Big Eyes aborda la turbulenta relación entre Walter Keane (Christoph Waltz) y su esposa Margaret (Amy Adams)
El realizador Tim Burton, con la ayuda inestimable de los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski, logró con Ed Wood (1994) uno de los filmes más emocionantes del cine estadounidense de los años noventa. El particular biopic del considerado peor director de la Historia del Cine rezumaba una extraña ternura y un cariño hacia un personaje raro y extraño, como la mayoría de los héroes de Burton, que se ganaba el cariño del espectador por la pasión que ponía a la hora de realizar sus desastrosos largometrajes.
Veinte años después de aquella obra de culto, el trío de cineastas se reúne de nuevo en Big Eyes. En esta ocasión nos volvemos a encontrar con el biopic de un artista que fue rechazado por la crítica oficial, aunque la visión de sus responsables es muy distinta al de su anterior trabajo juntos.
Amy Adams encarna a la pintora Margaret Keane en ‘Big Eyes’
La cinta sigue los pasos de Margaret Keane, una pintora que estuvo muchos años a la sombra de su marido Walter. Él se atribuyó durante finales de los años cincuenta y parte de los sesenta la autoría de unos cuadros, protagonizados por niños de grandes ojos, que realmente eran obra de su esposa.
Quizá el gran problema del filme sea que el mundo interior de la protagonista queda en un segundo plano frente al alegato feminista o la comercialización de la obra del artista, un fenómeno que tuvo en Walter Keane y Andy Warhol a sus dos máximos exponentes durante los años sesenta. La cinta parece defender que gran parte de la culpa de la ocultación del talento de Margaret se encontraba en la actitud machista de la sociedad americana de la época. A la vez, pone de manifiesto como cierto arte pop, alejado del elitismo imperante, se abría paso entre los gustos de cierta burguesía.
Por otra parte, la película parece más preocupada en mostrar la tormentosa relación entre los Keane que en desmenuzar los sentimientos que llevaron a la pintora a dibujar cuadros melancólicos. Esta opción narrativa arrastra a la cinta a terrenos cercanos al telefilme, aunque se aleje de este tipo de productos gracias a la buena labor de su equipo artístico y técnico.
Christoph Waltz es Walter Keane en ‘Big Eyes’
Amy Adams convence como la sufridora Margaret Keane en uno de esos papeles pensados para el Óscar. Todo lo contrario se puede decir de Christoph Waltz, que vuelve a repetir las mismas muecas que en Malditos bastardos y Django desencadenado. Puede que en los filmes de Quentin Tarantino funcionará su particular registro exagerado, pero en esta ocasión su trabajo convierte a su personaje de tiránico e infiel marido en poco menos que una caricatura.
Del resto del filme destaca la fotografía de Bruno Delbonnel, que recupera la estética colorista de algunos largometrajes de los cincuenta y sesenta; la estupenda música de Danny Elfman y las dos canciones que interpreta Lana del Rey.
En resumen, Big Eyes es un filme correcto y convencional que demuestra hasta que punto Burton ha dejado su personalidad a un lado para convertirse en un director más de los muchos que pululan por Hollywood.
