidas obras, Niebla, y, más recientemente, el director Marc Foster abordó la cuestión en su reivindicable Más extraño que la ficción.
El realizador, autor del guion de la prestigiosa Oslo, 31 de agosto, se centra en la historia de una mujer noruega que acaba de quedarse completamente ciega. Mientras intenta adaptarse a su nueva situación, la protagonista idea en su cabeza una historia protagonizada por una mujer que tiene bastantes puntos en común con ella misma. A lo largo de la trama que ella crea en su cabeza y escribe en su ordenador personal se van cruzando elementos personales de esta mujer invidente de aburrido matrimonio que encuentra en la literatura su válvula de escape.
El mundo que ha construido le permite controlar aparentemente las situaciones que no puede afrontar en su vida cotidiana actual, donde su falta de visión se ha convertido en duro obstáculo para superar el día a día.
En una decisión inteligente, Vogt opta por ofrecernos siempre el punto de vista de la particular demiurgo, tanto de su particular relato como de su vida cotidiana, para tener una completa visión de lo que le pasa por la cabeza a una persona que ha perdido la capacidad de ver, pero sigue creando imágenes en su cabeza con elementos almacenados en su memoria.

Ellen Dorrit Petersen encarna en Blind a una invidente que se inventa una historia para hacer más llevadera su soledad
Quizá haya que reprocharle al cineasta que el desenlace del filme no esté a la altura de su punto de partida y parte de su desarrollo, pero eso no invalida un filme repleto de suspense y sensualidad que se beneficia de un acertado reparto. Ellen Dorrit Petersen borda a esa ciega algo maquiavélica que se inventa una particular historia para animar su existencia, mientras que Henrik Rafaelsen resulta creíble como su aburrido marido y la sueca Vera Vitali otorga la fragilidad necesaria a la particular protagonista del relato creado por la invidente.