En la imagen Iván López-Ortega, Julia Adun, Álex Silleras, Nadal Bin, Conchi Espejo, Alejandra Valle y Saúl Olarte, sin duda siete artistas con estrella para «Blast», escrita y dirigida por Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez Foto ©LuzSoria
Por Luis Muñoz Díez
Con Blast, Teatro En Vilo y Barco Pirata, nos presenta una performance, escrita y dirigida por Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, cobijada y coproducida por el Centro Dramático Nacional. En el programa de mano las creadoras con una sinceridad inusual y que, desarma. Hacen una declaración de propósitos que cumplen a rajatabla.
Han seleccionado a siete artistas menores de 25 años que confíen en que el mundo se puede cambiar desde un escenario. No se puede cambiar el mundo desde un escenario, y Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, lo saben. Aunque es saludable fomentar la utopía, porque aunque no logres el afán jamás, estarás en el camino
Las palabras de las autoras y directoras, ni tiñen ni maquillan nada en su declaración de intenciones. y les permiten a «elles» sobre el escenario, exponer un discurso egocéntrico, “adanista” y excluyente, totalmente plausible porque en esa etapa de la vida, si uno no piensa que lo mereces todo, y lo va a poder cambiar todo, para cuando lo van a dejar.
El primer contacto que tenemos con el espectáculo es un escenario en blanco con una pelota gigante roja, de una belleza plástica impecable, creado como el resto del espacio escénico con todo acierto, por Alessio Meloni.
Por el maestro de ceremonias sabremos con cierta ironía que la pelota significa el capitalismo que oprime al personal en general, a la juventud con mayor saña, y a una de las componentes del elenco en concreto, que se ha quedado materialmente sepultada bajo ella.
Esta primera parte en que los artistas se presentan sin red. Conoceremos a Iván, un músico, heterosexual, un pelín hipocondriaco, edulcorado como un príncipe azul turquesa. Conchi, una sirena varada, ecologista militante irredenta y proselitista. Alejandra, una chica concienciada, cansada de que toda responsabilidad de cambio recaiga en el sacrificio de los jóvenes, como ella.
Julia y Nadal, una chica y un chico negros, guapísimos ambos, que se sienten ninguneados por la diferencia de su color dentro de una mayoría blanca. y Álex y Saúl, que se niegan a que la vida se decline en femenino o masculino, por el mero hecho del nacimiento.
La condición de todos los personajes no se condena con la ley, que los ampara, pero en la práctica puede materializarse esa exclusión, y sumar otras condiciones como la pobreza, la vejez y la enfermedad, porque somos inclementes con todo lo que nos saque de nuestra zona de confort.
Un parte del público sigue con regocijo lo que pasa en el escenario, mientras a otros les irrita. Inquietar al respetable siempre es positivo. En un principio lo logran con el discurso “adanista” de los jóvenes artistas, a los que dejan que se manifiesten sin censura. Esa parte de la función es la más larga, o mas desconcertante, hasta crear una atmósfera de desinterés.
La monotonía se rompe, cuando Alejandra decide comerse un bocadillo de chorizo envuelto en plástico, y tirar la envoltura por el suelo, y renunciar a cualquier reivindicación. Basándose en la pregunta, de cómo van a resolver elles, unas criaturas que han nacido anteayer, la losa de intereses que no nos permiten ser nosotros, ni cuando estamos a solas. Con ello, parece que a la propuesta le va a aplastar en fantasma del fracaso, incluso «elles», inician un mea culpa.
Pero ese quiebro, es el trampolín del espectáculo, como en una discoteca de Ibiza cuando caen las bolas en una piscina, y suena el Pop, que levanta el ánimo, en esa parte de pasarela transgresora, colorida y transformista, es puro espectáculo psicodélico, con un valor estético y de ritmo, en sí mismo.
Algunos piensan que la función es más para la RESAD que para el CDN, yo no me atrevería a decir semejante cosa, porque mil una propuesta de las que se estrenan en el teatro público, profanan directamente los textos de las vacas sagradas, que aburren al personal. Sin que nadie se permita una queja por un problema corporativista, y si esto es así, como vamos a negar a un público veinteañero que se identifique, y encuentre su propio espacio con los artistas que se mueven por el escenario, declinando su: mí, me, conmigo, pero con mucha ironía y talento.
Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, han sido honestas mostrando todo el proceso por el que transita la Performance y a sus intérpretes. Las creadoras controlan bien los tiempos del espectáculo. El fantasma del fracaso que aplasta a los chicos, coincide con el momento en que comienza el desinterés por lo que pasa sobre el escenario, e inician la ruptura con el el brillante fin de fiesta.
La función es una fiesta, colorista con más forma que fondo, pues sí, pero en la misma medida que las 2012 exposiciones que se presentan como arte de vanguardia, no se le va a negar esa posibilidad, a un montaje teatral como Blast.
“Blast”, estará programada del 12 de mayo al 19 de junio de 2022 en el Teatro María Guerrero -Madrid-, más información AQUÍ.
Texto y dirección Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez Reparto Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles Escenografía Alessio Meloni Iluminación CUBE BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré) Vestuario Yaiza Pinillos Movimiento Amaya Galeote Música y espacio sonoro: Fernando Epelde Ayudante de dirección: Pablo Martínez Bravo Diseño de cartel: Equipo SOPA Fotografía Luz Soria Tráiler Bárbara Sánchez Palomero Coproducción Centro Dramático Nacional, Barco Pirata y Teatro En Vilo